Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 24 de abril de 2010

Secretos

-En verdad lo siento - le había dicho cuando habló con él por teléfono justo dos horas después de haberse visto en el café. Eduardo se estaba disculpando por todo lo que había dicho. ¿Cómo podía olvidarlo? ¿Cómo podía olvidar todo lo que le había dicho? ¿Podía olvidar que él mismo había confesado gustarle y que desesaba que, aquella noche, fuera a él a quien besara?
No podía hacerlo.
Todo esto pasaba por la mente del chico mientras conducía por la avenida hacia la casa de Eduardo. Cuando llegó a la dirección, alzó la vista y la enfocó en el edificio que crecía delante de él. No era una casa, obvio pensó.
Sacó de nuevo la pequeña tarjeta que le había dado desde la tarde en el gimnasio - que para ese momento parecía que ya habían pasado meses - y entró a la recepción del edificio. Era un salón enorme, con cuadros blanco y negro en el piso, como un tablero de ajedréz gigante. Justo a la mitad estaba una amigable recepcionista (muy difícil de encontrar a esa hora del día) quien lo recibió con una sonrisa y un buenas noches.
-Quisiera... - pensó entonces en lo que deseaba hacer. Quería hablar diréctamente con Eduardo, pero era tarde y supuso que dejar un mensaje sería demasiado impersonal pero realmente no tenía otra opción.
-¿Viene con alguien en particular señor? - preguntó la chica
-Eduardo Terracoti, pero quisiera-
-Es el apartamento 35E, quinto piso. Por las escaleras, o los elevadores se encuentran justo contra la pared.
Nunca le gustaba subir por elevadores, no le gustaba estar encerrado.
Tocó varias veces hasta que escuchó ruidos al otro lado de la puerta.
Cuando Eduardo finalmente abrió la puerta, se colocó debajo del marco y observó con sorpresa al chico que estaba de pie frente a él. Eduardo inmediatamente pensó que algo había sucedido pero después de ver fijamente al muchacho supo que todo estaba bien, aunque su cara denotara un poco de miedo y desesperación.
-¿Qué...? ¿Qué sucede? ¿Está todo bien? - preguntó Eduardo con la voz un poco baja.
-¿A qué te referías conque sería mejor olvidarlo? - preguntó el chico que tenía su respiración agitada después de haber subido las escaleras prácticamente corriendo. - ¿Honestamente creés que es tan sencillo? Después de todo lo que me dijiste y lo que me explicaste que sentiste aquella noche, ¿puedes hacerlo? - Eduardo tomó del hombro al chico y lo invitó a pasar al departamento, evidentemente no quería despertar a sus vecinos con el tono de voz que aumentaba a lo largo del pasillo.
Cuando estuvo dentro, el chico recorrió el lugar con la mirada e inmediatamente enfocó su vista en las puertas corredizas que se extendían del otro lado de la sala y que mostraban una maravilla de ciudad. Pequeñas luces encendidas por todos lados, quedaban en contraste con un manto oscuro y profundo. Un mar de luces que no parecía tener fin.
No pudo evitar entonces, ver hacia donde estaba la habitación principal. La cama estaba deshecha y había ropa por todo el suelo, demasiada para una persona, pensó.
Sintió que su corazón se encogía a cada segundo y cuando vio a Eduardo con solo el pantalón de su pijama, no pudo enfocarse en la perfección de su cuerpo sino que deseó salir de ahí.
Supo que estaba con alguien más.
-Lo siento - dijo entonces él - ahora yo soy el que tengo que irme y te pido que olvidemos todo el asunto. No debí haber venido.
-¿A dónde vas? - preguntó Eduardo quien tenía un rostro cada vez más confundido.
-No debí venir. Estás... estás con... ¿alguien?
-Por favor, toma asiento. Necesitamos hablar.
-¿Eduardo?
-No hay nadie más aquí.
Los dos estaban sentados en el sillón más grande de la pequeña sala, con un par de tragos en unos vasos de cristal con hielo. Fue Eduardo quien comenzó a hablar.
