7. La primera vez.
«Una de nuestras historias, relata un suceso terrible. De inmenso dolor para toda la manada. Se dice que la pérdida de la cabeza hará llorar a los lobos gruesas gotas de sangre. Naturalmente se refiere a la muerte de un Alfa. El dolor que invadirá a esta manada va a ser insoportable. Oly era sumamente admirado, y venerado, por muchos.
Con este acontecimiento van a cambiar todas las reglas del juego. Según esta leyenda, todo comenzó por la traición de algún miembro de la familia. Tenía que quitar del camino al hombre más poderoso e importante para poder obtener el lugar que siempre anheló y que nunca le correspondía. Esta leyenda habla también de un miembro que no durmió en las mismas cunas que los demás, que los verdaderos miembros de esta manada, pero que llegó a ocupar un lugar de honor dentro de la misma. Los descendientes de los Lupus Sainte, tienen el poder de ver el futuro. No cuestiones específicas, o próximas siquiera, pero llegan a contemplar escenas o fragmentos de una realidad que en los días por venir se actualizará. Debemos estar preparados para lo que vaya a suceder después de esta noche Jordan. Si no tenemos cuidado y no actuamos con diligencia, todo se vendrá abajo.
―No entiendo Axel. ¿Qué me estas tratando de decir?― pregunté sumamente confundido.
―Naturalmente no fue un accidente lo que mató a Oly Jordan. Fue traicionado. Todos hemos sido traicionados. Lo importante y más crucial en este momento es determinar quién es el responsable. Debemos estar listos para desenmascarar al que está detrás de todo – dijo viéndome fijamente – Todos debemos estar listos Jordan. Incluso tú.
―¿Yo? Pero yo no soy-
―Sí lo eres – me dijo Axel con firmeza – con el tiempo podrás aprender a controlarlo. Incluso con el tiempo vas a poder dominarlo y transformarte a tu antojo. Se que serás un hermoso animal. Un hermoso lobo.
―No puede ser. No- no puedo creerlo. Es demasiado. ¿Qué te hace pensar eso? Ni siqueira soy de esta-
―¿Un extraño que no durmió en las cunas de esta manada?
«Jordan, escúchame. Sé que Oly no me contaría esas historias si no me hubiera estado preparando para algo, algo importante. Yo no soy un descendiente directo de los Lupus Sainte. Mi linaje proviene de los guardianes de los Lupus Sainte, de sus protectores ¿Entiendes? Oly sabía esto. Sabía que estas leyendas, no son solamente leyendas – estaba apuntando con su mano al libro que sostenía firmemente – estoy convencido de eso. Sabía que estaba destinado a hacer algo más importante»
―¿A qué te refieres?
― A proteger al próximo Alfa. Tenemos cosas importantes que hacer Jordan. Debemos impedir que todo esto se cumpla.
―¿Qué más decía la… leyenda.
―No solamente es eso Jordan, es más. Es una profecía. La muerte de Oly no fue meramente accidental. Puedo oler a otros lobos que entraron a la casa. Alguien los dejó entrar. Además… sabían a quien atacar. Traían órdenes de atacar a Oly, pero ¿de quién? Si no podemos contestar esto, no estamos seguros aquí. No estamos seguros con nadie. Tenemos que planear qué hacer antes que todo se vuelva realidad.
―Pero, ¿qué más dice la profecía? – volví a preguntar un poco asustado.
―Todos seremos esclavos, o terminaremos destruyéndonos.
La muerte de Oly, efectivamente, nos afectó a todos. Después del servicio funerario intentamos regresar a nuestras actividades diarias. A nuestras pequeñas costumbres. Quisimos resguardarnos en lo conocido, en lo familiar. Axel dejó de lado lo que había leído en los libros de Oly, pero incluso después, lo veía en ciertas ocasiones solo en la biblioteca, rodeado de mapas y hojas viejas, libros despastados y otros tantos apuntes. No me llegaba a preocupar, solamente me preguntaba ¿Qué tanto leía ahí?
Una noche estaba caminando por los alrededores de la casa cuando, antes de dar vuelta en una de las esquinas, escuché a Axel y a Tex hablando en un tono elevado. Decidí quedarme ahí y escuchar.
―Tenemos que hacerlo Tex. La muerte de Oly no fue una equivocación. No fue algo que simplemente sucedió.
―Axel, comprende. Todo esto te afectó demasiado, ahora estas inventando cosas y llegando a conclusiones equivocadas. Nada de esto fue planeado. ¿Cómo podría haber sido planeado? ¿Quién pudo haberlo hecho?
