Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ventana III

Xavier, Mauricio. Mauricio, Xavier.

Las posibilidades estaban frente a él. Sus opciones se desplegaban ante esos indecisos ojos de la misma manera en que los libros se apilan en algún empolvado librero.

Por un lado, el amigo y buen compañero que lo comprendía ―justamente por vivir lo mismo que él―, por tener gustos (tanto por las personas, como por el deseo de estar con alguien) similares; quien sabía lo que era vivir rodeado de miradas acusadoras, con la idea de que todos saben... pero nadie tiene las agallas de decirlo, y ni siquiera él de admitirlo.

Una persona segura, que estaría a su lado para extenderle una mano. Permitirle un hombro para llorar y prestarle sus labios para poder susurrar silenciosos besos apasionados.

Xavier era un chico sencillo, sin muchas complicaciones ni dificultades. Gustaba de salir al parque a caminar y platicar al lado de una humeante taza de té. Sus ojos eran profundos y juguetones. A su lado estaba una persona que no lo dejaría y que efectivamente buscaba tener algo más que una profunda y sincera amistad.

Por otro lado, estaba aquél a quien vio desde pequeño. A quien vio con el paso de los meses y que siempre servía de una perfecta distracción en las noches de tristeza. Mauricio siempre estuvo ahí, ajeno a toda la situación, brindándole un enorme consuelo mientras las peores noches de su vida ―hasta ese entonces― pasaban sigilosas y frías, cual sombra de muerte.

Mauricio estuvo ahí, mientras él crecía, sin que pudiera percatarse de eso, lo que era aun más maravilloso. Lo ayudó en tantas ocasiones y ni siquiera se dio cuenta de eso, ¿podía haber en el mundo persona más desinteresada? ¿Acto más humanitario que ese?

Es cierto que desapareció, que se fue sin una despedida, pero también es cierto que regresó. Volvió para continuar con su labor de antorcha guiadora al inquieto y confuso Andrés.

Nadie había compartido las noches con él, salvo el misterioso Mauricio; pero tampoco nadie lo había tocado de esa manera, salvo el atrevido Xavier.

No fue una decisión sencilla, pero Andrés comprendía que todo lo que crecía con los años, sus sentimientos de lealtad hacia un cuerpo que nunca alcanzaría a tocar y que silenciosamente se desnudaba frente a él; y de fidelidad a la presencia de un hombre lejano, pero al mismo tiempo tan cercano; todo eso lo seguiría en su largo caminar, todo era parte de él. Él mismo.

¿Qué haría? ¿Qué decisión iba a tomar? No estaba claro cuál sería su camino, pero estaba seguro que cualquiera que fuera, lo tendría que afrontar rápido; de lo contrario moriría de dolor y confusión.

―No te he visto en días, ¿estás bien? ―pregunto Xavier cuando por fin vio a Andrés.

―S-- Sí. No, todo está bien. No pasa nada.

―¿Seguro? ―Andrés sabía que su amigo no creía lo que estaba diciendo, tal vez porque ni siquiera él mismo estaba convencido de las palabras que pasaban por sus labios.

El silencio de Andrés confirmó lo que Xavier ya se imaginaba.

―Dime qué te pasa ―tomo el brazo de Andrés y lo llevó hacia los vestidores de la alberca.

La práctica ya había comenzado y los dos chicos estaban a solas en el cuarto de casilleros.

―Es por lo que te dije la otra noche, ¿cierto? Andrés, perdón pero no puedo negarlo. No puedo dejar de pensar en ti.

Andrés quiso desviar su mirada pero la firme mano de Xavier aprisionó su quijada. El gesto ―naturalmente― que mostró el chico, hizo que Xavier pensara otra cosa. Pero la realidad era que Andrés tampoco podía dejar de pensar en él, ni en él ni en Mauricio.

«No sé si es locura o simple obsesión, pero sé que también tú sientes algo por mí.

―Xav--

―Andrés por favor. Veme a los ojos ―la mirada confundida y sombría de Andrés se perdió dentro de los profundos y sinceros ojos de Xavier―, veme directo a los ojos y dime, en serio, que no sientes nada por mí.

«Dime que no quieres que estemos juntos, que no deseas tomar mi mano tanto como lo deseo yo. Andrés, me muero cada vez que caminas a mi lado y ni siquiera levantas la vista del piso. Pero sé que es más doloroso para ti el no poder admitir lo que yo mismo te estoy diciendo en este momento.

«Dime, sinceramente, que no quieres que haga esto ―el chico beso fuertemente a Andrés en los labios y una sensación extraña en su estómago lo hizo experimentar la mejor de las sensaciones. Otra nueva experiencia con Xavier.

Al atardecer llegó Andrés a su casa. Anhelaba poder tener una respuesta a su dilema. Quería encontrarse, quizá con una carta de letras de oro donde las respuestas tan anheladas estuvieran ahí dentro, pero no encontró nada, salvo frio y una soledad insoportables.

Salió a caminar un poco, tal vez un poco de ejercicio despejaría su mente. Caminó por las calles y banquetas que conocía a la perfección.

Saludó a sus vecinos (no cercanos, pero conocidos) e incluso disfrutó del atardecer ―una situación difícil de imaginar, dadas las circunstancias―. Para cuando daba la vuelta justo en una esquina, aquel incidente se repitió después de tantos años. Mauricio chocó contra él, solo que en esa ocasión no cayó al suelo. Lambrussco saltó sobre él y lo olfateó para reconocerlo.

―Lo siento ―dijo Mauricio con su sincera sonrisa― estaba distraído, no me fijé.

―No te preocupes, está bien ―pocas pero concisas palabras que tuvieron un impacto y resonaron en lo más profundo del alma de Andrés.

Ese pequeño encuentro, de confundió de nuevo al joven. Justo cuando había tomado una decisión, el destino repartió de nuevo las cartas.

Maldijo en silencio mientras caminaba hasta su casa.

Entrada ya la noche, a las 10:45 según aquél pequeño reloj digital que estaba sobre la televisión, los ladridos de Lambrussco despertaron a Andrés sacándolo de un sueno turbulento.

―¿Qué demonios...?

Su corazón saltó, se contrajo y por último se quebró en mil pedazos cuando, a través de su ventana vio a Mauricio. Su Mauricio, olvidándose del problema de la soledad con alguien más.

Acabó con ese problema de un solo y certero golpe.

El otro chico era guapo. Al menos su vecino no tenía malos gustos, y definitivamente no perdía su tiempo con gente que no tuviera los músculos trabajados a base de metal en el gimnasio, y sobre todo no gastaba su tiempo espiando a vecinos estúpidos a través de su ventana.

Esa noche, Andrés entendió aquella lección que Mauricio, y el chico de cuadrados pectorales le dijeron: disfruta el día. Aprovecha a quienes estén a tu lado, especialmente si alguien que está a tu lado te pide una oportunidad.

Esa noche, cuando Andrés vio a Mauricio aventar sobre la cama a su seductor compañero, y apagar la luz mientras desabotonaba su camisa; esa noche, cuando Mauricio compartió su cama con alguien más, Andrés llamó a Xavier.

Tenía que verlo, debía hablar con él. Por fin su problema estaba resuelto.

Xavier aguardaba en el lugar que Andrés le dijo. Estaba impaciente y sumamente ansioso.
En la oscuridad penetrante, al fondo del parque, a través de varios postes de luz de focos amarillos, caminó la silueta del chico, supo que era él.

Cuando por fin llegó a su lado, Xavier iba a comenzar a hablar, pedirle que lo disculpara y que intentara olvidar todas las estupideces que había dicho y hecho, solo que fue Andrés quien habló primero.

―Quiero estar contigo. Quiero tomar tu mano, y... quiero hacer esto.

3 comentarios:

Pandora de Lioncourt dijo...

... sin palabras... pobre Andres tantos años viviendo de una ilusión.. duhhh me siento identificada con el momento en que ves a quien amas abrazando a alguien mas...me recordó cierta ocasion...
No se si te acuerdas, de la ves en la quema de batas, yo con el animo por los suelos, aquel con la tipa abrazada y tu y Thad abrazandome para darme apoyo...
Pobre Andrés, ay Xander, con tu relato me moviste el baul de los recuerdos...
Sigue así, la historia va bien, ojalá que nuestro protagonista tenga un final feliz..o al menos que obtenga lo que él desea...

Xander VanGuard dijo...

Querida Pandora:

Relamente no sé si disculparme por llevarte al cajón de los recuerdos o alegrarme de que sea solo eso: un amargo recuerdo el cual -aunque sigua ahí dentro- no deja de ser más que un simple vestigio de nuestra mente.

La historia termina aquí, y como es un final abierto puedes terminarla como tu quieras.
"y... quiero hacer esto" significa lo que quieras que signifique. Para mí es la promesa de empezar algo nuevo, tal vez Andrés lo haga tomando de la mano a Xavier, tal vez lo haga con un beso o con un abrazo.

Las historias no siempre tienen finales, solo comienzos... y aunque esta comenzó con una ilusión, continuó con una realidad, supongo que es algo por lo que todos debemos estar felices.

Me contaron que en verdad eres "fans" de lo que escribo, me da mucho gusto y me alegra que visites mi espacio, te mando muchos saludos y espero vernos pronto.

Pandora de Lioncourt dijo...

Holaaa!!
No te preocupes por lo del baul de los recuerdos, al contario alegrate porque has logrado una conexion entre el lector (aqui tu servidora) y tu personaje... y ese es la finalidad de las narraciones, que el lector se envuelva en la historia y se arrope en la personalidad del protagonista para al final obtener una enseñanza...
saludos!!!