Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

miércoles, 23 de junio de 2010

Juegos de niños


Juego de niños.


Cuando me dirigía a casa aquella tarde, jamás me imaginé ver lo que estaba sucediendo en el jardín trasero.

Había sido un día difícil en el trabajo, había estado ocupado en la oficina y ni siquiera mi rutinaria taza de café y el cigarrillo en el área de fumar, pude disfrutar. De frente a la computadora, con el teléfono en una mano y la agenda en la otra, es una manera un tanto difícil de pasar las horas en tu trabajo ―por más que lo ames―, aunque realmente me gusta estar ocupado en algo.

Siendo asistente de un importante autor de grandes y reconocidas novelas, llega a ser desgastante.

En fin, manejaba por la avenida, con la ventanilla del automóvil abajo, traía recogidas las mangas de mi camisa y el nudo de la corbata estaba flojo. El saco de mi traje estaba en el asiento trasero, junto con un montón de papeles que tenía que revisar. No me gustaba llevarme trabajo a casa, pero en esa ocasión, fue totalmente necesario.

Cuando llegué a la casa, me estacioné en la rampa de la cochera y caminé con la reserva de mis fuerzas hacia la puerta principal. Lo que quería era una cerveza bien helada y bañarme, para poder ponerme a trabajar. Ese era mi plan para esa tarde, así que me dirigí a la cocina, después de tomar algunos sobres con cuentas que pagar, y abrí el refrigerador. Tomé una de las cervezas que él me había recomendado comprar, eran verdaderamente buenas.

Después del primer trago, todo fue diferente. Mi cuerpo se relajó, mi garganta se enfrió y lancé un suspiro a la casa vacía. Subí entonces las escaleras hacia el estudio ―que en realidad era un pequeño cuarto que entre él y yo teníamos cubierto de libros, con una computadora y un pequeño escritorio con una silla― y entré sin encender la luz. Coloqué la lata sobre el escritorio recordando que muy seguramente dejaría una huella de agua en la superficie y que se iba a molestar enormemente, pero continué vaciando mis bolsillos sin ánimos de conseguir alguna servilleta. Cuando revisé que no hubiera alguna llamada perdida o mensaje en mi celular, lo coloqué enseguida de la carpeta que tenía contratos editoriales y fue cuando escuché.

Eran apenas unos susurros. Unos murmullos prácticamente imperceptibles. De hecho, al principio pensé que era el mismo silencio que estaba amartillando mis orejas y lo que escuchaba era ese sonido tan característico que tiene el absoluto silencio ―que realmente era debido a que me había acostumbrado al ruido de afuera, como cuando entras a una habitación oscura en un día muy soleado, solo que me gustaba decir que el silencio total, emite un sonido muy relajante.

Lo que escuché provenía del jardín de la casa, al menos pensé que así era. Pero después de una ardua y exhaustiva labor de investigación, que bastó con acercarme a la ventana, corroboré que efectivamente los sonidos provenían del patio de mi casa. Esos sonidos eran como suspiros, eran exclamaciones de diversión, agotamiento y movimientos sumamente rápidos. Como esos golpes de aire que se hacen al correr.

¿Qué demonios? Me pregunté, mientras abría un poco las persianas para poder ver con mejor claridad. La escena que se desarrollaba en el pasto de mi jardín, me dejó sin aliento.


Mi novio estaba arrodillado sobre el pasto, con sus manos en sus piernas, con nada más que un simple bóxer blanco.

Su bello cuerpo saltaba a la vista en ese color verde fuerte, el tono de su piel hacía una combinación perfecta de naturaleza y seducción… como si se tratase de un Adán contemporáneo, después de haber comido el fruto prohibido, cubierto no por hojas, sino por una prenda sumamente provocativa y seductora que yo, precisamente, le había comprado el catorce de febrero.

Su única prenda era de color blanco con la banda roja ―me encantan esos colores, y más cuando él los presume tan abiertamente―, ajustado alrededor de sus gruesas y firmes piernas, alabado sea quien llegó a inventar la bicicleta y el ciclismo.

