9. Slana.
Siendo completamente sincero, el lugar no era como me imaginaba que viviría una manada ancestral de hombres lobos. Nos acercamos con cautela, tratando de guardar nuestra distancia, y además por el cansado viaje que estábamos a punto de concluir, esto obvio, asumiendo que nos permitieran quedarnos. Los lobos suelen ser muy territoriales, y que lleguen dos machos de improvisto y sin aviso alguno, podía no ser muy bien visto por el Alfa. Podía entonces, en ese momento, ordenarnos que regresáramos y enviarnos lejos de sus tierras, por las buenas o por las malas.
Un lobo de color blanco estaba de pie frente a la enorme puerta de madera del Castillo de Slana. La puerta estaba cerrada. Otros dos lobos se pusieron alerta cuando se dieron cuenta de nuestra presencia. Aparentemente habíamos interrumpido su ocupado día de descanso.
―¿Quiénes son? – Preguntó el lobo blanco - ¿Qué asuntos vienen a tratar al Castillo de Slana?
―Somos amigos. No pretendemos causar problemas o incomodar a nadie. Solamente venimos en busca de quien pueda ayudarnos. A nosotros, a nuestros hermanos y a nuestra manada. Somos hermanos – dijo Axel poniéndose un poco delante de mí, bloqueando mi vista del guardia de mi izquierda. Los ojos del animal blanco iban de Axel a mí.
―¿Quién eres? – me preguntó directamente.
―Mi nombre es Jordan – contesté con un tono tranquilo. Trataba de mantener la calma aunque me estuviera interrogando de una manera un tanto hostil. Pensé que lo mejor sería que nosotros nos mantuviéramos serenos. No teníamos la fuerza suficiente para defendernos en caso de un ataque, además estábamos en desventaja numérica.
―No estoy preguntando su nombre de hombre. ¿Quién eres? – preguntó de nuevo el lobo blanco.
―Es quien está a cargo de nuestra manada – contestó Axel, cerrándole más el paso al lobo que se estaba acercando a mí – un Alfa que no ha tenido la oportunidad de tomar el control debido a un usurpador y traidor. Controla el territorio oeste de California. Su nombre, como ya lo ha mencionado, es Jordan. Yo soy su Guardián. Hemos venido en busca de ayuda. Deseamos entrevistarnos con el líder de esta manada. Hay asuntos que se deben discutir solo entre dos Alfas.
En esta segunda ocasión, la respuesta pareció haber complacido al guardia quien volteó a ver a uno de sus compañeros y en el más tangible de los silencios le ordenó algo. No supimos qué era. Naturalmente estaba bloqueando nuestras mentes. Uno de los que estaban con él, empezó a trotar a lo largo de una de las murallas hasta que se detuvo y atravesó la pared. Escuché después la puerta cerrarse a lo lejos. Al poco tiempo la enorme puerta de madera se comenzó a abrir frente a nosotros para revelar un enorme patio circundado por altas bardas de piedra sólida. Definitivamente no era como me lo había imaginado. Guiado por las leyendas, suponía que encontraríamos tan solo animales salvajes viviendo en cuevas, aún si saber utilizar bien el lenguaje, sumamente atrasados. Lo que encontramos fue un castillo habitado, con fuego para calentarse y comida para saciar a todos los hambrientos inquilinos.
―Pueden entrar. Procuren comportarse, los estaremos vigilado. En cualquier lado que se encuentren, tendrán al menos un par de ojos sobre ustedes. Diríjanse con Nahtiash. Los estará esperando adentro, justo en las escaleras del Salón de recepción. El lobo blanco se hizo a un lado y nos permitió entrar.
En el patio, alrededor de hogueras y fogatas, había lobos echados sobre el piso, dormidos o comiendo. Humanos caminando cubiertos con gruesos abrigos de pieles, algunos afilaban sus lanzas o cuchillos, otros prendían las antorchas, o platicaban los unos con los otros frente a alguna fogata.