-Lo que te dije por teléfono era cierto, pero solamente lo dije porque era la unica manera en que podía hacerlo. No te lo podía decir de frente. Cuando te tengo de frente... todo lo que pienso se desvanece y lo pierdo entre lo que siento por tí. No puedo- No puedo pedirte que estés conmigo. Supongo que nada podría pasar entre nosotros, por Rodrigo. Pero, ahora... todo es diferente y aún más complicado que ántes. Es verdad que siento que estoy faltando a su memoria.
Eduardo seguía mirándolo fijamente a sus ojos.
-Entiendo que quieras alejarte de mí-
-Lo último que qiuero - lo interrumpió Eduardo - es alejarme de tí. No soporto estar alejado de tí. Nunca he podido sacarte de mi mente.
El silencio los envolvió en la sala del departamento. Lo único que se alcanzaba a escuchar era el aire pasando entre las dos puertas de cristal que estaban a su izquierda.
Eduardo se acercó más al chico y lo tomó del cuello. Lo atrajo lentamente y percibió el sutil y placentero aroma del whisky en su boca.
Todo era excitante y embriagante.
-¿Qué es lo que buscas? - preguntó Eduardo mientras cerraba más su distancia.
-Yo...
-¿Qué es lo que deseas? - sus labios se encontraron y se unieron en un sólo beso.
Dentro del muchacho, desde la fuente de todas emociones, salieron montones de sentimientos. Estaba nervioso y tenía miedo. Pero también estaba emocionado y sentía que el corazón le saldría por la garganta.
La camisa del chico estaba del otro lado del sillón, los vasos descanzaban sobre la pequeña mesa de cristal. Su pantalón estaba en el pequeño pasillo que daba hacia la habitación. Lo que quedaba de la pijama de Eduardo estaba enseguida de la cama y los dos cuerpos descansaban desnudos entre las sábanas blancas, abrazados y unidos por la pasión que los había rodeado las dos horas anteriores.
El departamento estaba totalmente oscuro y en lo único que Gabriel podía pensar era, precisamente, en la interminable oscuridad que lo rodeaba.
Escuchaba a Eduardo dormir tranquilamente a su lado y pensaba, una y otra vez, en las caricias que se habían marcado como tatuajes en su piel. La fuerza de sus labios. Los movimientos de sus caderas y la fuerza de su espalda mientras estaba sobre él, no lo dejaban dormir; así que se levantó y fue hacia la cocina. Intentó buscar algo de tomar y solo encontró la botella de whisky sobre la barra. Llenó su vaso y se paró frente las puertas que dejaban delante de él un vasto jardín oscuro.
Mi ciudad, pensó mientras daba su segundo trago.
Por fin, después de muchas noches, estaba feliz.
Una luz se encendió a su espalda y lanzó el reflejo de su figura completamente desnuda al cristal.
-¿Qué haces despierto? - preguntó Eduardo mientras lo abrazaba desde la espalda. La fuerza de sus brazos lo reconfortaron de una manera inesperada. No había sentimiento de culpa, no había remordimientos ni voces del más allá regresando para atormentarlo mientras dormía.
Al contrario, mientras hacía el amor con Eduardo, e incluso en el momento en que los dos estaban contemplando su reflejo en la puerta, solo tenía en mente el rostro de Rodrigo.
Supo entonces que nunca lo podría olvidar y supo que eso era lo que deseaba: tenerlo en su mente por siempre. Tener un recuerdo vivo de Rodrigo Terracoti, un recuerdo que conseguiría con el propio cuerpo de su hermano. Agradeció estar al lado de Eduardo, cuyo parecido con él era increible.
El recuerdo de algo que había dicho Rodrigo hacía tiempo, llegó a la mente de Gabriel. Recordó lo que le había dicho: todos tenemos secretos.
-Éste será mi secreto, Rodrigo. Mi corazón y mi cuerpo te siguen perteneciendo, y tú sigues estando a mi lado. Como lo prometiste.
Gabriel le sonrió a la imagen del abrazo que Eduardo le estaba dando, pero dentro de su corazón, le sonrió de nuevo a Rodrigo.

No hay comentarios: