Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sentimientos de Fotografía I

El amplio y frío salón se llenaba poco a poco, conforme los invitados entraban por las puertas corredizas. La habitación, más bien una galería enorme con pilares ubicados estratégicamente, daba un aspecto de melancolía a la exposición pero ése era el propósito justamente.

El lugar era amplio y había mucho espacio entre cada mueble que estaba ahí dentro. La mesa de bebidas y alcohol estaba al fondo, al lado contrario de la enorme chimenea en la que bailaba un delicioso fuego en su fallido intento por calentar todo el lugar. Las mesas iluminadas de blanco y sus sillones que hacían juego, con cojines rojos, estaban dispersas por todo el salón; sin embargo lo que llamaba poderosamente la atención a los anhelantes ojos de los curiosos espectadores que cruzaban las puertas de cristal resguardadas por dos centinelas de bambú, no era la arquitectura del lugar, o la sumamente surtida mesa de alcohol, sino que era la cantidad de cuadros que había ahí dentro.

Alrededor de setenta fotografías colgadas de los pilares, suspendidas de los muros e incluso estampadas en las mesas iluminadas, donde algunos invitados temían colocar sus copas de vino; se mostraban orgullosas como fiel muestra del arduo trabajo de aquél incipiente artista.

Conforme los minutos pasaban, los invitados comenzaban un recorrido ―después de las obligatorias felicitaciones al fotógrafo― donde se dejaban llevar por los sentimientos, las sombras, las formas y figuras y todo aquello que se decía y no se decía en la fotografía. El trabajo era en verdad estupendo, una magnífica muestra de la visión que el joven de 29 años tenía de la vida y las situaciones comunes que le pasaban a la gente común.

Rostros de extraños se alzaban majestuosas como si fueran estrellas de cine en la portada de alguna revista, transeúntes que cruzaban la calle, un anciano que alimentaba a una paloma en la plaza central de aquella vieja y olvidada ciudad, la alegría que el rostro de un niño expresa cuando tiene en su mano alguna paleta o un cono con nieve. Todas eran unas verdaderas emociones humanas. Sencillas y magníficas.

A pesar del arduo trabajo del artista, del empeño y esfuerzo que hizo para poder elaborar aquella magnífica y elegante recepción, esta historia no es de él.

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