Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

martes, 25 de marzo de 2014

No alcanza el tiempo.

El reloj se encuentra suspendido en la pared. Observa a todos con su envidiable paciencia e inagotable templanza, mientras los demás se mueren y rasgan los rostros para (hacer) que avance con calma y no arriben las horas tempestuosas; desean obtener un minuto más, una hora más...

No alcanza el tiempo.

Pero el reloj, suspendido en la pared, simplemente les replica, con cada uno de los pasos que da a lo largo de un día (tan solo para comenzar de nuevo al día siguiente), si yo no soy más que un reloj, no corro ni voy despacio, avanzo a mi ritmo, que es tu ritmo, y lo mismo hago hoy, como lo hice ayer y lo haré mañana.

No alcanza el tiempo.

¡Basta! No más segundos; ya es suficiente de tantos tic-tac. 

El reloj observa a los indecisos y temerosos, y parece que se burla de ellos (tic) cuando pretenden ajustar su actuar al paso ineludible (tac) de los segundos, acumulados en minutos y éstos en horas; desean avanzar, hacer, decir... (tic-tac) pero el reloj, suspendido en la pared, se burla de su desesperación, de forma paciente, tranquila y pasada, en pequeños y deliciosos tic-tac...

Su broma persiste, se prolonga en el tiempo, su tiempo; mientras todos lo observan con derrota en sus rostros, porque no hay tiempo.

Pero si solo soy un reloj...

domingo, 16 de marzo de 2014

Cupid

Todo inicia como indica la historia de la humanidad, con un contrato de negocios y un importante apretón de manos.
La vida de Adam Austen fue preparada desde su nacimiento; su actuación en el campo de los negocios y del comercio en el Reino Unido de 1915, todo. Fue comprometido con Elizabeth Laurent y de pronto se convirtió en uno de los más grandes empresarios en el condado.
Sin embargo, sin saberlo, su reencuentro con Dorian, el día de su boda,  le trajo cambios que ni siquiera él alcanzaría a vislumbrar, cuando tomaba por esposa a la hermosa Elizabeth.
Conocidos del club para caballeros Cupid, de un pasado no tan lejano y con un tormentoso futuro delante de ambos, Dorian y Chesire comparten mucho más que aquellas noches en el Cupid.

En aquellos días él era Chesire —aludiendo a su personaje favorito del País de las Maravillas—; y es que, eso era Cupid, un lugar para maravillarse con todos los que cruzaban sus puertas. Personas que intrigaban a los más intrépidos artistas, hombres que decidían usar labios rojos, hermosas damas que hacían una transición de sus finas ropas a las más atrevidas prendas o para imitar bigotes y botas de caza.Era un lugar para mantenerse fascinado, un lugar mágico, para conocer los seres traídos de las más extravagantes fuentes de imaginación.El pacto fue sencillo, ningún nombre, ningún dato, nada que llevara a identificar a los hombres que todas las noches convivían y se relacionaban ahí dentro. Y esto lo plantearon a la perfección Dorian y Chesire. Entre ambos se mantuvieron en la promesa de dedicarse exclusivamente el uno al otro, más que por un instinto de supervivencia en aquellos lugares, por una auténtica fascinación que se mostraron recíprocamente.