5. Eres Hermoso.
No tardamos mucho en llegar a un lugar seguro donde pudiéramos descansar. Axel sentía que estábamos cerca de encontrar a la manada del norte, pero no podíamos dar con su exacta ubicación. Teníamos que estar dando vueltas y vueltas, duramos así todo un día. Por fin el cansancio nos estaba alcanzando y justo cuando cayó la noche, nos tiramos sobre la hojarasca a descansar. De nuestros hocicos salían cantidades grandes de condensación mientras respirábamos. Estábamos juntos el uno del otro. Podía sentir el corazón desbocado de Axel. Sabía que estaba preocupado, aunque estuviera intentando dejarme fuera de su mente.
Tenía una conexión sumamente fuerte, prácticamente indestructible, con él.
―No me dejes fuera.
―Lo siento… estoy… preocupado. ¿Qué sucede si no los podemos encontrar? ¡No podemos simplemente regresar a casa!
―Tranquilo. Los vamos a encontrar. Al final, todo se va a arreglar, vas a ver. Solo descansa. Seguiremos buscando mañana. En cuanto salga el sol.
―Antes – dijo Axel con firmeza. En verdad estaba preocupado.
―¿Por qué crees que lo hizo? – tenía todo el viaje evitando hacer esa pregunta, pero simplemente no podía seguir callado - ¿Por qué a Oly? Por un segundo, tuve miedo que no fuera a contestar. Pero no fue así.
―No lo sé. Él hizo mucho para ayudarle. Cuando Oly lo encontró era solo un cachorro extraviado. Lo recibió en su hogar, con su familia y en su manada. Era su manada Jordan. Oly nunca debió dejar todo. Debió seguir su lado, aconsejándolo, guiándolo. No sé por qué lo hizo, pero un día, simplemente Dexter tomó el control. Fue nuestro nuevo Alfa. Aún no entendía cómo funcionaba todo, pero suponía que si Amy y Oly estaban de acuerdo con eso, tenía que ser algo bueno. Tenía que serlo.
«Ahora me doy cuenta que estaba muy equivocado. Nos engañó a todos. Nos traicionó de una manera tan vil que debería estar escapando, tratando de salvar su vida. Pero en lugar de eso, está en la Cueva Alfa cuidando de todos. Diablos Jordan, no debimos de dejar a Amy sola con él… no debimos, ¡Mató a Oly! Tenemos que-
―Leo está con ella. Tranquilo. Duerme un poco – ahora me sentía mal por haber preguntado eso – descancemos un poco y antes que salga el sol continuaremos buscando. Si memorizaste el mapa, ya estamos en las Tierras del Norte, no deben estar muy lejos, si es-
Callé inmediatamente cuando me di cuenta de lo que iba a decir. No quería estar contra de Axel, pero el estar basando toda esa búsqueda en solamente historias era un poco, un mucho mas bien, estúpido. No quería desilucionarlo, ni perturbarlo aún más, pero simplemente no pude guardarme mis pensamientos.
―Sí existen, Jordan. Oly no me lo hubiera contado si no fuera cierto. Por favor… tienes que creer.
―Créeme que lo intento. En verdad, solo que… no sé en qué creer.
Axel se levantó y caminó hacia mí. Yo seguía aun echado sobre mi estómago, tenía mi cabeza entre mis dos patas delanteras, la nariz al ras del suelo.
Axel se tumbó junto a mí y puso su cabeza sobre mi lomo. Se movió un poco y sentí entonces su ardiente lengua jugando con mi oreja derecha. Lamía mi pelaje de una manera sumamente deliciosa. Estaba confundido, no sabía si era un mejor amante en forma de lobo o como humano.
―Cree en mí – me dijo – cree en Oly. Cree en Amy, en nosotros. Cree en ti. Recuerda que… cuando te conocí, y más cuando te enteraste de todo el misterio que rondaba nuestra familia, no podías creer que fuera real, ¿cierto? Y mírate ahora… eres un lobo majestuoso. Hermoso. Eres sumamente bello en tus dos formas. Cuando cambias emites una energía que es deliciosa. No dudes de lo que eres Jordan. Ni de lo que puedes llegar a ser.
―Axel… yo no-
―¿Recuerdas cuando me viste transformarme? – me interrumpió sin opción de retomar la plática que habíamos estado sosteniendo. Yo no puedo ser Alfa, quería decirle pero preferí mejor seguir con la conversación.
―Claro que lo recuerdo… me diste el más grande susto de mi vida, además de la noticia más maravillosa que podía recibir.
