Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

sábado, 9 de agosto de 2014

Duerme por cien años

"El príncipe recorrió todos los cuartos y llegó a la torre donde estaba la princesita dormida. La vio allí echada sobre la cama; y era tan bonita, que el príncipe no se cansaba de mirarla. Entonces, se acercó y le dio un beso".

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—Cuentan que una hermosa princesa duerme en aquella lejana torre envuelta en zarzas ponzoñosas. Nadie se ha atrevido jamás a cruzar el campo e ingresar al castillo. Es una insensatez, seguramente.

El príncipe, cansado del viaje, pidió posada en la taberna del pueblo, donde le atendieron con gusto y excedida cortesía. Le llevaron hasta su habitación una jarra de vino fresco, fruta y pan con algo de carne.

En su mente no dejaba de rondar la historia que había escuchado desde hacía años y que ahora se empeñaba en vivir. Todos hablaban de lo mismo, las voces de diversas versiones de la misma historia lo habían rodeado a través de campos abiertos, cañadas y riachuelos. Sin embargo, sabía que estaban equivocados.

Un viejo hechicero, que lo había instruido en artes secretas, le dijo en una noche de luna llena:

—Ve y enfrenta lo que debas, pero no esperes luego la gloria. Habrán de estar ustedes dos juntos, mas no como todos esperan; pues no es una princesa quien aguarda en la torre, sino el hijo menor del rey que, a mitad de la noche, mandó hechizarlo en venganza de sus actos impuros. Después, cuando su hijo yacía durmiendo en la torre más alta, el rey y su corte abandonaron el castillo para dirigirse a tierras lejanas.

El príncipe había escuchado aquella historia únicamente de los labios del hechicero y cada vez estaba más convencido que habría de emprender el viaje y llegar a la torre endemoniada. Así que, bajó él mismo a los establos y ensilló su caballo, todo a mitad de la noche, envuelto en una capa negra con capucha.

—Debo advertirte Alteza —lo sorprendió el hechicero—. Has decidido emprender este viaje; pero, si decides ingresar hasta la torre más alta del castillo maldito, el amor que ahora crece en tu corazón se intensificará cien veces y no podrás escapar de su fuerza. Habrás de romper el sueño eterno sueño del joven príncipe, mas la maldición continuará por todo el devenir de la humanidad.

«Serán cazados y perseguidos; atacados por ejércitos de hombres que harán lo que sea para verlos separados. Esas fueron las órdenes de aquél rey oscuro.

El príncipe se sentía cada vez más cerca, con la idea de encontrar el castillo latiendo en su interior, como fuego vivo en el hogar.

Así pues, a la mañana siguiente, antes del alba, montó de nuevo su caballo y partió en búsqueda de aquél lugar, con el sueño inquebrantable de entrar a la habitación y besar los labios de aquél príncipe, cuya belleza superaba las bellezas terrenales de los reyes y sus imperios.

—Fragmento de La bella durmiente del bosque. Cuentos de Grimm.

—Fotografía de Dave Milstead (http://www.davemilsteadphoto.com/)


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