Las puertas del gran salón se abrieron ante nosotros y dejaron ante nuestra vista un enorme cuarto. En todo el lugar no había un solo mueble, las paredes estaban desiertas, solo permitiendo que existieran algunas antorchas que iluminaban – pobremente – el lugar. En la amplia explanada había lobos recostados, otros luchaban en algún rincón lejano. Aquellos que estaban despiertos, y que les llegaba a interesar, nos voltearon a ver con ojos de extrañeza y curiosidad.
Frente a nosotros había unas grandes escalinatas de mármol blanco, que giraban a la derecha y a la izquierda en un descanso superior. Al pie, en el segundo escalón, estaba un hombre alto, con un grueso abrigo de piel que cubría un cuerpo grande y musculoso. El tono de su tez era blanco, casi llegando a lo pálido. Sus manos eran fuertes y se podían notar las venas por donde corría su sangre, su rostro era intenso, fuerte. Tenía un largo cabello negro que bajaba por detrás de sus hombros en forma de abanico sobre su espalda. Era atractivo, en un sentido un tanto tétrico. Su imagen era imponente. En el salón él era el único humano que se encontraba a la vista. Estaba rodeado por cientos de lobos. Tenía que ser el Alfa.
―Le deseo todo bien, y en este momento ofrezco una disculpa por haber irrumpido de esta manera en sus diarias actividades. Ofrezco mi amistad como símbolo de compromiso y vengo a pedir ayuda – me sorprendía que Axel hablara de esa manera. No pensaba en él como un refinado diplomático, sino como el chico que era y me volvía loco – Que la luna y los que habitan el Cielo lo protejan, gran Nahtiash, Alfa de la Manada del Norte.
―Me honras con tus palabras, hermano, sin embargo debo declinarlas, pues no soy merecedor de tal saludo. Mi nombre en efecto es Nahtiash, pero te encuentras en un error al tomarme por Alfa de esta manada. Me temo que ese es un honor que no he llegado a experimentar. Por favor – extendió sus manos hacia nosotros – los invito a tomar su forma humana, dejen descansar a los lobos que los han traído desde tan lejos. Por favor.
Titubeando un poco, nos desligamos de nuestros animales y como un jinete cuando desmonta su caballo, sentimos la tranquilidad en nuestros cuerpos. Por fin el descanso. Tanto mi lobo como yo mismo, dejamos salir un confortante suspiro de alivio.
Nahtiash ordenó nos cubrieran de inmediato con ropa. Nos trajeron algunas capas y abrigos de piel. A pesar que nos encontrábamos descalzos y desnudos, los atuendos eran sumamente reconfortantes. Eran cálidos y acogedores. Me sentía tan extraño. No sabía qué decir, no sabía qué hacer o qué ocultar. Todo era sumamente bizarro.
―Pedimos hablar con quien esté a cargo de esta manada – dijo Axel cubriéndose con las pesadas pieles – y fuimos enviados aquí.
―Efectivamente, entiendo que desean hablar con nuestro Alfa. Aunque por el… momento no se encuentra disponible. Por favor, vengan conmigo, los llevaré a una habitación para que puedan calentarse y estar cómodos.
Seguimos a Nahtiash a lo largo de un pasillo de piedra – igual que el resto del castillo – iluminado cada tanto con antorchas que daban un cálido brillo. Llegamos frente a una puerta de madera con remaches de hierro. Nahtiash extendió sus blancas manos y la abrió. Estaba esperando encontrar una habitación completamente vacía, como la misma entrada al castillo, pero en lugar de eso la vista fue muy reconfortante. La habitación era cálida. Había tapetes cubriendo el suelo de piedra, del lado derecho un gran escritorio de madera con velas encendidas, incluso me pareció ver algunas plumas de ave dentro de un tintero de piedra negra con unas hojas enseguida. Sentí que me había transportado a un lugar muy lejano. Pensé que había dejado el siglo XXI y me había transportado a la Edad Media. Fue un sentimiento abrumador, demasiado abrumador, pero agradable. Mágico.
―Por favor, pasen – dijo Nahtiash.
