Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 7 de febrero de 2015

Y entonces, nada.

Las voces se arremolinan en las silenciosas esquinas de mi mente. Como parvadas de cuervos que se resignan a dormir por la noche.
Escucho nombres, gritos, fragmentos de historias aún sin contar, que amenazan con arrancarme la tranquilidad —y la poca o mucha elocuencia que me queda—; en mi cabeza suceden eventos que deben plasmarse en papel, deben quedar grabados en las pálidas superficies de las hojas en blanco, como monumento al pensamiento y al sentimiento.
Efímeros momentos que se acumulan en un enorme estanque, llenado a cuenta gota o con torrenciales cascadas y cataratas; dentro de la mente del hombre —de mi mente— toda una revolución se desenvuelve y me niego a permitirla escapar.
Dejar salir ese vapor atrapado.
¿Y de verdad me niego a hacerlo? O es acaso una situación que no logro controlar y siempre que decido dedicarme a teclear o rasgar el papel con la pluma, de pronto todo parece esfumarse. El terreno en tercera dimensión, los campos de montañas y depresiones; todo ese revoltijo de líneas, llanto, orgasmos, todo queda de pronto en silencio.
Como si alguien encendiera en mí algún foco suspendido en el infinito y ahuyentara a toda representación de imaginación, el resultado de pensar, crear; como si jamás hubieran existido. Y entonces comienzo de nuevo… me acuesto para dormir y escucho primero una voz, luego otra, luego las ubico en algún estacionamiento público, en una librería, en algún café. Después llega la trama, a veces incluso el desenlace; para sentarme frente a la pantalla y el teclado, o tomar la hoja y pluma… y entonces, nada.

De nuevo, nada.

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