"Y
entonces Salvador amó mi cuerpo; pues, para mí, amar se extiende hasta las delicadas caricias que una pareja se
procura mutuamente. Caricias deliciosas, tersas, suaves; cuando éstas son sinceras.
Salvador amó mi cuerpo, mis movimientos, extendió las palmas de sus manos y con
ellas envolvió mis miedos para moldearlos lentamente, hasta convertirlos en una
vertiginosa ansiedad, que poco a poco llegó a ser un deseo incendiario".
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