A la mitad de la habitación había una enorme cama con un gran dosel que se elevaba hacia el techo del cuarto, hecho todo de madera. La cama se veía sumamente amigable, hacía tantas noches que no descansaba en un cómodo colchón. O al menos sobre una superficie totalmente plana. Quería entrar a tomar una ducha, quería dejarme acariciar por agua caliente y quería comer algo dulce. La habitación era totalmente acogedora.
―Tenemos todo lo que necesitan – comentó Nahtiash mientras entraba a la habitación y señalaba a una pequeña puerta que daba a un cuarto de baño en donde, según nos explicó nuestro anfitrión, había una amplia tina con agua caliente. En una mesa enseguida de la cama había una bandeja con fruta.
«Pónganse cómodos y siéntanse como en casa. Son órdenes de nuestro líder darles la más cordial bienvenida a todos quienes soliciten refugio en nuestro santuario. En unos momentos, a menos que deseen lo contrario, les traerán carne y algo de beber. ¿Está bien?
―De hecho – fue entonces cuando hablé desde que llegamos al lugar – preferimos descansar un poco.
―Entiendo. En las cocinas estarán esperando que Ustedes decidan comer. Regresaré en cuanto nuestro líder esté en posibilidad de recibirlos, aunque es necesario que les haga una petición. No dejen la habitación hasta que yo regrese. Que tengan buena noche caballeros, si llegan a necesitar cualquier cosa, por favor, no duden en pedirlo.
―Nos caería bien algo de ropa – dijo Axel.
Nahtiash entonces volteó a verlo y lo recorrió con la mirada. No de una manera obscena, como el tipo del antro el día de mi cumpleaños – y muchos más - sino que había algo de ternura en su mirada, de solidaridad, de comprensión. Como si supiera exactamente lo que habíamos vivido a lo largo de nuestra travesía.
―Mandaré algo inmediatamente. Descansen y siéntanse como en casa.
Permanecimos aproximadamente diez minutos solos. Lo suficiente para llenar la bañera, alta, de agua caliente y templar el baño con antorchas y el cuarto con la chimenea que estaba en la esquina. Axel trajo la bandeja con fruta e hizo una última salida a la habitación principal cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta. Gracias, alcancé a escuchar mientras me sumergía despacio a la bañera. En cuanto mis piernas estuvieron en contacto con el agua, sentí como mis preocupaciones se desvanecían, era como si estuviera experimentando el infinito placer previo a convertirme, solo que por más tiempo. Esta vez no fue por unos cuantos segundos, sino que fueron varios largos minutos de placer. No me molestaba lo caliente del agua, al contrario. Era algo confortante y sumamente tranquilizante. Estaba ya prácticamente sumergido en mi totalidad cuando Axel entró de nuevo al pequeño baño.
―Dejé tu ropa en la cama. Voy – se detuvo para contemplarme totalmente. Frente a Axel, no tenía vergüenza. Era algo totalmente familiar. Me gustó la sensación de tenerlo ahí de pie y que su mirada acariciara cada centímetro de mi cuerpo – estoy aquí afuera. Axel empezó a caminar hacia la puerta y fue entonces cuando le pedí que se quedara a mi lado. Que entrara y se relajara un poco.
―Por favor – le dije – acércate. He deseado por tanto tiempo tenerte junto a mí.
―Siempre estoy junto a ti. No puedo mantenerme alejado de ti.
―Sabes a lo que me refiero – extendí el brazo hacia su cuerpo. Pude notar que de mi piel se elevaba el vapor del agua caliente, el cuarto debía de estar helado.
