Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 6 de junio de 2015

Once años después III

Sintió que su nariz se quemaba por dentro y sus pulmones se congelaban, justo después de arder en llamas. Trató de sacudirse esa sensación, como frecuentemente lo hacía cuando se transformaba en el hermoso lobo blanco que era. Espiró varias veces, con fuerza, por su nariz tratando de sacar lo que fuera que tuviera dentro, pero la sensación persistía y lo siguió hasta que estuvo dentro del auto y se encaminó hacia la carretera.
El sofocante calor del pantano llegó de nuevo y Justin dejó de sentir esa extraña presencia, aunque la sensación de desconcierto persistía, incluso ya en camino. Pensó en eso unas cuantas millas, pero luego se relajó, encendió otro cigarrillo y avanzó hacia la ciudad, feliz de estar de regreso.
El manto de luces amarillas y con los elevados edificios del centro de la ciudad, se extendía delante de él y fue entonces cuando su teléfono celular comenzó a sonar. Sonrió al ver la llamada y contestó con ánimo.
―Por la Luna mamá, ¿me estás rastreando desde que salí? Apenas voy llegando.

Dirigió su auto por las avenidas de la ciudad hasta llegar a la calle Saint Ann, y continuó derecho, hasta alcanzar Rue Bourbon. En el cruce, dio vuelta y subió por la conocida avenida hasta que llegó a un edificio, con locales, bares y cafés, que abrían hasta altas horas de la noche. Bajó sus maletas y caminó, cansado pero feliz de estar de regreso, por un estrecho pasillo hasta las puertas traseras de los locales. Empujó una desvencijada puerta de madera y ésta cedió, recorrió unos cuantos metros hasta que llegó a una segunda puerta. Por fin en casa.
Subió las escaleras, hasta la planta de arriba y llegó a un pequeño departamento que rentaba desde hacía un año. Su arrendadora era una señora mayor, agradable para mantener una conversación, con temas interesantes sobre el voodoo y otros temas de magia (ocasionalmente le entregaba algún artículo que encontrara en revistas o periódicos, referente a vampiros, además de talismanes y amuletos contra los seres malignos). Justin no podía decir si ella sabía algo, o solamente era para mantenerlo interesado; había ocasiones en que podía jurar que la mujer conocía sus secretos, la magia de la Luna que hervía en su interior.
―Nunca los dejes entrar criatura. Nunca desees tener a uno o encontrarte con uno, es la única forma de que se topan en tu camino. Sé sensato, cuidado con los Hijos de la Noche.
Habían congeniado sumamente bien y Justin disfrutaba bastante de las oscuras historias que le contaba. Precisamente esa relación fue lo que le permitió a Justin permanecer más del año en ese departamento, sin necesidad de cambiarse a cada momento, como la mayoría de sus compañeros de clases lo hacían.
Entró y encendió las luces. Dejó caer las maletas en un rincón y caminó hacia la enorme puerta-ventana que estaba del otro lado del cuarto. Pasó frente su cama, al lado izquierdo, y un pequeño escritorio de madera con su silla y su lámpara, al lado derecho.

El cuarto se sentía bastante húmedo, un ambiente encerrado durante todas las vacaciones de verano. Dejar entrar el viento de la ciudad, aunque no dejaba de ser húmedo, le sentó bastante bien al destartalado cuarto.

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