¿Qué
significan para aquellas enseñanzas que se impartieron hace miles de años por
cierto personaje, príncipe hindú que quiso eliminar el sufrimiento del ser
humano?
La
práctica budista —ya sea desde los laicos o con los religiosos comprometidos a
ésta— se centra fundamentalmente en ciertos principios éticos que se resumen en
cinco puntos, cuya característica principal es que son guías o caminos a seguir y no imposiciones (una de las diferencias,
entre muchas otras, con las religiones occidentales).
Estos
puntos son:
1.
Respetar
la vida (incluye TODO tipo de vida)
2.
No
tomar lo que no me es dado
3. Mantener
una conducta sexual correcta (punto delicado y controversial desde el momento
en que nos preguntamos ¿qué entendemos por correcto?
En relación a este precepto, la práctica budista prohíbe a sus monjes cualquier
conducta sexual, por lo tanto solamente nos resulta aplicable a los laicos —esto,
al menos, de manera muy genérica—. En cuanto a la conducta sexual correcta, se
ha dicho que se entiende por incorrectas
aquellas relaciones que causan dolor o sufrimiento a uno mismo o a otra persona
directamente involucrada en dicha relación. De ahí en fuera entendemos que
cualquier relación que esté distante a causar algún daño a sus intervinientes,
resulta una conducta sexual correcta).
4.
No
hablar de manera dañina (referente a las mentiras, injurias, calumnias y demás
conversaciones simplemente banales o inservibles para la persona y su
espiritualidad).
5.
No
tomar intoxicantes. Existen varias posturas, atendiendo a las numerosas escuelas
budistas que existen, en cuanto a cuáles son las sustancias intoxicantes.
Algunos refieren que son aquellas que alteren el funcionamiento normal del
organismo (drogas, nicotina e incluso el café); sin embargo, otras escuelas
argumentan que son aquellas que no se encuentran autorizadas expresamente por
regulaciones públicas y que además de una alteración producen daños
irreparables al organismo (un claro ejemplo serían las drogas que son ilícitas).
Sin embargo todas estas variantes arriban a un punto de convergencia: el uso de
cualquier droga, en exceso, atenta contra este principio.
Éstos
son los cinco principios éticos que contempla la práctica budista; aunque,
además de cumplirlos a cabalidad, considero que la obligación de cualquier
seguidor de esta filosofía —me refiero a los laicos— va más allá de estas
cuestiones y se traduce en la necesidad de encontrar un punto medio, un
equilibrio en los actos que realizamos cotidianamente.
Resulta
bastante difícil, por ejemplo, no hablar de manera dañina puesto que en nuestro
diario existir convivimos con otras personas e irremediablemente hablamos
pestes de quienes nos rodean (especialmente en la cultura occidental donde
estamos tan inmersos en nuestros asuntos y nuestro trabajo que simplemente nos
olvidamos de los demás).
Encontrar
un punto medio, entonces, resulta lo más cercano a una correcta aplicación de
la filosofía budista a nuestra existencia. Todo se resume en ello: debemos
mantener un punto medio para encontrar un balance natural de las cosas.
[...]
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