―No lo sé Tex, pero te aseguro que no estoy volviéndome loco. Si no detenemos esto, será nuestro fin. Como familia y como manada. Debemos ayudarlo.
―No voy a ayudarlo. No me corresponde. Dexter está por ser nombrado Sabio y quedará el lugar de Alfa abierto. Comprende Axel, si lo ayudas a transformarse le estas dando armas para que te derrote cuando tengamos que pelear por el honor. Si no puede convertirse, entonces es porque no es uno de nosotros. ¿Has pensado en eso? ¿Lo has siquiera considerado? Aun no puedo creer que le hayas revelado nuestros más preciados secretos a ese hommo.
«Deberías estarte dedicando a encontrar una pareja para poder procrear, en lugar de estarte preocupando por cuentos de hadas y rodearte de… machos»
Justo cuando dijo eso enfocó su mirada en mi. Estuve de pie frente a ellos con una expresión de enojo ante Tex. Nunca había sido de mi completo agrado y sabía, naturalmente, que yo tampoco había sido su persona favorita. Lo mismo ocurría con Leo y con los demás chicos. Aparentemente todos me estaban juzgando por ser supuestamente un Lupus Sainte, y solamente esperaban que cometiera el más mínimo error para lanzarse sobre mí, como lobos o como humanos, y destazarme a mordidas.
Tex se dio media vuelta y se alejó de ahí. Estuve agradecido por eso, porque comencé a sentir un odio incontrolable dentro de mi ser. Fue demasiado encontrarme con él. Quería tomarlo del cuello y levantarlo frente a mí. Sin importarme que me amenazara con sus ojos de lobo. Quería estrellarlo contra la pared de la casa y dejarlo caer al suelo para empezar a reírme.
―Tranquilo – me dijo Axel regresándome a la realidad, tenía las manos en forma de puños y los dientes apretados – cálmate.
―No soporto a este tipo – dije apenas abriendo los labios – quisiera nunca volver a verlo.
―Ven… vamos a dar una vuelta. Axel tomó mis manos y fue ahí cuando todo cambió. Mi odio desapareció, relajé mis manos e incluso sonreí.
Caminamos por los senderos que atravesaban el bosque y, por primera vez desde hacía mucho tiempo, no hablamos de Oly, de las profecías, o de la misión tan importante de Axel, y mucho menos de mi igualmente importante, necesidad de transformarme.
En ocasiones pensaba que solo estaba jugando. Yo no podía convertirme, era una locura, aunque después me quedaba la duda… ¿Y si podía convertirme? ¿Y si en verdad era mi destino? Tal vez no sería tan difícil, podría intentarlo… algún día.
Nos detuvimos debajo de un pino. Reconocí el lugar inmediatamente. Era el mismo sitio donde había visto convertirse a Axel por primera vez. Estábamos sentados sobre la hojarasca y seguíamos platicando de cosas sumamente triviales. Era agradable, salir de ese círculo de fantasías y luchas de poder. Era agradable platicar de todo y de nada a la vez como muchas veces lo llegamos a hacer. Solamente que en esa ocasión era mucho mejor, Axel estaba sosteniendo mi mano, no tenía que preguntarme qué se sentiría estarlo haciendo. Pro más que disfrutaba el estar hablando de cuestiones ajenas a nuestro mundo, no me quise guardar la pregunta.
―¿Podré llegar a convertirme?
―Claro que lo vas a lograr… tienes que entrar en tu mismo cuerpo. Explorar lo que está dentro de ti. Solamente necesitas creer que lo vas a hacer. Como si lo estuvieras esperando todo el día, y por fin en el momento en que lo vas a hacer, hazlo. Seguramente esos ojos irían muy bien con un cuerpo fuerte y un pelaje brilloso. Sin mencionar que me gustaría ver tu cola.
Sonreí y le di un pequeño golpe en el estómago. Comenzamos entonces a golpearnos como lo hacíamos antes, cuando éramos niños. Siempre fue más fuerte que yo, así que no le resultó difícil recostarme totalmente en el suelo, a pesar de tener piedras clavadas a la mitad de mi espalda, lo dejé. De nuevo me perdí en sus ojos. Era como dejarme llevar por una corriente en algún río de color miel. Mis manos tomaron su cintura y poco a poco fueron subiendo por sus costados levantando la camisa que traía puesta.
Sus labios estaban saboreando los míos, todo empezó a dar vueltas. Mis dedos sedientos de placer desabotonaron su camisa, tuve que luchar contra mis fuerzas para no arrancar todos los botones con un solo movimiento. Pasé mis manos por sus hombros y me sorprendió que se estremeciera.
―Lugar débil – me dijo con una sonrisa.
