Hace tiempo tuve la idea de escribir
sobre este tema, sobre esta palabra: amante.
Hace poco, Héctor me preguntó
directamente: ¿Para ti qué es un amante?
La palabra ya había hecho una leve
aparición en mi mente; aunque, no solamente la palabra, sino los —múltiples y
variados— contextos en los que es usada.
Más allá de intentar definir amante, me gustaría abordar el tema
desde una perspectiva más personal, íntima, e incluso despectiva; más allá de
entrar directamente al diccionario de la Real Academia Española, y casarme con
esa definición, me gustaría hablar de quiénes son amantes, qué hacen los
amantes y si son aquellas personas a quienes despectivamente nos referimos en
el momento en que mantienen una relación de engaño y mentiras.
Aquella noche le dije a Héctor que,
para mí, un amante o los amantes, eran quienes amaban. Así de sencillo, así de
simple.
Pero no podemos dejar una
explicación tan parca y austera, mucho menos si se trata de una palabra tan
amplia y profunda. Sin embargo, no falta razón en esa aproximación a la
anatomía de la palabra, pues efectivamente —según la propia Academia— hace referencia
a “quien ama”.
Pero también al “hombre y mujer que
se aman” —no entraré en la connotación estrictamente heterosexual de la
definición, pues no es el punto de este escrito—; sin embargo, y es
precisamente lo que llama mi atención. Existe una definición, que da la RAE,
que se refiere a un nombre común, en cuanto al género, que es otra palabreja
por demás de usada en la lengua hispana: querido
(a).
Naturalmente, esta última se refiere
al “hombre o la mujer que tienen relaciones amorosas ilícitas”; resulta claro,
pues, mantener una relación inmoral, no aceptada, rechazada, señalada. Infiel.
Dentro de esta perspectiva, el
amante o la amante será aquella persona quien, dentro de una relación
sentimental, mantiene otra relación (sexual, sentimental o de cualquier índole)
con una persona, para convertirla (a ésta última) en su amante, dicho coloquialmente.
El término es empleado de manera
despectiva por aquellos ajenos a esta segunda relación, aunque en ocasiones por
los propios intervinientes. Dicho sea, en otras palabras, cuando un hombre o
una mujer —o ambos— mantienen una relación con alguien más, pero además otra
diversa (una segunda relación) a los ojos de quienes los rodean serán amantes;
quizás el hombre sea quien esté con dos mujeres a la vez, o viceversa, entonces
alguna de ellas, o alguno de ellos, será el amante de quien es infiel.
Naturalmente que, para configurar
estos términos, nos referimos a relaciones monógamas.
En este contexto, está presente una
denotación despectiva, denigrante, humillante; sin embargo, la palabra tiene
también —dentro de otros contextos— diversas proyecciones, distintas a la del
insulto comúnmente usado.
En la literatura, por ejemplo, el
término es ampliamente usado para referirse a aquellos que se aman, simple y
llanamente, sin inmiscuir esas “relaciones ilícitas” o inmorales. Los amantes pueden
ser el héroe de la historia y la persona que está siempre en su corazón y en su
mente, por quien está dispuesto a lo que sea y es capaz de hacer cuanto esté a
su alcance para estar al lado de quien ama; puede ser la mujer que vive y muere
enamorada de alguien más, incluso y a pesar de las adversidades que se
presentan en la vida de todos. Pues la particularidad de la palabra es tal, que
precisamente permite extender su significado y cobijar a todos quienes
intervienen en la historia, bajo su resguardo.
Según pude leer al respecto, la
palabra amante tiene sus orígenes para referirse a las mujeres que eran
mantenidas por los hombres con el propósito de que aquellas les brindaran a
éstos placeres meramente sexuales (sin embargo, existen diferencias entre las amantes y las cortesanas).
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