“Fui joven una vez, fumé cigarrillos en el
quai ‘Orsay, me enamoré de un muchacho llamado Edward en un sótano cerca del
metro de Earl’s Court”.
Mientras Inglaterra Duerme, de David Leavitt, narra la historia de Brian
Botsford en una época de opresión, censura, expectativas y escapes amparados
por el anonimato nocturno —en ambiguos sentidos, tanto para huir de grupos
militares, terribles y desalmados, como de las asfixiantes reglas, impuestas
por sociedades conservadoras, decadentes dentro de propio devenir—.
A través de una prosa
deliciosa, Botsford nos lleva de la mano de sus pensamientos, sentimientos y
anhelos; erecciones y corridas, hasta hacernos desear animarlo, consolarlo y
dejarlo llorar en nuestro hombro, justo en el momento en que la muerte se apodera
de sus días y sus viajes, con infructuosos intentos por detener su devastador andar.
Nos convierte en cómplices suyos, confidentes íntimos, mientras sostiene encuentros
—furtivos y no tanto— engañosos con Phillipa Archibald o con el muchacho
encontrado y jamás conocido en Dartmoor Park; y luego busca desahogo,
tranquilidad al fin, tras narrar todo lo sucedido.
La visión de Botsford, así
como las circunstancias que lo hacen situarse en cada lugar narrado, dan fiel
cuenta de la belleza de los jardines y lagos, si su ánimo se encuentra álgido;
de la calidez de un cuarto casi vacío, con una cama desvencijada, cuando
comparte el sudor, la saliva, las caricias y los gemidos con Edward Phelean,
con su corazón desbocado; o la pobreza y desolación en las calles de Almoguera,
España, cuando no encuentra sosiego, al saber que Edward está en peligro.
Desde Richmond hasta Los
Ángeles, en Barcelona y Almoguera, Brian viaja movido por un amor prohibido y
el deseo de perderse en los ojos hermosos del hermoso Edward.
“Arqueólogo del futuro, recuerda sólo que al
trasladar estos acontecimientos al papel, nunca he pedido la absolución. Nunca
he pedido el perdón. La relación entre Edward y yo fue una historia típica que,
atrapada en la guerra, se volvió trágica… pero eso también es una historia
típica. Creo que todo el valor mostrado está en contarla.”
La tragedia pudiera definir el
curso de esta novela, pero igualmente lo hacen la felicidad, el amor, la
desdicha, el erotismo y la sexualidad humana; todo en su justa medida, mezclados
de forma equilibrada todos los ingredientes, que son las pasiones humanas; desfilan
por el escenario de sus párrafos de manera ordenada, coordinada, dando sentido
a lo que se narra. Entra la Lujuria, sale. Luego el Arrepentimiento, dice: …;
para ser acallado por la vieja Recta Conducta, con un discurso opresor. Un
hermoso desfile de sentimientos y emociones, con una prosa ligera, sencilla y coherente.
Mientras Inglaterra duerme es una historia trágica, como tantas de
este mundo, “una historia típica que,
atrapada en la guerra, se volvió trágica […]”.