Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Eres novio de tu mejor amigo? Parte 1

Gracias a la pregunta de una persona —usuario de Twitter y seguidor mío—, escribo ahora acerca de cómo fue que me enamoré de mi mejor amigo. Me parece que ya había escrito algo al respecto, pero se escapa de mi memoria lo que (si acaso) dije en aquel momento.
Tal seguidor —de quien simplemente sé su nombre de usuario y dirección en la red social; y que, a pesar de estos diminutos fragmentos de información acerca de su identidad, mantendré en el anonimato— me abordó con la interrogante que titula éste escrito.
¿Eres novio de tu mejor amigo?
Mi respuesta, naturalmente, fue sí; al menos por una parte, mi mejor amigo llegó a convertirse (y permanece así) en mi pareja por casi siete años. Posteriormente, aquel usuario con Arroba Mayúscula, me preguntó ¿cómo había sido? Pues no es algo común.
En primer término, me parece que esta realidad es más común de lo que alcanzamos a percibir; y que, en muchas ocasiones, los mejores amigos son quienes terminan juntos en un noviazgo o incluso unidos por el vínculo matrimonial.
La amistad es ese motor que inicia y fortalece la relación entre pareja, de forma natural y continua; la amistad, claro está, aviva las relaciones interpersonales, de cualquier tipo y esencia, pero atendamos a la directriz de estas líneas y a su idea central. El componente amistad, en una relación de pareja, sentimental, amorosa, resulta preponderante en su éxito o fracaso; aunque no afirmemos que es un elemento indispensable, sin el cual no podría existir una relación afectuosa e  incluso amorosa, lo cierto es que desempeña un rol (¿decisivo?) en el convivir de dos personas.
Sin intención de abordar los temas que, acerca de la amistad, los griegos han analizado, me atrevería a afirmar que ésta constituye un sincero vínculo entre dos personas, quienes posteriormente podrán convertirse en amantes. Un vínculo de unión, cohesión y estabilidad que les habrá de ayudar en los próximos días, años, décadas.
Decía que esta realidad puede ser más común de lo que creemos. En muchas ocasiones vemos amigos convertirse en novios y después en esposos; a lo que, quizás, esta persona se refería, era a una realidad poco perceptible dentro del mundo de la homosexualidad. Cuestión que pudiera tener varios motivos o razones, principalmente el evidente interés en las apariencias —tanto físicas como de estatus sociocultural—; otro motivo, es la desmesurada inclinación en la búsqueda de encuentros sexuales, con una mayor facilidad; un motivo más, atiende ya a exigencias del mundo moderno en vivir en el carril de alta velocidad y no disfrutar del panorama que rodea el avanzar de la vida. Razones (todas) que no resultan exclusivas de personas homosexuales, sino que se presentan también en los patrones de conducta de hombres y mujeres heterosexuales; sin embargo, las ubico en la primera perspectiva, meramente por contar con una pronta y directa referencia.
Estas razones (y seguramente muchas más) traen como consecuencia relaciones cortas y superficiales que, contrario a buscar una durabilidad y estabilidad, representan fracasos sentimentales en los protagonistas de los enredos sentimentales humanos. Lo que, en consecuencia, arrojará como resultado una percepción de que quienes son amigos, difícilmente pueden llegar a mantener una relación sentimental sólida, estable y confiable, pues no es esto lo que se busca desde un inicio.
Ahora bien, la idea de formalizar una relación con un amigo es una decisión imprudente, arriesgada e incluso peligrosa, atraviesa la mente de muchas personas, pues incluso sucedió en mi experiencia.
¿Qué pasa si no funciona? ¿Podremos seguir igual?
Quisiera aclarar que nos encontramos en un punto crítico, en el que (de entrada) intentamos prever un resultado, con base en interrogantes negativas; como si, por defensa propia, estuviéramos predispuestos a una derrota y una separación entre nosotros y nuestro amigo.
Si hablamos de una amistad, una verdadera amistad, no tendríamos por qué hacernos este tipo de preguntas; y, si tenemos dudas, no sería mejor preguntarnos ¿qué pasará si todo funciona bien? ¿Podremos estar mejor que como estamos en este momento?
La cuestión es que nos resulta difícil aceptar que algo en efecto salga bien o mejor a como lo esperábamos (como ese mecanismo defensivo), para evitar una decepción sumamente fuerte y dolorosa. Pero las cosas pueden salir bien.
La línea de acción no está trazada y la pareja construye tanto su existencia como su convivencia; de ellos depende —en gran medida, pues dentro de las relaciones humanas en general, y de las relaciones sentimentales en particular, influyen un sinfín de variables y elementos que llegan a generar una realidad distinta— alcanzar los objetivos que en conjunto e individualmente se trazan.
Pero, una vez sorteado ese momento de duda y miedo, seguros de la relación de amistad que ya existe, previa a la romántica que se pretende iniciar, se puede avanzar de forma tranquila y despreocupada mas no desinteresada, permítaseme la aclaración.

Pero la intención de este escrito no es el de realizar un estudio acerca de la amistad y el amor, sino, decir cómo fue mi experiencia enamorándome de mi mejor amigo.
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