Sonrisas joviales, pelos despeinados y labios manchados de chocolate y crema batida; una mirada sincera que se pierde en el infinito y el olvido, por la imperdonable falta de percepción de los "maduros", "adultos".
La inocencia no tardará en desaparecer; secuestrada, ultrajada, vejada, por tinieblas mecánicas y tecnológicas, igual que a los dos zombies enajenados que están frente a ellos.
Triste. Y después preguntarán: ¿Por qué? ¿En qué momento? ¿Qué hice mal?
Porque no lo viste.
Desde el inicio de su vida.
No observar.
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