―¡Maldita sea! ―gritó él de una manera inexplicable― ¿Por qué demonios siempre estas con él? ¿Por qué rayos tuvo que ser él?
En medio de toda mi confusión, de todas mis preocupaciones, yo conocía las respuestas a esas preguntas, así que tomé aire, respiré tranquilamente, lo vi directo a sus ojos centellantes de rabia y contesté:
―Porque él me ama tan deliciosamente…
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