Deliciosas caricias, de manos invisibles, se
apoderan de los sentidos, con fuerza y voluntad propia.
Violadoras de deseos y fantasías, amantes de locuras.
Las caricias, esas caricias de manos silenciosas, despiertan
cada uno de mis anhelos y desentierran esperanzas muertas, ya descompuestas.
Esas caricias, que nacen desde el centro de su
humanidad, debajo de efímeras capas de tela; mezcla de sudor y piel.
Por donde respira el placer, reposa sobre su anhelo
abultado; recibe los golpes de la delicia. Hambriento de aroma sexual.
Caricias y aroma, ente uniforme que ataca el
corazón. Respiro profundamente, cierra sus ojos y gime. Perdemos la razón, me
enloquece olfatear. Se derrumba con mis caricias.
De nuevo respiro, profundamente, hasta saciar mis
pulmones; aprieto con fuerza sus glúteos, cierro mis ojos y me pierdo en su
aroma personal:
Hombre, sudor y sexo.
Cierro mis ojos, respiro por tercera ocasión…
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