Daniel
es una persona hedonista, que busca el placer por el placer mismo.
Desea
encontrar la felicidad de la vida a través del placer; se resiste a tener
experiencias que lo lleven directamente al sufrimiento, por lo que mantiene una
postura cómoda, pues simplemente
desea que las experiencias de su vida sean dulces y placenteras. Su conducta,
su existencia, gira en torno a la felicidad y a hacer felices a los demás seres
que conviven con él.
Es
un hombre que está enfocado —y empeñado— en alcanzar el placer, a través de los
clientes que lo buscan; tiene una afición hacia la pasión, el erotismo y la
sensualidad como medios que llevan a la verdadera felicidad.
Se
concentra en tener a su alcance perspectivas que le representen placer y no
acepta las tristezas del mundo; si bien no las desconoce, no desea ser presa
suya.
Es
alguien con una personalidad sumamente confiada en sí mismo, con el pensamiento
de estar para servir a los demás, por lo que, en cierta medida, nadie le sirve a
él. No depende de alguien.
Está
para ayudar a la gente a satisfacer sus deseos, alcanzar sus fantasías y tocar
sus sueños; sin embargo, aunque piensa que nadie le ayuda a él, y que no
necesita a los demás, todo resulta ser simplemente un círculo, una simbiosis
entre él y sus clientes. Ellos lo necesitan tanto como él a ellos.
Está
convencido en que es el mejor en lo que hace, pues nadie lo hace como él. Esta
actitud la exterioriza frente a los demás muchachos que se dedican al arte de
vender caricias, se manifiesta en la posición que ocupa en la calle y en la
relación con sus clientes, sobre todo con sus clientes.
La
historia de Daniel gira en torno a un ideal: alcanzar el sueño de vida, tener
una aventura que deje en él una marca; enseñanzas, vivencias, que le hagan
abrir sus ojos al mundo, lo que encuentra cuando se dedica a la prostitución en
París.
Su
visión consiste en buscar, tener y dar placer, como el único camino a la
felicidad y a la plenitud humana.
En
cada cliente busca un elemento diferente para maravillarse nuevamente. Se
encuentra en un constante proceso de reapertura a las maravillas del mundo, a
los puntos de vista, las opiniones, los sentimientos y pensamientos de sus
clientes, que comparte cubierto con las silenciosas sábanas de hoteles y
costosas habitaciones en los edificios de París.
Es
un coleccionista de experiencias y personas, los atesora celosamente pues desea
enriquecerse con las experiencias y mantener el conocimiento que la vida le
brinda con cada caricia, cada beso, cada embestida.
Todos son diferentes, afirma
Daniel. Para él cada cliente representa una nueva perspectiva de la vida, una
que jamás había contemplado.
¿Quién
es Daniel? Es el hombre más rico del mundo, pues su riqueza son los pensamientos,
recuerdos, la tristeza, el llanto.
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