«Hace frío. Entra conmigo. Extraño tu cuerpo, tu piel – Axel se fue acercando poco a poco y yo me puse de pie frente a él. De mis hombros salía vapor. Relájate un poco, ve lo que hemos logrado, tu nos trajiste hasta acá. Has hecho un excelente trabajo, pero ahora es tiempo de descansar un poco, debemos recuperar nuestras fuerzas. Ven… acércate un poco más»
Axel se puso junto a mí, estaba de pie sobre el piso de piedra y yo estaba sobre el fondo de la bañera. Me moría de ganas por tenerlo a mi lado, ahí dentro, conmigo. Coloqué mis manos en sus hombros, debajo del abrigo de piel. La electricidad que siempre me ocasionaba cuando lo tocaba me envolvió al instante. Cada pliegue y cada parte de él, me resultaban totalmente familiares. Su piel siempre estaba caliente, pero en esta ocasión estaba un poco más fresca. Esto me preocupó. Moví mis manos e hice que el pesado abrigo cayera al suelo. Su cuerpo desnudo quedó frente a mis ojos, con todo su esplendor. Era un espectáculo que siempre había disfrutado, el tono de su piel me resultaba sumamente seductor y más aún con el baile de las flamas de las antorchas. Sus ojos me hipnotizaban con tan solo una mirada, me incitaban a acariciar sus labios, a tocar sus brazos y a aventurarme pasando su cintura. Tomé sus manos y le pedí que entrara.
Cuando regresamos a la habitación principal, me recosté en la cama debajo de mantas de lana y cobertores de piel, mi cuerpo había estado anhelando descansar en un lugar así. Empecé a pensar y a dejar que el dulce aliento del sueño me envolviera. Cerré mis ojos y en mi mente solamente flotaban las imágenes de Axel frente a mí. Su espalda brillaba con las luces que estaban a nuestro lado, ese tono de miel revuelto con canela captaba toda la atención de mi mirada. Mis manos se acoplaban completamente a su cintura, sentía un enorme placer cada vez que entraba y salía de él. Los brazos de Axel estaban apoyados contra la orilla de la tina, escuchaba el eco de sus gemidos y eso me hacía penetrarlo con más fuerza. Con cada movimiento sus glúteos chocaban contra mí con un sonido delicioso. Me incliné hacia delante y empecé a besar su espalda, recorrí la mitad de su cuerpo con la punta de mi lengua, y esto pareció encender más a mi compañero.
Estaba recordando, mientras trataba de dormirme, que nunca había considerado a Axel como mi Guardián; era mi amigo, mi amante, mi novio. Pero nunca lo había pensado de esa manera… comencé mis embestidas con un poco más de fuerza y su cabeza ser arqueó hacia atrás, levantó la mirada y soltó un aullido que me acarició los oídos de una forma sumamente mágica. Nunca lo había podido experimentar de esa manera, nunca habíamos tenido una conexión tan clara y fuerte. De pronto comencé a ver lo que él mismo estaba viendo. Sentir lo que estaba sintiendo. Conforme lo penetraba con más fuerza, podía sentir también que alguien estaba detrás de mí, pero éramos solo él y yo. Nuestro momento privado. Nuestro momento mágico. Sin poderme controlar comencé a gritar y a gemir con más fuerza, de pronto la espalda de Axel se cubrió de un pelaje dorado con un tono de cobre. El tono perfecto, de mi lobo perfecto. Alcancé a presenciar su transformación, a través de sus ojos, y vi con los míos cómo su cola crecía y me acariciaba el abdomen.
Después de que el sueño me venció, volví a abrir los ojos. Esta vez no con sorpresa o agitación, como lo hacía cada vez que dormía en mi forma humana, no había tenido sueños algunos – o si los llegué a tener no los recordaba. Axel todavía estaba durmiendo a mi lado. Permanecí unos cuantos minutos viéndolo en su postura. Creo que no hay imagen más tranquilizante que ver a la persona que amas y que más admiras, perdido en el mundo de los sueños. Intenté no despertarlo, cuando salí de la cama, pero no tuve éxito.
―¿A dónde vas? – me preguntó abriendo sus hermosos ojos.
―Tranquilo, quería ver si había algo de comer.
―Me parece que nos terminamos todo allá adentro – dijo con una tímida sonrisa – podemos pedir que nos sirvan algo, voy a llamar a Nahtiash.
―No, tu tranquilo. Quédate recostado, ya has hecho demasiado. Iré yo.
Cuando estaba por llegar a la puerta, escuché unos pequeños golpes del otro lado. Justamente Nahtiash estaba de pie con dos chicos detrás de él, uno con una garrafa y el otro sostenía una charola más grande que la que teníamos en la habitación cuando llegamos.
―Supongo que tienen hambre – dijo Nahtiash.
