¿De qué se trata el escribir?
Me he dado cuenta que suelo comenzar
mis escritos, meditaciones y cavilaciones, con preguntas retóricas. De alguna
manera me parece una forma sencilla de enfocarme en un tema y simplemente
comenzar a darle respuesta, todas las que sean posibles.
Así que, en esta ocasión, escribo a
cerca de escribir.
¿Qué significa escribir? ¿Qué
representa tomar la pluma y una hoja, o pulsar las teclas de la máquina?
Definitivamente debo afirmar que depende
totalmente de cada persona; entonces, no me atrevo afirmar que escribir sea la
actividad más importante para todos —nunca me ha gustado emitir juicios
contundentes, definitivos; cuando hablamos de los gustos de las personas, o de
sus actividades, jamás es algo definitivo—, no puedo decir que escribir sea la
función intrínseca del ser humano, no puedo decir eso.
Escribir, para muchos es una carga,
una obligación y una función que les es encomendada, por cualquier cuestión, y
que simplemente no están seguros de poder cumplir, por lo tanto fallan.
A lo largo de la convivencia en la
vida de una persona, principalmente en situaciones educativas y posteriormente laborales,
la redacción denota la formación del individuo y su facilidad, o dificultad, de
desarrollarse mediante la palabra escrita. Lo vemos claramente en los salones
de clases, cuando les pedimos a los alumnos que realicen un ensayo —quizás el
género literario más sencillo, a mi parecer— sobre un tema en específico,
cuando se necesita evaluar el aprendizaje al respecto de éste; o, mejor aún,
sobre cualquier otro tópico, cuando lo que se requiere es evaluar el
desenvolvimiento en la redacción, los rostros de los ordenados demuestran todo
tipo de sentimientos: pereza, principalmente; frustración, por no “saber
escribir”; desinterés, probablemente por diversas actividades más llamativas.
Son pocos quienes dejan ver un
semblante de satisfacción y emoción. Incluso a niveles profesionales, dentro de
cursos de posgrado, los alumnos aún se resisten a abrir su mente y vaciar todo
ese torrente de ideas que tienen encerrado bajo candados irrompibles, y emitir
un juicio al respecto de un tema específico.
Entonces, ¿qué significa escribir?
¿Por qué no podemos liberarnos y hablar a través de nuestras palabras?
El lenguaje hablado ha sido la forma
natural por excelencia de comunicar nuestros sentimientos, externar nuestras necesidades
y comunicar los pensamientos; ha
existido desde el inicio de los tiempos y ha evolucionado —me atrevería incluso
a afirmar que ha marcado la evolución del ser humano— a través de milenios y
milenios de desarrollo social.
Junto a la lengua, la palabra
escrita ha figurado en todos los tiempos, en todas las culturas de la
humanidad. Primero a través de dibujos con significados intrínsecos, que
representan ideas; después, a través de caracteres precisos que deben ser
combinados y agrupados para que cumplan la función de la comunicación.
Quizás es aquí donde,
involuntariamente, nos extraviamos en el camino del desarrollo lingüístico —no
pretendo, aclaro, hacer pasar lo que simplemente son opiniones personales como
si fueran teorías o posturas estudiadas dentro del campo de la lengua—, creemos
que escribir es comunicar.
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