Estábamos los dos juntos, con la oscuridad envolviéndonos de una manera tan íntima. El viento no nos molestaba tanto. Juntos emitíamos bastante calor como para estar bien por la noche, solamente si comenzaba a nevar, tendríamos que buscar dónde cubrirnos, pero no olía como si fuera a nevar, incluso no olía a lluvia. Axel seguía lamiendo mi pelaje y entre los dos comenzamos a recordar cómo había sucedido todo, él desde sus ojos, yo desde los míos.
* * * *
Me recosté en mi cama, junté mis rodillas a mi pecho y seguí llorando. Todavía seguía temblando. Entonces entendí por qué Dexter nos pedía que no saliéramos sin compañía. Me sentí como un estúpido, tratando de saber más que un adulto en cuanto a esas situaciones. La oscuridad era reconfortante. Me sentía envuelto en un manto de seda. Pasaron unos cuantos minutos y la puerta de mi habitación se abrió un poco, alguien quería entrar pero no sabía si era apropiado o no. Sabía que no podía ser Axel, hubiera entrado sin problema.
Amy estaba de pie, su silueta se extendía en el piso.
―¿Pequeño? – preguntó con su usual todo de dulzura - ¿Estás bien?
Giré para poder verla de frente, estaba sosteniendo algo en sus manos. Alcancé a oler la sutil esencia de manzana y canela. Mi favorito. Dije que sí con lo que parecían ser puros sollozos. Me sentía tan tonto. Un niño tonto.
―¿Puedo pasar?
―Sí – dije, sentándome en la cama y extendí mi mano para encender la lámpara que estaba enseguida.
Me entregó una de las humeantes tazas de té y se sentó frente a mí. Dio un pequeño trago y empezó a hablar.
―¿Qué pasó Pequeño?
―Fue un lobo. Uno – quise decir horrible, pero realmente no había sido horrible, solo me había asustado. En sí había estado sumamente atraído por el animal, estaba asustado, pero estaba atraído – grande. Tal vez Oly debería de salir, junto con Dexter. Vi a los chicos correr hasta el bosque. Fui a seguirlos y fue cuando me encontré con el lobo.
―Tranquilo, los chicos ya regresaron. No pasa nada. Están abajo, hablando con Oly y con Dexter. Pequeño, ¿cómo era el lobo que viste?
―Era grande. Con un pelaje cobrizo. Tenía unos ojos color... no sé cómo explicarlos… como, como los de Axel. Se que suena tonto, pero – miré la taza que sostenía en mis manos – fue en lo primero que pensé cuando lo vi.
En cuanto dije eso me ruboricé de gran manera y agradecí que la luz no fuera tan fuerte como para que Amy se diera cuenta.
«Cuando tuve frente a mí al lobo, no podía alejarme. Tenía, tenía que seguir viéndolo, no sé qué fue lo que me sucedió, en verdad. Sé perfectamente que no debo de correr, pero naturalmente tuve que alejarme inmediatamente. Eso lo sé. He salido muchas veces a caminar con Oly y sé los consejos que me ha dado. Amy, en serio no fui tonto, solo que… no sé cómo decirlo, era como si necesitara seguirlo viendo. Fue extraño»
Amy extendió su mano y acarició mi mejilla. Limpió mi última lágrima y me levantó el rostro por mi barbilla.
―¿Viste a alguien más?
No entendí la pregunta, e hice una mueca de extrañeza. ¿Alguien?
―¿Viste más lobos Pequeño? – preguntó de nuevo.
―No. Fue el único.
Después de algunas noches, dejé el susto de lado y nunca lo comenté con Axel. Decidí quedarme callado y pretender que no sabía que salían cada noche, y mucho menos que los había seguido. Después de ese incidente, sin embargo, Axel efectivamente comenzó a hablar más conmigo. Comenzó a preguntarme cosas e incluso a juguetear como lo solíamos hacer. Bueno, no prácticamente como antes, pero si un poco.
―Tengo que recoger unas cosas de Dexter en el cobertizo. Regreso pronto si, después prepárate para una paliza, te voy a ganar de nuevo― me dijo una tarde que teníamos planeado desvelarnos y secarnos los ojos con un juego de video nuevo.
―Claro… ganas tienes― contesté yo.
Él salió por la puerta de la cocina y yo me quedé terminando un tazón de cereal. Cuando lo terminé me acerqué al lavabo y fue cuando lo vi. No era el mismo animal, era uno negro, completamente negro. Saltó la barda de piedra y se dirigió hacia la línea de árboles, después lo siguió uno con algunas manchas blancas. Instintivamente vi la luz encendida del cobertizo a lo lejos. Axel estaba solo.
Me preocupé así que tomé un cuchillo y salí en busca de mi amigo. Llegué corriendo al cobertizo y cuando abrí la puerta, no había nadie.