Lo que me desconcertó un poco era precisamente eso, no traía nada más que el bóxer blanco. Su perfecto pecho se elevaba y volvía a bajar con su respiración agitada, además que el sudor le daba un toque increíblemente sensual (y sexual) a su postura. Alcancé a ver todo: sus manos, sus piernas, sus pies, sus brazos, sus hombros. El tatuaje que me volvía loco cuando lo tenía al alcance de mis caricias. Su cabello caía sobre su nuca, y algunos mechones se desplazaban hacia enfrente.

Era hermoso. No había otra manera de decirlo, verdaderamente hermoso.

Aunque no comprendía qué demonios estaba haciendo en el jardín de la casa, semidesnudo. Hasta que comprendí lo que estaba haciendo. Eran verdaderamente juegos de niños, lo que estaba haciendo nuestro perro y él.

De pronto Rex salió corriendo detrás de él, con un hueso de plástico en el hocico, se paró de repente y se inclinó sobre sus dos patas delanteras. Su cola se movía rápidamente, mientras esperaba que le arrojaran de nuevo el hueso. Efectivamente eso fue lo que hizo.

Rex corrió hasta el otro lado del jardín y en esa ocasión, mi hermoso chico semidesnudo, se tiró al pasto y esperó que el ágil labrador regresara nuevamente.

Juntos rodaron por el jardín, y desde donde me encontraba podía escuchar las expresiones de mi novio, como las exhalaciones de Rex. No evité el sonreír, aunque no lo intenté, abrí un poco más las persianas y mantuve la vista.


Al poco tiempo, de una manera inconsciente, bajé mi mano y comencé a acariciar mi entrepierna. El verlo de esa forma: en verano, con su cuerpo a plena vista, la fuerza que hacía en sus brazos cuando trataba de mover a Rex, el sudor en su cuerpo, y definitivamente el miembro que hacía insinuaciones desde esa distancia; todo eso me llevó a desearlo conmigo, me llevó a comenzar una sesión de deseo y contacto físico, al menos en mi mente.

Los dos seguían dando vueltas, abajo en el jardín. De pronto él imitaba las posiciones que tomaba Rex, de pronto se colocaba frente a él como si fuera otro perro, apoyado sobre sus rodillas y sus manos. Sabía lo que estaba haciendo ―lo había visto hacerlo en otras ocasiones― le estaba gruñendo a Rex, quien seguramente le estaba contestando los gruñidos. A veces pienso si es capáz de poder comunicarse con él.

La escena me conmovió totalmente el corazón, pero por otro lado… el ver al amor de mi vida comportarse como… como un animal, me llenó de lujuria y deseo. Me quité la camisa y la dejé caer al suelo, desabroché mi pantalón y también terminó a mis pies. Jugué un poco con mi propio bóxer antes de que terminara junto con las demás prendas.

Estaba disfrutando de todo, la vista, el tacto, mi imaginación. Hasta que no pude más. Salí de la habitación abarrotada de libros (y oleos aún frescos ―era pintor) y caminé hasta nuestra habitación. Encendí un varias velas y al mismo tiempo encendí la luz. Quería que supiera que ya había llegado.

El truco resultó, casi inmediatamente el jardín se quedó en silencio y la puerta de la cocina se cerrón, indicándome que ya había entrado. Sentí el peso de su cuerpo por la escalera, mi corazón latía con fuerza, cada pisada que daba en los alfombrados escalones, era un retumbar de mi corazón contra mi pecho.

Escuché cuando exhaló el último escalón que dio, y al momento en que se detuvo en el umbral de la puerta, su rostro no daba crédito de lo que tenía frente a él.

No me apena decirlo: estaba recostado en mi cama, con mi miembro en mi mano y una cara del más fino placer. Estaba totalmente desnudo, con mis ojos cerrados y la espalda arqueada. Mis pezones estaban duros y mi pecho subía y bajaba rápidamente.


―¿Qué…?― preguntó, pero no pudo terminar… al menos la pregunta.


Todo lo que sucedió esa noche ―que a fin de cuentas hizo que me olvidara de todo el trabajo que tenía pendiente― lo recuerdo vívidamente, y aún sonrío.


Sonrío porque, lo que hicimos aquella noche fue un juego de niños.


1 comentario:

Thadeus dijo...

Hey! si me gusto, es corta, pero siento que dijiste todo lo que querias. Muuuuuuuy cool, vaya forma de empezar el día (para mi)

Y un boxer blanco con una tira roja... donde lo he visto? Oh si, es el que traigo puesto justamente hoy ;)