Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 18 de octubre de 2014

Reflexión.

Hace tiempo que no me sentaba a escribir en este espacio. Desafortunadamente, no es algo que me suceda de manera excepcional, sino, por el contrario, se convirtió en una constante en mi diario acontecer, dejar de escribir y dedicarme a ver otros hacerlo.

Pero ahora lo hago. Ahora encadeno una letra, luego otra, y luego otra, hasta completar estas líneas que recorren ojos extraños, ajenos, conocidos.
A lo largo de los últimos días, he vivido experiencias que han moldeado de manera diferente mi perspectiva y opinión al respecto del cómo vivir la vida.
Siempre me he considerado ser una persona que se empeña en eliminar los prejuicios que se nos presentan de frente, y que en (muchas) ocasiones no distinguimos ni nos percatamos de ellos. Sin embargo, no resulta posible contemplar libremente las realidades de nuestra existencia, sin que hagamos un reparo al respecto; nada resulta tan sencillo, pues aceptar algo que no comprendemos, dado que nos resulta completamente ajeno, requiere un esfuerzo importante de nosotros como ser y esencia.
Así que continúo con ojos vendados, entre caminos sinuosos que lastiman las plantas de mis pies o interrumpen el frágil latir de mi corazón. Camino con mantas que nublan mi visión, aunque también cada día estoy convencido de que es necesario eliminarlas, una por una, hasta alcanzar la más clara de las visiones.
Dejemos de pretender conocer todo, saber todo, pues no existe mayor farsa que esa.
No poseemos la verdad, incluso si es que existe tal verdad, por lo que no tenemos ni derecho ni privilegio para ordenar a otros, y criticar o juzgar al momento de discrepar en el comportamiento. Alejémonos de creencias ciegas y de esperanzas depositadas en doctrinas que dejaron de encargarse de brindar consuelo al alma y tranquilidad al hombre; sino que, pretenden encadenar el pensamiento y sentir de la humanidad. No guían, sino que enfilan a marchas forzadas -casi siempre imperceptibles- a los militantes que engrosan sus filas.
Dejemos el teatro, comencemos por ser honestos con nosotros mismos y aceptemos que la vida es privada e íntima; dejemos de desear imponer modos de pensar, a fin de cuentas, éstos, se abrirán paso de manera natural y serán, incluso, más benéficos pues nacerán de la convicción y no de la terrible imposición.
Hace seis días celebramos uno de los sucesos más importantes de conquista en el mundo occidental, y sin embargo continuamos obstinados en conquistar intelectual, artística, religiosa, filosófica, económica, militar, y otras tantas categorías que acepten el prefijo mente. ¿Qué nos ha separado de aquellos sucesos? ¿En qué hemos cambiado? ¿Cómo hemos evolucionado, avanzado? Únicamente en la sofisticación de nuestro actuar, dejamos las formas burdas y violentas, atroces... o al menos creemos haberlo hecho, aunque se sigan presentando eventos tan humillantes y denigrantes, de humanos para humanos.

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