―¿Axel? – pregunté empuñando con fuerza el cuchillo.
Vi por una pequeña ventana a Axel que estaba saltando la barda. Entonces salí de nuevo corriendo tras él. ¿Por qué demonios estaba solo? ¿No sabía que había una manada rondando la casa? No entendía por qué demonios se aventuraba a eso. No quise gritar para pedir ayuda, metería en problemas a Axel. Además, sabía que podría controlar a los animales, sin importar cuantos fueran.
Corrí y brinqué la barda, apoyando una mano, con la otra sostenía el cuchillo. Comencé a subir la colina, sujetándome de ramas de los pinos que me rodeaban. Brincaba de una piedra a otra. Hasta que me detuve y rodeé un grueso tronco. Caminé en sentido de las manecillas del reloj y entonces lo vi. De pie.
Axel estaba de pie justo frente a mí. No hacía nada, parecía que solo estaba pensando. Llamó mi atención que estuviera en el bosque solamente de pie así que lo observé atentamente de una distancia segura, al menos lo suficiente para que no me pudiera ver, o escuchar.
Levantó sus manos y las colocó a la altura de su pecho. No lo podía ver claramente pero me di cuenta que estaba desabotonando su camisa. La pasó sobre sus hombros y fue cuando dejó su piel al descubierto. Era perfecta. De un color café con un tono de dorado. Dejó caer la camisa al suelo. Contemplé su fuerte cuello, sus hombros, su gran espalda, sus brazos colgando a su lado derecho e izquierdo. Su cintura combinaba perfectamente con el cinturón color café que traía.
Mi corazón empezó a latir con fuerza. Había ya dejado de correr pero parecía como si no me hubiera detenido en horas. Tragué saliva y mojé mis labios. No podía quitar los ojos del cuerpo de mi amigo. No podía y no quería hacerlo. Me aferré aún más al tronco del árbol para evitar caer, cambié de posición de mi pierna y me apoyé sobre la derecha.
Las manos de Axel fueron a la altura de su cintura, hizo algunos movimientos y desabrochó su pantalón. Entonces sentí que me iba a desmayar. Sentí que iba a perder el control de mi cuerpo y de mis pensamientos y que iba a salir corriendo y abrazarlo por detrás. Quería besar su espalda, seguir con mi lengua por su eje y llegar hasta su parte baja. Lo que estaba viendo era increíble. En una palabra, delicioso. Se quitó el pantalón y lo dejó de lado. Pero sus nalgas estaban perfectamente enmarcadas por un bóxer negro. Lo reconocí inmediatamente – a pesar de la distancia en la que me encontraba – era uno que había visto en un centro comercial cerca de Sacramento y que me había gustado enormemente. Nunca me enteré que lo había comprado, hasta entonces. Eso me hizo pensar que el chico de mis sueños pensaba en mí, y que tal vez, yo era el chico de sus sueños.
Sentí que mi respiración y mi corazón se detuvieron cuando se llevó las manos a su cadera. Empezó a bajar la prenda y mi deseo comenzó a crecer en mi entrepierna. Estaba aprisionado por mi propio pantalón. Instintivamente bajé mi mano y traté de tranquilizarme.
Cuando al fin tuve a Axel completamente desnudo frente a mí, creí que iba a caerme. No lo podía creer. En realidad había soñado con eso un sinnúmero de veces. Lo que presencié después, me desconcertó completamente que incluso pensé que llegaría a utilizar el cuchillo que tenía aún en mi mano.
Axel se arrodilló y se detuvo con su mano derecha. Inclinó la cabeza y de su cuello – donde su cabello acariciaba sus hombros – empezó a crecer un pelaje color cobrizo. Su cuello se llenó de pelo, después la belleza de su espalda, firme y suculenta, se vio opacada por el pelo que comenzaba a cubrir cada centímetro de su piel. Siguió por su columna, por todo su cuerpo crecía pelo. No creía que estuviera viendo correctamente, así que comencé a acercarme más.
La sutil curvatura de sus glúteos y sus firmes piernas se perdió cuando se cubrieron completamente de pelo. Sus brazos eran un poco más delgados y – al igual que todo lo demás – estaban cubiertos del extraño pelaje. Reconocí entonces el color. Era del mismo tono que el del lobo que había visto hacía algunas noches.
