Después de disfrutar un poco de la vista, la Rue
Bourbon brillaba con vida y colores, pensó en continuar con su investigación.
Pero el cansancio del viaje y el escenario que entonces tenía frente a sus
ojos, le llamaba poderosamente la atención: de los balcones pendían banderas
multicolores simbolizando la armonía y la diversidad de todas las personas, los
estandartes de la cultura gay y sus orgullosos embajadores: muchachos con cuerpos
de ensueño, esculpidos probablemente por ángeles, tomados de sus manos en plena
calle, sin camisetas o con playeras seductoras que dejaban poco a la imaginación.
Justin disfrutaba pasar horas y horas sentado en el balcón,
mientras veía pasar a las personas allá abajo. Soñaba con el día en que Mark
pudiera estar ahí con él, y en esa ocasión recordó la promesa que se hicieron
de verse para el Acción de Gracias. Mark lo iba a visitar y recordarlo le
dibujó una hermosa sonrisa en su rostro.
Cuando regresó al interior de la habitación, se quitó
la bermuda que traía y la playera blanca. El cálido ambiente de la habitación resultaba
agradable, pero tenía su cuerpo demasiado acalorado y cubierto de sudor, así que
prefirió sentarse justo en el camino de una corriente de aire. Experimentó una
sensación relajante y placentera; sentado en la silla de su escritorio, encendió
su laptop recibió las caricias de la brisa cálida que entraba por la ventana.
De las bolsas que había traído de la gasolinera, tomó
una cerveza y comenzó a beber, se recordó que debía comprar comida nuevamente,
cuando dejó las demás latas en el refrigerador casi vacío.
Como si no hubieran hablado y mensajeado todo el
camino, Mark de nuevo envió mensajes al celular de Justin y aquella sonrisa se
intensificó.
Mientras tanto, Justin entró a una página que había
descubierto hacía unos cuantos días y que no había tenido la oportunidad de
revisarla íntegramente. La obsesión que Justin sentía hacia el mundo vampírico,
para muchos no tenía sentido; sin embargo, en su mente permanecía un recuerdo sumamente
vago de algo que había sucedido, hacía unos diez u once años, pero no estaba completamente
seguro qué era.
Recordaba que una noche se encontraba dormido en una
habitación, en la casa de Amy, de pronto sintió mucho frío en su cuello, como
si una mano de hielo lo intentara ahorcar. Pero después, inmediatamente
después, sintió un intenso calor. Se despertó agitado e intentó ponerse de pie,
pero estaba sumamente débil.
Caminó hasta el espejo, encendió una pequeña lámpara y
vio dos puntos de color rojo, como lunares en su cuello. Picaduras de mosquito, pensó. Nunca comentó nada al respecto, a
nadie, ni siquiera a Jordan quien estaba sentado en el pasillo de la casa,
solo, cuando salió de su habitación aquella noche.
Mark intentaba seguirle la corriente, la verdad es que
le encantaba esa loca obsesión de su novio. No intentó comprenderlo, sino que
se deleitaba con la manera en que Justin abordaba el tema. Incluso, al entender
que Justin no dejaría el tema en paz, lo quiso complacer con aventuras y juegos
en el que él mordía su cuello, lo besaba apasionadamente, al pretender alimentarse
de su sangre. Era divertido, aunque, de pronto, en realidad se preocupaba por
la obsesión de Justin.
Mientras ambos conversaban, Justin sintió de nuevo una
corriente de aire helado que abrazaba su torso desnudo. Entonces escuchó un
pequeño ruido en el balcón. Se puso alerta y volteó hacia fuera, pero
comprendió que el ruido provenía del bullicio de la multitud debajo de sus
pies.
Intentó relajarse y continuar leyendo, pero el
sentimiento de ser observado no desaparecía de su mente, y la sensación de
fuego dentro de sus pulmones tampoco. Fue entonces cuando se puso de pie, sin
contestar el último mensaje de Mark.
―Me alegro volver a encontrarte, Justin ―la voz del
hombre que estaba en el balcón era una voz sumamente seductora, del tipo que le
gustaba escuchar a Justin—, me alegro mucho realmente.
Justin sintió miedo, pero se tranquilizó después de un
momento, no entendió el motivo.
La figura de aquel hombre estaba envuelta en sombras,
pero podía decir que era alto, delgado y se observaba que traía su cabello
largo hasta los hombros. La postura del hombre resultó bastante confiada,
estaba recargado contra el barandal de fierro forjado.
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