Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

domingo, 21 de febrero de 2010

Magia en la arena

―Por favor, seguramente estas exagerando – dijo el chico sentado contra el barandal negro del balcón.

La noche era fresca y era idónea para estar afuera platicando de cosas triviales. Solo que en ese momento no estaban conversando de cosas triviales.

―Te aseguro que no es así. Me sentí como si me hubiera muerto. En ese momento pensé que todo iba a ser mucho peor. No sabía por qué pero fue la ilusión que me dio.

«No podía creer que me estuviera viendo de frente, el muy imbécil, y me estuviera diciendo todo eso. Y además, justamente ese día. ¿Cómo puede ser tan… estúpido? ¿Por qué todos son… iguales».

La chica estaba desilusionada, su amigo lo sabía. Destrozada.

El amor o más bien, el desamor, había hecho de las suyas nuevamente y al parecer no había poder humano que la pudiera ayudar a salir de eso.

Afortunadamente uno de los dones del muchacho era el poder hacerla reír cuando lo necesitara, lo cual siempre agradecía.

―No podría ayudarte mucho – dijo el chico – pero no todos somos iguales.

La chica guardó silencio y se concentró. En pocos segundos se vio perdida en el sonido de la ciudad que vivía debajo de ellos. En las calles de asfalto y entre edificios sumamente altos. Viajaba entre las luces de los autos que corrían en el suelo y las estrellas que brillaban en el cielo. Se sintió como si estuviera flotando y se preguntó qué se sentiría poder volar.

Aunque le había dolido mucho llegar a terminar de esa manera, se sentía aliviada.

―Yo sé que no todos son iguales y la verdad… te tengo un poco de envidia.

―¿Envidia? ¿Por qué? – preguntó él mientras encendía el tercer cigarrillo de la noche.

―Porque parece que todo es más sencillo cuando eres… cuando-

―¿Crees que ser como soy, es fácil? Mujer… tienes que leer nuevamente el concepto de fácil, porque déjame decirte que no es aquel que se acuesta con todo mundo eh.

«Mira – ella sabía que cuando utilizaba esa palabra, la conversación iba en serio – el wey la cagó. No lo podemos negar. Pero si no dejas todo atrás no vas a poder seguir avanzando, y lo sabes. Hay muchos otros allá afuera que simplemente no harían lo que él te hizo».

―Preséntamelos por favor.

El tono de la chica fue más relajado, al menos comenzó a bromear. Tal vez se había cansado de llorar y estaba intentando dejar todo atrás. Pero de una manera efectiva, dejar todo atrás.

Aunque al fin de cuentas no importaba, nada de eso importaba ya. El mal estaba hecho y no se podía reparar – fue lo que él dijo – lo único que quedaba por hacer era seguir adelante.

―Deberíamos hacer un viaje. Vámonos un fin de semana por lo menos. Así te vas a poder distraer y vas a darte cuenta que hay muchas otras cosas allá afuera que realmente valen la pena.

La idea del muchacho no parecía tan alocada. No sonaba tan difícil. Venía unos días sin escuela y era una perfecta excusa para poder despejarse. Aunque fuera solo un momento. Lo único que quería era poder dejar de pensar en él.

Quería dejar de pensar en el hombre que le había causado tanto dolor y que la había orillado casi al borde de la locura.

―Perdón por ponerte en esta situación. Sé que debe ser un tanto incómodo para ti.

―No mucho la verdad – contestó el chico con un tono de resignación – sé lo estúpido que puede llegar a ser mi hermano.

―¿Sabes lo que voy a extrañar? Digo, ¿lo que de verdad voy a extrañar?

El rostro de su amigo se veía muy diferente al de su hermano. La luz que subía de la ciudad, como vapor de una tina con agua caliente, acariciaba y pintaba su cara de una manera sumamente atractiva. En silencio deseó haberse enamorado del otro hermano. Del hermano correcto.

Pensó que, a pesar de su imagen física – que era idéntica – los dos chicos eran sumamente diferentes. Su amigo era más atento, se interesaba por lo que le sucedía, le llamaba por teléfono. Su ex le dejó de interesar ser detallista con ella y una cosa llevó a la otra.

«La forma en que me tomaba – continuó la chica – en la cama. Después que terminábamos, todo parecía estar pintado de color rosa. Aunque bueno… seguramente llegó a hacer lo mismo con las otras dos zorras que se metieron con él».

Ok, - el chico entonces sí parecía perturbado – eso sí es asqueroso e incómodo.

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