―¿Quién… quién eres? ―preguntó el muchacho.
―Un viejo amigo. No te preocupes, sé que me has
buscado todos estos años. Por favor, calma… no deseo hacerte daño, al
contrario. He venido a darte las gracias.
―¿Agradecerme? ¿Por qué? ―Justin trataba de encontrar
una mejor visión del extraño hombre que hablaba desde el balcón― ¿Quién eres?
―Hace muchos años me ayudaste a recuperarme. Estoy en
deuda contigo Justin. Me he percatado de que nunca tuve la cortesía de
agradecerte, así que es lo que he venido a hacer esta noche. Agradecerte
formalmente, por tu sangre ―el hombre aspiró profunda y lentamente, como saboreando
el aroma que salía desde la habitación. Emitió un gemido de placer y continuó hablando,
antes de que Justin pudiera interrumpirlo―; el aroma a tu sudor y tu juventud
hierve desde dentro de ti. Te envuelve completamente, Justin. Delicioso.
«Ese aroma, ese aroma tan maravilloso de un ser humano
en la plenitud de la vida, para un vampiro como yo, resulta, sencillamente, irresistible
―el hombre volvió a aspirar profundamente―; y veo que aún tienes esa preciosa
sangre. Aquella sangre que me ayudó a seguir existiendo, aquella sangre que generosamente
compartiste conmigo hace once años. La sangre de un ser puro, virgen.
«Disculpa mi atrevimiento, y mis palabras, Justin,
solo que ahora que me encuentro aquí, me resulta una tortura no tenerte entre
mis brazos. Me resulta casi imposible contenerme. Beber de ti nuevamente, será
una sensación sumamente placentera, de eso, estoy seguro.
Justin, al escuchar las palabras de aquel ser, comenzó
a sentir que la emoción lo envolvía completamente, y al parecer eso era
precisamente lo que hacía que el vampiro se deleitara aún más. El efecto de la
conversación, también, tuvo sus reacciones sobre el cuerpo de Justin. Dejó de
sentir miedo y comenzó a experimentar una mezcla afrodisiaca de lujuria e
intriga.
Sintió que su erección se hacía más y más evidente,
debajo de la tela negra del bóxer que traía puesto. Caminó un poco más hacia la
puerta y corrió las transparentes cortinas que colgaban del marco. Vio el cuerpo
del vampiro y su rostro envuelto en sombras. Una figura sumamente sensual,
incluso mejor que como lo había imaginado.
El vampiro aspiró por tercera ocasión y fue cuando se
percató que el aroma que lo mantenía al borde de la locura provenía de la
entrepierna del muchacho. Un aroma delicioso, irresistible, que estaba jugando
con los pensamientos del vampiro; un aroma que lo volvía loco.
―Tu aroma… tu aroma se hace cada vez más fuerte.
Siento tu vigor, tu deseo… pero tu aroma tortura todos mis sentidos.
«Justin, yo soy lo que siempre has buscado… aquél
extraño que tuviste en tu habitación, hace tantos años. El primer hombre que
deseaste. Soy con quien has soñando, quien has deseado que te tome
repentinamente. A mi lado, pequeño Alfa, podrás tener lo que siempre has
querido, hacer lo que siempre has soñado, incluso… darte una compañía más
placentera que la que el ingenuo mortal te puede dar.
Justin no sabía qué decir. Estaba frente a frente con
el vampiro, manteniendo las delgadas cortinas corridas hacia cada lado. Su
corazón latía con fuerza, el deseo se marcó debajo de su bóxer y sus brazos y
pecho comenzaron a sudar.
―¿Por qué no entras? ―pregunto Justin con un fallido
intento de sonar tranquilo, aunque sabía que sus pensamientos y sus hormonas lo
delataba―, ¿Quién… quién eres?
―No puedo entrar a menos que tú me lo pidas y en
verdad lo desees. Vamos Justin, después de haber leído tanto acerca de
nosotros, lo debes saber ¿cierto?
Ambos guardaron silencio.
Después, Justin dio unos cuantos pasos hacia atrás,
despacio. Hasta que chocó contra la cama, se sentó en ella; entonces sucumbió
ante sus deseos y sueños.
―Pasa ―dijo el chico―, quiero que… entres.
El hombre en el balcón guardó silencio, pero Justin
tuvo una extraña sensación de que estaba sonriendo. Después comenzó a caminar,
primero dio un paso, luego otro. Atravesó el umbral de la puerta y se encaminó
hacia el joven. Llegó a su lado y Justin preguntó:
―¿Quién eres?
―Mi nombre es Claud… ¿en serio quieres que entre? ―Preguntó
el vampiro mientras colocaba su mano sobre el pecho del muchacho, para recostarlo
completamente sobre la cama― Después de esta noche… nada volverá a ser igual, pequeño
Alfa.
―Te quiero… quiero que entres ―dijo al fin Justin,
mientras cerraba sus ojos y dejaba que la helada mano de Claud encendiera cada
poro de su cuerpo, sus pezones se endurecieron e instintivamente mojó sus
labios con su lengua.
La mano de Claud acarició su pecho y bajó por su
abdomen, hasta su entrepierna.
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