Conoció a Rodrigo una noche, después de haber entrado a la universidad en su ciudad. Sabía que el muchacho había ido a la misma preparatoria que él, pero no frecuentaban los mismos grupos de amigos, así que realmente no lo conocía, salvo por algunas cuantas ocasiones que se había topado con él a la entrada de la pequeña cafetería o en algún juego del equipo de basquet.
Cuando lo ubicó en el amplio jardín de la universidad su corazón saltó e hizo que se pusiera nervioso y fue entonces cuando Claudia, su mejor amiga, lo vio con ojos que seguramente utilizarían en algún interrogatorio criminal, y supo entonces toda la verdad. Su amigo estaba enamorado.
La noche en que conoció al chico, pasó tal y como la había planeado (debemos reconocer que no siempre sucede lo que esperas, tal y como lo esperas).
Después de estar horas parado frente a su espejo, hablandole a su reflejo ensayando lo que le diría a Rodrigo en la fiesta, temía que la respuesta del chico fuera de odio y burla. Aunque, lo mejor que podía suceder era que, en cualquier momento, le pidiera que se retirara y lo dejara en paz. Nada de esto sucedió.
Rodrigo fue sumamente amable y le extendió la mano de su amistad para poder conversar un rato, alejados del ruido y la insoportable presencia de jóvenes embrutecidos por el alcohol.
Estaban en un lugar a las afueras de la ciudad donde corría el viento fresco de verano, y desde donde se podía apreciar una vista estupenda de todas las luces y los pequeños autos que circulaban en su ciudad natal. Los dos muchachos estaban sentados con sus respectivos tragos en las manos y mantenían una conversación sumamente casual y natural, como si llevaran años siendo amigos. Aunque tal vez si hubieran sido amigos desde siempre, ese momento no hubiera sido tan placentero.
Mientras veía las fotografías en la pantalla de su computadora, recordaba lo que sintió esa noche cuando, un movimiento impulsado por el alcohol - y más bien por el deseo de estar con él - le tocó la mano. Los dos chicos sintieron el choque eléctrico al momento, recorrer su brazo y atacar de frente a su corazón, sin embargo, la reacción de Rodrigo fue el mostrarle una sonrisa transparente y honesta. Su propia reacción fue bajar la vista al piso y retirar su mano inmediatamente.
¿Qué pasa? Preguntó él al tiempo que levantaba la barbilla de su amigo con su dedo. Fijaron sus miradas y fue ahí cuando todo tuvo sentido. Rodrigo se acercó un poco a su compañero hasta alcanzar a rozar sus labios. Dejó que probara su boca y que se perdiera en los movimientos sensuales de sus labios, hasta que no pudieran respirar.
Conforme pasaban fotografías del chico de cabello oscuro y ojos color avellana, con una sonrisa que lo desarmaba en segundos, se enfocó en los labios. Su parte favorita. Recordó las caricias que tantas veces le hicieron y llegaron a su memoria - a pesar de sus fallidos intentos - imágenes de las marcas que le habían dejado en todo su cuerpo. En cada parte de su piel.
Después de esa noche y de su primer beso, supo que sería realmente feliz al lado de Rodrigo, y así fue por siete maravillosos meses. Hasta que sucedió lo que, muy seguramente, ninguno de los dos muchachos se había imaginado.
¿Cómo llegas a imaginarte que el amor de tu vida va a desaparecer después de haber hecho el amor contigo? Justamente después de dejar su casa, donde estuvieron recostados en la cama por horas, después de despedirse con un hermoso beso y adentrarse en la oscuridad de la calle.
Ninguno supo lo que sucedió. Ni siquiera Rodrigo supo lo que le sucedió aquella noche.
El haber visitado el gimnasio aquella tarde, hizo que algo en su interior explotara, algo que no tenía previsto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario