Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 12 de mayo de 2012

Para reflexionar


En muchas ocasiones me he pronunciado a favor de las libertades intrínsecas al ser humano. A favor de los derechos fundamentales de la persona humana y en pro de una sociedad libre de discriminación por cualquier motivo —preferencias de tipo religioso, sexual, político, etcétera—.
Que la lucha es ardua, de eso no me queda duda alguna.
El camino es largo, de acuerdo totalmente.
Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre una cuestión que se presentó hace unos días cuando arribé a la escuela donde trabajo. Aunque, previo a explicar la situación que llamó poderosamente mi atención, hago una pregunta que me gustaría todos tuviéramos en mente para así comprender el impacto que significó este hecho para mí:
¿Qué tan arraigada tenemos la costumbre de inmediatamente enfocarnos en las muestras de afecto entre dos hombres?
Previo a abordar este tema, hago aclaraciones de la pregunta anterior.
En primer lugar, me refiero a las palabras muestras de afecto, y no alguna otra de diversa índole. Pues no hago referencia a concretamente muestras de amor erótico, sino una simple muestra de cariño como lo es un abrazo.
Asimismo, aclaro que estas muestras de afecto se despliegan entre dos hombres; pues, definitivamente, dentro de nuestra sociedad —hasta cierto punto— es más común, y por lo tanto aceptable, observar a dos mujeres abrazarse, saludarse con un beso e incluso caminar tomadas de la mano en la calle (utilizo como ejemplo un par de niñas que salgan de la secundaria donde estudian tomadas de las manos, no causarán tanto alboroto como el hecho de que dos niños de la misma escuela realicen esa misma conducta).
Hechas estas aclaraciones, retomo la pregunta inicial y la situación que originó todo este escrito y la actividad de reflexión me obligó a realizar.
¿Qué tan arraigada tenemos la costumbre de enfocarnos en las muestras de afecto entre dos hombres?
Es momento de que establezca la cuestión que levantó la inquietud y el deseo de redactar este pequeño escrito.

Decía que al momento en que llegué a la preparatoria para la cual trabajo, al caminar de la entrada principal hacia las escaleras para subir a las oficinas administrativas.
Naturalmente percibía lo que sucedía a mi alrededor, sin embargo no reparaba en los detalles y solamente aceptaba las imágenes y sonidos como todos lo hacemos. Sabía que había alumnos a mi alrededor, personal administrativo y demás no porque los observara atentamente sino porque el sentido de la vista los captó, nada más.
A pesar de esto, un grupo de alumnos sí llamó mi atención.
Se encontraban dos mujeres y dos hombres juntos tomándose fotografías. Esto me pareció de lo más normal y común, nada extraordinario.
Sin embargo, no fue la sesión de fotografía improvisada lo que llamó mi atención, sino que de pronto las dos muchachas se colocan frente a los jóvenes y les toman a ellos una foto. Para la siguiente, a sugerencia de una de las mujeres, ellos se abrazan más fuertemente e incluso uno de ellos recarga su cabeza sobre el hombro de su compañero. Después de estas dos fotos iniciales, para la tercera toma, los muchachos voltean a verse y colocan sus labios prácticamente juntos.
Hasta ese momento observé la escena mientras caminaba, por lo que —como dije— no puse atención en cuanto a los detalles, sin embargo esta posición final de los jóvenes entonces llamó plenamente mi atención y fue cuando me enfoqué en el grupo de manera directa.
Debo admitir, con cierta vergüenza, que la idea de llamarles la atención pasó por mi mente, pensé en regresar y hacerles algún comentario al respecto de su conducta. Sin embargo, así como de forma instantánea me planteé el ir a reprimirlos, también instantáneamente me pregunté: ¿por qué lo vas a hacer?
Y mi respuesta, a manera de una auto-represión, fue que no tenía respuesta a esa pregunta. Es decir, no sabía por qué aplicaría un regaño al grupo de alumnos.

Ciertamente el acto que los jóvenes hacían en ese momento no tenía algo de malo. Pero me apena decirlo reaccioné de una forma automática, guiado por los prejuicios y construcciones ideológicas-sociales que en muchas ocasiones gobiernan el actuar de las personas.
Ahora, al redactar estas líneas, me imagino que el haber llegado con los jóvenes y de haberlos reprimido como si estuvieran desplegando alguna conducta inmoral o prohibida por los reglamentos internos de la institución, contrario a las primeras intenciones, habría resultado completamente innecesario.
Esa “reacción” —que afortunadamente no se llegó a exteriorizar—, como docente que intenta imponer el orden en donde realmente no había desorden, me llevó a pensar profundamente sobre este hecho y a reflexionar en lo que escribo en este momento.
¿Qué tan acostumbrados estamos a censurar las muestras de afecto, cariño y amor, incluso nosotros que nos declaramos abiertamente homosexuales?
Me avergoncé, realmente debo decirlo, por el hecho de que siempre mis comentarios se dirigen a pedir y otorgar la libertad personal como un derecho fundamental, inherente al ser humano, y aun así reaccionar ante los estúpidos paradigmas que las sociedades enclaustradas en sus propios pensamientos arcaicos imponen.
Resulta interesante, preguntarnos cómo un acto tan simple e insignificante —tan intrascendente para el desenvolvimiento social— como lo es un simple abrazo entre dos hombres, compañeros de escuela, la pretensión de un beso y una fotografía, me lleva a analizar mi propia reacción —que desafortunadamente se repite en muchas otras personas—.
No quisiera alzar como ejemplo, sino que hago un atento llamado a que cada uno de nosotros , en primer lugar, evaluemos nuestras acciones y reacciones.
Analicemos qué fue lo que originó esa reacción de nuestra parte y no otra diversa, preguntémonos ¿por qué hice esto, o aquello?
Incluso pienso en que probablemente los dos jóvenes bromeaban en cuanto a esa conducta en específico, que se hizo en un momento de juego y diversión con sus amigos; pero en mi persona desencadenó una serie de reflexiones que ahora comparto con ustedes.
Lo que me lleva a concluir con otra reflexión: si esa fue mi reacción ante tal hecho ¿cómo sería la de una persona que no acepta abiertamente este tipo de relaciones?

Me interesaría saber sus opiniones al respecto de estos temas.
Saludos a todos.

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