¿Qué entendemos por belleza?
¿Qué es algo verdaderamente bello?
Estas interrogantes, y muchas otras de su misma naturaleza y tesitura, giran dentro de la mente del hombre como sólo algunos de los principales y más importantes cuestionamientos a los que debe dar respuesta.
La Real Academia Española (RAE), define la palabra como aquella “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas”. Y en el campo de las artes, nos dice que es: “La que se produce de modo cabal y conforme a los principios estéticos, por imitación de la naturaleza o por intuición del espíritu.”
A pesar de lo anterior, cada ser humano puede definir lo que a su percepción es belleza y puede encontrar decenas y centenas de ejemplos en los que fundar su definición le resultará sumamente sencillo.
Dentro de las propias cavilaciones y reflexiones que se generan en torno a este tema, a mi parecer, la belleza ―y me arriesgo en este momento a sonar como un completo idealista que afirma, testarudamente, que esta cualidad sensorial sólo (y recalco el sólo) se encuentra en el interior de las personas; lo que me resulta no solamente incorrecto sino que por demás obstinado ya que hay personas que, de ser éste el caso, no poseerían belleza alguna― podemos encontrarla en diversos lugares, objetos, personas y situaciones de la vida cotidiana.
Hace ya más de 300 años, los antiguos griegos se enfocaron en entender qué es la belleza y dónde podían encontrarla. Tan es así que (naturalmente con una perspectiva actual) podemos interpretar sus obras y pensamientos filosóficos, además de los eventos culturales y deportivos, y encontrar un claro y rotundo ejemplo a la importancia que representaba la belleza del hombre (entendido como cualquier ser humano).
Esto me deja una nueva interrogante: ¿Cambiaron nuestros “parámetros” de belleza? ¿La vara con la que medimos la magnitud de la belleza de una persona, o de alguna escena o de una sensación; ha cambiado en un período de 300 años?
A lo que me refiero en este aspecto, es que la necesidad de la conciencia humana (impulsado a su vez por una conciencia colectiva) de demostrar un físico visible y sensorialmente admirable, continúa presente y vigente hasta nuestros días, después de años y años de historia universal, después de guerras, de invasiones, caídas y nacimientos de imperios; después de todo un deambular de la raza humana, tal pareciera que se siguen aún los mismos ideales y paradigmas de la estética física. Pero eso no es belleza, ¿o sí?
Ahora bien, una pregunta aún más interesante sería la siguiente: ¿Continuamos con esos mismos ideales y parámetros de perfección física, o regresamos y retomamos los pensamientos de las culturas antiguas que nos presentaban a la belleza representada, en principio, por el cuerpo y, después, por los conceptos de inteligencia, entendimiento, coherencia y fortaleza de espíritu.
¿Se ha presentado algún cambio trascendental en los términos bello y hermoso, o sólo los hemos adecuado a nuestro tiempo y entendimiento? ¿Hemos regresado a aquellos años en que se presentaban abiertamente las atribuciones anatómicas en plazas públicas y gimnasios, o es que verdaderamente nunca dejamos de seguirlos y desearlos, aunque sea sólo bajo el cobijo de la caprichosa idea del secreto?
¿Encontramos verdaderamente mucha diferencia, en aquellos días y los que actualmente vivimos?
Todos buscamos la belleza. Todos anhelamos encontrarla y conservarla.
Ya sea a través de alguna otra persona, en una pintura, en alguna figura o en nosotros mismos. Todos deseamos tenerla pues esto implica una sensación de tranquilidad y armonía en nuestro medio ambiente.
En estos entornos, cada vez más caóticos, siguen surgiendo muestras genuinas de una magnífica belleza y nos aferramos a cerrar nuestros sentidos y así las dejamos pasar de lado. Aún en estos días, a pesar de todas las circunstancias que suceden en el mundo y en los millones y millones de mundos que formamos cada hombre, mujer, niño, anciano; hijos y padres, hermanos y amantes; aún en esos millones de universos la belleza surge con facilidad ante nuestros ojos.
Sólo debemos desear percibirla, tal y cual se nos presenta.
¿Qué entendemos por belleza?
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