Hades
En la mitología griega, Hades (el ‘invisible’), el dios del inframundo, era un hijo de los Titanes Cronos y Rea. Tenía tres hermanas, Deméter, Hestia y Hera, así como dos hermanos, Zeus (el menor de todos) y Poseidón. Juntos constituían los seis dioses olímpicos originales.
Tras hacerse adulto, Zeus logró obligar a su padre a que regurgitase a sus hermanos. Tras ser liberados, los jóvenes dioses, junto a los aliados que lograron reunir, desafiaron el poder de los dioses mayores en la Titanomaquia, una guerra divina. Zeus, Poseidón y Hades recibieron armas de los tres Cíclopes como ayuda para la guerra: Zeus los truenos, Poseidón el tridente y Hades un casco de invisibilidad. La noche anterior a la primera batalla, Hades se puso su casco y, siendo invisible, se infiltró en el campamento de los Titanes y destruyó sus armas. La guerra duró diez años y terminó con la victoria de los dioses jóvenes. Tras esta victoria, según a un único pasaje famoso de la Ilíada, Hades y sus dos hermanos menores, Poseidón y Zeus, echaron a suertes los reinos a gobernar. Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y Hades recibió el inframundo, el reino invisible al que los muertos van tras dejar el mundo, así como todas las cosas bajo tierra. Fue así como los tres hermanos se convirtieron en los dioses supremos de la cultura griega.
Hades obtuvo su consorte definitiva y reina, Perséfone, mediante artimañas, en una historia que conectaba los antiguos misterios eleusinos con el panteón olímpico en un mito fundacional del reino de los muertos. Helios le dijo a la llorosa Deméter sobre Hades «que no es un indigno yerno el soberano de tantos, que es de tu misma semilla y sabes bien dónde vive y qué lote le tocó cuando se hizo el reparto entre los tres hermanos...»
A pesar de las connotaciones modernas de la muerte como maldad, Hades tenía en realidad un carácter más altruista en la mitología. A menudo se lo retrataba más como pasivo que como malvado: su papel era a menudo mantener un relativo equilibrio.
Hades reinaba sobre los muertos, con la ayuda de otros sobre los que tenía completa autoridad. Prohibió estrictamente a sus súbditos abandonar sus dominios y se enfurecía bastante cuando alguien lo intentaba, o si alguien trataba de robar almas de su reino. Era igualmente terrible para quien intentaba engañar a la muerte o cruzarla, como Sísifo y Pirítoo descubrieron para su desgracia.
Aparte de Heracles, las únicas personas vivas que se aventuraron en el Inframundo fueron todas héroes: Odiseo, Eneas (acompañado por la Sibila), Orfeo, Teseo y, en un romance posterior, Psique. Ninguno de ellos estuvo especialmente satisfecho con lo que presenciaron en el reino de los muertos. En particular, el héroe griego Aquiles, a quien Odiseo conjuró con una libación de sangre, dijo: «No me hables con dulzura de la muerte, glorioso Odiseo. Preferiría servir como mercenario a otro antes que ser el señor de los muertos que han perecido.»
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