Al final de cada día, despues de la pesada jornada, regreso a casa, me acuesto en la cama, cierro mis ojos y me preparo para sumergirme en el mundo de los sueños.
Inmediatamente el silencio de la habitación me envuelve con su manto de seda oscura, de hilos de plata tejidos por la luna.
Me arropa con una serenidad maravillosa.
Despues del ruido caótico de la ciudad, del monstruoso sonido de los motores de automóviles, el escandaloso grito de los vehículos de emergencia.
Despues de encerrarme en mi mundo, dentro del auto, con el sonido de las canciones en la radio; después de estas manifestaciones despiadas que entran a través de mis oidos, cierro mis ojos y me concentro en el sonido que hay a mi alrrededor.
Paz.
Serenidad.
Tranquilidad.
Calma.
Es ese sonido que todos conocemos e identificamos plenamente, que todos sabemos se llama silencio.
El silencio de la noche, qué sinfonía más maravillosa. Comparte tiempo, lugar y sentimiento directamente con el hombre. Una perfecta humildad.
Está ahí
¡Delante de nuestros ojos!
El sonido del silencio, esa mezcla embriagante de pensamiento y sentimiento que condimenta las sensaciones de cada noche. Adereza con dulzura todas las emociones del día.
El silencio de la noche, nace del alma y florece hacia nuestro exterior y hacia todo nuestro alrededor.
El silencio de la noche, me permite suspirar de gozo y llorar de tristeza porque no juzga, sino que me acompaña en este sendero amarillo que llamamos "vida".
El silencio de la noche, cerremos nuestros ojos... Y escuchémoslo.
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La belleza de la vida la encuentras en la misma vida
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