―Justamente estaba pensando en ir a llamarlo – le dije con una sonrisa mientras me hacía a un lado para que entraran.
―Por favor… háblame como a un amigo, y espero que pueda hacer lo mismo con ustedes.
Axel se puso de pie y se cubrió con una capa que estaba sobre una silla al lado de la cama.
―Lamento molestarlos, pero tenemos una cita pendiente – dijo mirando fijamente a Axel – me pidieron que les informara que los están esperando.
―Gracias, eres muy amable Nahtiash.
Sin más protocolos salimos de la habitación y cruzamos el largo pasillo hasta el otro extremo, donde había una enorme puerta de madera con figuras talladas en ella. Del lado derecho estaba un hombre erguido, estaba desnudo y solamente una capa que llegaba hasta el suelo lo cubría. En su pecho se podía ver que algo pendía de una gruesa cadena. Era un medallón, con un escudo de armas grabado dentro. Del lado izquierdo, viendo al hombre, estaba un majestuoso lobo sobre una roca. Tenía la mirada serena y sus orejas sumamente atentas. Sus firmes patas estaban talladas de una manera majestuosa, minuciosamente labradas. Las jaladeras de la puerta, que estaba una de un lado y la otra del otro, era una luna en cuarto menguante del lado del lobo y un sol con rayos largos y potentes del lado del humano. Me pareció un trabajo digno de admirarse e incluso de reverenciarse. No supe por qué, pero al llegar frente a la puerta, incliné mi cabeza y cerré mis ojos.
La habitación era el doble del tamaño que en la nos habíamos encontrado nosotros. Pasando las puertas había un pequeño pasillo, flanqueado por dos antorchas a cada lado, la habitación – al término del pequeño corredor – era totalmente circular. Justo en medio estaba la cama con un dosel de color rojo brillante y acabados dorados. Las almohadas eran del mismo color al igual que el sinnúmero de cojines que había en todo el cuarto.
Las pieles que cubrían el lecho caían hasta el suelo y los pilares de la cama era de madera tallada, había estrellas y lunas a todo lo largo. Los demás muebles que había en la habitación se encontraban de una manera simétrica, tanto a la derecha como a la izquierda. Con excepción de un taburete redondo que era casi de la misma altura que la cama. Sobre él se encontraba un hermoso lobo color canela, con los ojos cerrados. Junto al animal, en un sillón de respaldo alto con orejeras a los lados, estaba un hombre delgado de facciones finas, con el cabello largo – igual que el de Nahtiash – de color blanco. Sus ojos, según después pude apreciar, eran de color gris. Definitivamente lo más llamativo de este hombre era su barba. Tenía una fina y delineada barba en forma de triángulo, era corta y de color negro. Resaltaba a la vista en comparación con su cabellera blanca. En una de sus manos exhibía dos hermosos anillos, uno con una piedra del mismo color que la habitación, el otro era solamente una argolla. El hombre acariciaba tiernamente, mostrando orgullosamente los anillos, el lomo del lobo que dormía a su lado. En su rostro había un brillo de lujuria cada vez que enredaba sus dedos en el pelaje del animal. Nos dimos cuenta que estaba desnudo, cubierto por uno abrigo – como los que nos habían proporcionado a nuestra llegada.
―Bienvenidos – dijo Nahtiash y el lobo que dormía a su lado abrió los ojos y levantó la cabeza, nos miró primero a Axel y después clavó su mirada penetrante en mi rostro. Me vio directamente a mis ojos – me permito presentarles al líder de esta manada: Nikolai Kolya Elʹ-Grande.
El aludido dejó de ver al lobo por unos segundos, vio a Axel y después a mí, luego continuó con lo que estaba haciendo. En su rostro se escondía una pequeña y disimulada sonrisa. Seguramente estaba recordando algo. Entonces Axel dio un paso al frente e inclinó la cabeza y comenzó a hablar.
―Nosotros somos Axel y él es Jordan. Alfa de la manada que habita las Tierras del Oeste, junto al océano.
La presentación que Axel hizo me sorprendió totalmente. Mi mirada se posó sobre él tratando de lograr que me viera pero no dejó de hablar frente a Nikolai.