Pronto lo tenía sobre mí quitándose su pantalón. Sus movimientos denotaban una urgencia que me parecía sumamente cautivadora. Eran rápidos pero precisos. Comencé a desabotonar mi propio pantalón pero tomó mis manos y me pidió que no hiciera nada. Ya me había quitado la playera que traía puesta, quería hacer lo mismo con el resto de mi ropa.
―Te deseo Jordan. Siempre lo he hecho. Siempre te he deseado.
―No tienes idea cuantas noches había soñado con escucharte decir eso… o al menos- se atravesó una lamida de pezón y lancé un gemido – o al menos tener las fuerzas para decirlo yo.
Por nuestros movimientos fuimos limpiando la zona donde me tenía recostado sobre mi espalda, hasta llegar a sentir solamente hojas. Era algo estupendo. Era una sensación maravillosa, parecía que estaba descansando, no sobre nubes, sino sobre algo más terrenal. Más humano. Eso era lo que quería, quería sentirme humano. Quería que me tocara un humano, quería que me poseyera un humano, y no uno cualquiera, quería que Axel hiciera todo eso.
Entre mis gemidos y su respiración entrecortada, lo tuve dentro de mí. En ese momento todo me pareció más brillante. Los colores de los pinos, los troncos. La piel de Axel que estaba comenzando a cubrirse de sudor me hipnotizó por completo.
Estaba viéndolo fijamente, tenía mis piernas en sus hombros y él entraba y salía con delicadeza – al principio – después comenzó a aumentar la velocidad de sus embestidas. Mis gritos empezaron a esparcirse por el bosque. Sabía que todo estaba a punto de terminar. Sabía que no podría contenerme más con él dentro de mí, era demasiado. Me estaba haciendo tener alucinaciones. Cuando abrió sus ojos, tan solo por un segundo, podría jurar que los vi cambiar. No cambiaron de color, sino que vi los ojos del lobo que traía dentro. Con un parpadeo ya no estaban ahí.
Terminamos los dos exhaustos, recostados uno enseguida del otro. Tenía en mi abdomen mi manto cálido y por mis brazos, pecho y hombros goteaba el suyo.
―Te- te amo – dije con la respiración entrecortada. No pude continuar con lo que tenía pensado decirle. Quería decirle tantas cosas pero simplemente, no pude.
Las palabras no salían de mi boca y un dolor insoportable empezó a crecer en mi pecho. Al inicio el dolor no me dejaba gritar, quería hacer algo. Empecé a rasguñar el suelo, cerraba mis puños alrededor de un puñado de tierra, quería que a todos les doliera tal y como me estaba doliendo a mí. Era insoportable, terrible. Sentí un poco de alivio cuando junté todas mis fuerzas para poder gritar. Aunque el dolor no se fue, al menos pude dejar salir todo lo que tenía dentro de mí.
Axel volteó inmediatamente y me levantó. Estaba sentado sobre la tierra y las hojas secas y Axel estaba detrás de mí. Ni siquiera el contacto de sus brazos con mi piel desnuda, ni su miembro con mi espalda, me ayudaban a concentrarme. Quería morirme justo en ese lugar. En ese momento. Seguía gritando y a través de los gritos lo único que podía escuchar eran las dulces palabras de mi lobo. No sabía si era yo o era Axel.
―Déjalo salir. Solo déjalo salir Pequeño. Déjalo libre. Él quiere ser libre, déjalo.
―¡HAZ QUE SE DETENGA! ¡POR FAVOR! ¡DETENLO! – estaba gritando con toda la fuerza de mi garganta y no podía siquiera quitarme las manos de mi pecho y ahora de mi estómago. El dolor se estaba esparciendo y estaba creciendo - ¡BASTA! ¡POR FAVOR!
―Respira Jordan, respira. Tranquilo. Déjalo salir, deja que se apodere de ti.
No quería abrir mis ojos, tenía miedo de lo que iba a ver. El dolor me estaba matando. De pronto dejé de escuchar mis gritos y comencé a escuchar más sutilmente los sonidos de todo el bosque. El viento, los animales, insectos. Escuché cuando las hojas caían al suelo. E incluso alcancé a escuchar un pequeño riachuelo que había a unos cuantos kilómetros de ahí.
Afortunadamente, lo último que escuché y lo que me hizo alcanzar un placer tan divino como diabólico fueron las palabras de Axel en mi oído. Cuando él habló, con un susurro, de nuevo sentí que estaba eyaculando y llegaba por segunda ocasión al orgasmo.
―Deja que se apodere de ti… como lo hice yo.
Después de eso, abrí mis ojos y todo el color se había perdido. Todo era gris y blanco.
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