Regresó de pronto al presente, en la cafetería de la preparatoria, donde una amable mujer – quien ya los conocía bastante bien – preguntó si quería lo de siempre.
―No gracias, una coca, por favor.
―Wey, no sé por qué estas tan nervioso, ¿es tu mejor amigo verdad?, ¿nomas van a platicar que no? ― El chico se acercó a su oído y le dijo con una sonrisa en su rostro de galán de telenovela ― o se la vas a empezar a chu-
―¡WEY! ¡Cállate!
―Bueno ― dijo entre risas ― te dejo. Conquístalo galán.
El muchacho lo dejó solo y se fue con tres chicas que estaban platicando en silencio, entre risitas un tanto molestas. Las tres pusieron ojos de deseo y calzoncillos mojados al momento en que él se sentó con ellas.
De pronto el chico al otro lado de la cafetería lo alcanzó a ver y le sonrió, se levantó y caminó hacia donde él se encontraba.
―¡Hey! Creí que no habías visto mi nota.
―Sí, si la vi. Solo que la maldita de Rodríguez no terminaba el tema.
―Yo tuve hora libre, estoy con estos babosos desde que salí. ¿Vas a comprar algo más?
―No… nada más esto. ¿Qué onda? ¿Querías decirme algo? ― la pregunta sonó más estúpida de lo que había pensado.
―Eh… sí. Quería preguntarte unas cosas de… de hoy en la noche.
Su corazón saltó de emoción y nerviosismo, entonces sí iban a verse en la noche. Había estado pensando que tal vez, el día anterior cuando hablaron por teléfono solamente estaba jugando. ¿O tal quizá sí estaba jugando?, tal vez me va a decir que no es buena idea. Que no le gusto, y que no le gustan los chicos, como a mí…
―Ok, ¿qué me quieres preguntar?
―Mmm… aquí no ― una discreta risita salió de su boca y justo en ese momento dos asientos quedaron libres justo en un rincón del lugar ― vamos para allá.
Claro, no se iban a poner a hablar de la primera vez que iban a tener relaciones, entre ellos dos, justo a la mitad de la cafetería de su escuela, donde todos pudieran escucharlos. Estúpido.
―¿Ya no quieres hacerlo? ― le costó prácticamente todas sus energías el preguntar eso, pero no quería seguir con algo que fuera una farsa. Quería estar seguro de que los dos estaban seguros de querer hacerlo.
―¿Qué? ― el rostro de su mejor amigo demostraba sorpresa, y continuó bajando la voz ― claro que quiero. Solo, te quiero preguntar algo… ― respiró profundamente y continuó ― ¿cómo quieres que sea?
―¿Cómo… cómo quiero que-?
―Sí. ¿Cómo esperas que sea?
Los ojos del chico se posaron en la mirada nerviosa de su amigo. Lo que en verdad quería era que le dijera qué esperaba de esa noche. Sería su primera vez y quería hacerla totalmente mágica. Quería que fuera inolvidable (más para su amigo que para él mismo) y esperaba que le dijera exactamente qué es lo que quería que pasara. Que lo tomara delicadamente, tal vez; que lo abrazara y lo besara por un largo tiempo, acostados en la cama. ¿Algunas posiciones? ¿Quería rápido? ¿Despacio?
Supuso entonces que todo eso lo iría descubriendo cuando estuvieran ya en ese momento.
―Me han dicho que la primera vez nunca resulta como la esperas ― dijo el chico tratando de calmar al joven que estaba a su lado ― por eso quiero que me digas… qué es lo que quieres. Cómo quieres que sea.
―Pues ― estaba nervioso y su voz salió un poco quebrada, aclaró su garganta y vio directamente a los ojos de su amigo.
En ellos no había engaño, no había broma ni burla. Todo era en serio, y deseaba compartir con él ese momento tan especial. La honestidad que los había unido por tanto tiempo tomó en ese momento un nivel más grande. Estaban a punto de compartir algo que los dos desconocían, algo que los dos anhelaban por conocer así que, qué mejor manera de hacerlo, de comenzar el viaje, que de la mano de tu mejor amigo ¿cierto?
«No sé la verdad, esperaba que… tú me pudieras decir algo de eso. No, no he tenido mucha experiencia.» Era la verdad, no había tenido ninguna experiencia, salvo de besar a su novio y dejar que sus manos alcoholizadas rozaran su entrepierna. Pero nunca le permitió más que eso. Y seguramente nunca lo disfrutó.
«Además – continuó – se puede decir que soy… yo soy el que está haciendo mal. Soy el que está engañando a alguien más ¿recuerdas?»
―Por favor ― contestó el chico ― no estás haciendo nada malo. No le estás haciendo más daño que el que él te hace a ti todos los días. O dime, ¿no te duele que no te mande un mensaje en la mañana? Claro, digo, salvo para pedirte trabajos.
«¿No prefieres, a caso, a alguien que te salude todos los días, que te abrace… de una manera más especial que los demás?»
―Sí, sí… ya te entendí. No necesitas estármelo repitiendo una y otra vez.
El chico a quien llamaba su novio era un año mayor que él, pero parecía que ya tenía todo el mundo recorrido. Había ya hecho montones de cosas, con un montón de gente. Especialmente esa cualidad le interesó desde un inicio, por eso se decidió empezar una “relación” con él (si relación es lo que tenían), pensó que tendría la experiencia, el conocimiento y la madurez para llenarlo sentimental y físicamente de todo lo que una persona necesita.
Tenía la experiencia y el conocimiento, de eso no había duda; sin embargo la madurez, bueno… cada día se daba cuenta que su pequeño hermano de diez años, era más maduro que su mundano novio.
―En serio… no estás haciendo nada malo, la verdad no sé por qué sigues con ese imbécil. No sé qué es lo que estás esperando obtener con él, pero bueno, hicimos un trato y no voy a presionar más con ese tema, tú sabes lo que haces y lo que opino de eso.
«La verdad me alegra que me hayas escogido para esto y realmente, no querría hacerlo con nadie más… que tú. También es mi primera vez… supongo que es bueno que lo hagamos juntos, ¿no?»
Los chicos hablaron por todo el receso y cuando el timbre para entrar a clases de nuevo sonó, se despidieron como siempre lo hacían: un simple choque de sus puños. Era algo sencillo y sumamente común para algunos, pero para los dos amigos simbolizaba algo mucho más intenso y significativo. Como un beso y un abrazo entre un hombre y su esposa, o un abrazo efusivo entre dos amigas, o un beso apasionado entre dos amantes.
―Te veo más tarde ― le dijo mientras él subía las escaleras a su salón y su amigo se dirigía hacia el laboratorio en la parte trasera de la escuela. Mientras caminaba, pensó en todo lo que le había dicho – e incluso en la petición de una posición específica (no podía creer que haya tenido el nervio para pedirlo) – pensó en lo fácil que era estar con él. Por toda la confianza y sin pizca de vergüenza, por todo eso – se dijo – es mi mejor amigo.
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