«Hemos venido en una misión de suma importancia – prosiguió Axel – nuestra manada se encuentra en problemas. Hemos sido invadidos por aquellos quienes, aprovechando la magia que reside en nuestros cuerpos, solamente conocen el dominio y el control por medio de la fuerza. La situación en nuestras tierras es delicada. Nos hemos visto en la necesidad de salir en busca de ayuda. Es por esto, Gran Nikolai Kolya que hemos llegado hasta sus puertas»
«Me parece que, según puedo apreciar, el hecho que venga acompañado de mi Alfa es prueba suficiente que nos encontramos en un momento de desesperación»
No podía dar crédito a las palabras que estaba escuchando. Todo me parecía sumamente absurdo. ¿Alfa? No podía ser. ¿Su Alfa?
―Veo que no te convences de tu posición dentro de tu misma manada – escuché la voz de quien seguramente debía de ser Nikolai. Esto me asombró aún más. No estábamos transformados y aún así podía escucharlo claramente.
«Esa es precisamente la prueba que necesitaba, mi joven Alfa. Solo los verdaderos líderes se pueden escuchar sin necesidad de estar convertidos. Sabía que no creerías nada de lo que tu Guardián ha dicho, pero he aquí la prueba que necesitabas. Sé que se encuentran desesperados, y sé qué es lo que vienen a solicitarme. Puedo brindarles alimento, calor y vestido, por ahora. Pero hasta el momento en que éste favor – por más desesperado que sea – no provenga de tu dulce boca, me temo que no hay mucho que se pueda hacer»
«Tu Guardián ha hecho bien en llevar las presentaciones, ha hablado como lo hacían los caballeros del viejo mundo, pero ahora es tu turno, Alfa. Dime, ¿Qué asuntos te traen a mis tierras?»
Sabía que Nikolai estaba esperando que hablara, pero no podía articular palabra alguna. Era demasiado para mí, no me esperaba esto. Durante todo el viaje había pensado que yo acompañaba a Axel, no que era al revés, y mucho menos que él me estuviera escoltando, ¿a mí? ¿Por qué no me había dicho nada de esto? O tal vez lo hizo y no había querido creerlo. Ahora todos volteaban a verme. Tenían sus miradas clavadas en mí, y supe entonces lo que tenía que hacer.
―Estamos siendo sometidos en nuestras propias tierras. El Anciano que habitaba entre nosotros fue víctima de una traición que, trágicamente, le costó la vida. Por sus enseñanzas nuestra manada siempre creció con el ideal del territorio, pero nunca merodeamos por otros lugares y nunca nos atravesamos en el camino de otros. Ahora, debido a su eterna ausencia, otros han llegado a reclamar un lugar que no les corresponde. En adición a esto el actual Alfa – fue entonces cuando comprendí que no merecía ser llamado así – el impostor que se hace pasar por Alfa ha permitido la entrada a extraños que solamente están comenzando a someter a nuestra manada.
«De no hacer nada, mucho me temo que no encontraremos nada a nuestro regreso, más que a los que realmente amamos, arrodillados o postrados frente a aquellos que nos intentan dominar. En respuesta a su pregunta, queremos ayuda para mantener a los enemigos de la libertad y de la paz, fuera de nuestros terrenos, pero es mi deseo que el que ocasionó y facilitó todo esto, permanezca a mi lado. Somos capaces de aplicar una sanción justa y equivalente a sus acciones., como una reciprocidad por lo que ha hecho»
«Pedimos solamente, Nikolai Kolya, la ayuda fraternal que es debida y ha sido proporcionada a otras manadas, para recuperar nuestras tierras y para que pueda reclamar mi posición que, por derecho, me pertenece»
Todos guardaron silencio. Entonces Nikolai se levantó, el lobo postrado a su lado levantó la cabeza y se puso en alerta. Nikolai cerró su abrigo y se dirigió a nuestro lado.
―Pueden llamarme Nikolai.
1 comentario:
Wow... no manches, la novena larga. Me encanto la parte del jacuzzi, jaja, me recordó algo sexy que hice este mes ;)
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