Lo que me descubrió totalmente fue el pequeño ruido que hice con mi boca cuando observé una cola creciendo del cuerpo de Axel. Fue algo completamente perturbador y estuve a unos cuantos segundos de abalanzarme sobre él y clavar el cuchillo en su espalda. Estaba asustado y Axel volteó para verme. Sus ojos habían cambiado. Eran del mismo color que los suyos, pero tenían un brillo inusual. Espectral. Su cara estaba también cubierta en pelo y comenzaba a crecer un hocico. Dos orejas puntiagudas crecían sobre su cabeza. Era como si estuviera en un sueño. Era una pesadilla. Todo era terrible, quería ver el marcado y fuerte cuerpo de mi amigo. Anhelaba que estuviera desnudo frente a mí, pero en lugar de eso estaba contemplando a un monstruo. Ni siquiera tenía fuerzas para gritar. Había olvidado cómo gritar.
Axel abrió sus ojos y alcanzó a mencionar mi nombre. Más bien balbucear mi nombre, en eso levantó su mano donde tenía garras en lugar de dedos. No terminaba de ser una pata, pero tampoco era su fuerte brazo. Fue entonces cuando grité con todas mis fuerzas y corrí de vuelta a la casa. Iba llorando mientras bajaba la colina, traía rasguños en mis brazos, en mi cara. No me importaba, tenía que llegar a casa. No podía creer lo que había visto. Quería llegar corriendo a los brazos de Axel, pero era Axel quien me perseguía. Sabía que venía detrás de mí. Aunque no volteé la cabeza, lo podía sentir. Sabía que en cualquier minuto me alcanzaría la bestia de la que estaba corriendo. Quería solamente cruzar la barda de piedra, no tenía la certeza que fuera a funcionar, pero tenía que intentarlo. Era el solo instinto de llegar sano y salvo a casa.
Pasé enseguida de una gran roca y unos cuantos segundos después un cuerpo saltó sobre mi cabeza. Al intentar detenerme tan repentinamente, sobre la hojarasca del bosque, caí sobre mis nalgas y mis manos. Alcancé a ver el cuerpo del lobo volando sobre mí. Sus piernas estaban totalmente extendidas, y en su panza crecía un pelaje blanco. El animal cayó a unos cuantos pasos delante de mí y se dio la vuelta. Me estaba viendo fijamente. De la misma manera tan intensa que me había visto aquella otra noche. Me hice hacia atrás apoyándome de mis piernas y de mi brazo izquierdo, el derecho lo tenía sumamente lastimado por la caída. Mi rostro era de terror. Mis ojos estaban llenos de lágrimas.
―No… no… no… - solamente decía mientras intentaba inútilmente de huir. Me acorralé yo solo contra la roca. Quería con todas ganas entrar a la piedra y atravesarla para salir por el otro lado.
El lobo comenzó a aullar frente a mí. Esto hizo que me callara y me quedara quieto. Fue extraño. Caminó despacio hacia mí y deseé con todas mis fuerzas que tuviera el cuchillo conmigo. El lobo se siguió acercando hasta estar a unos cuantos centímetros de mi rostro. Cerré mis ojos y entendí que hasta ahí había llegado. Apreté los dientes y esperé el dolor.
Sentí algo caliente en mi mejilla izquierda. Algo húmedo. Cuando abrí mis ojos vi que estaba lamiendo mi piel. Estaba temblando, pero el animal seguía lamiéndome. No entendí qué estaba sucediendo. Después de unos cuantos minutos, se alejó despacio y se dirigió hacia atrás de unos pequeños arbustos que estaban a mi derecha. Desapareció detrás y al final, reapareció Axel. Mi amigo. Mi Axel. Estaba desnudo, un poco sucio en su pecho y en sus manos y piernas, pero era él. En verdad era él.
―Tranquilo Pequeño. No pasa nada… créeme. No, no voy a hacer daño. Tranquilo. Todo está bien.
Mis ojos, naturalmente eran de sorpresa, pero el estarlo viendo de pie frente a mí, con su cuerpo sudado y sucio, de alguna extraña manera me tranquilizó. Supe que él era el mismo lobo, lo supe en mi corazón. Además de haberlo visto transformarse y de regresar a la normalidad, además de todo eso – los ojos tienden a engañar a las personas – sabía en mi corazón que Axel era el lobo que había visto la otra noche, y que era él el que me había estado lamiendo hacía unos cuantos momentos. Lo supe en mi alma, lo supe cuando me perdí en la intensidad y la belleza de sus ojos.
―Me crees, ¿verdad?, ¿confías en mí?, necesito que confíes en mí Pequeño, dime… por favor, qué soy.
―Confío en ti… eres… eres – no podía terminar la frase, así que me puse de pie y caminé hacia él, aún envuelto en un estupor que era más que mi propia conciencia – eres hermoso.
1 comentario:
Wow, wow wow wow wow. Me encantó la escena, y como te dije Axel se está convirtiendo en mi personaje favorito de la historia, jaja.
No puedo creer que lo hayas escrito en una hora, you're my hero.
P.D: amo tu nueva foto de perfil ;)
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