Supongo que todos tenemos alguna historia
que contar…
Si no es así, al menos todos podemos contar
nuestra propia historia.
En esta ocasión no escribiré a cerca de una
novela o historia que esté en proceso de creación (junto con su reglamentaria carga
de estrés), no escribiré a cerca de alguna festividad o efeméride nacional
(acabamos de pasar el 20 de noviembre); en esta ocasión, desde el fondo de mi
corazón, relataré la historia de este pobre y ridículo escritor —soñador y
fanático de la fantasía y de los “vivieron
felices para siempre”, amante de la tragedia y el drama en las películas y
los libros— y del amor de su vida, HZ —pintor de ilusiones y dibujante de
pasiones, maestro del pincel y el lápiz para plasmar magia y deseo—.
Xander y HZ se conocieron cuando estudiaban
juntos la primaria, hace ya alrededor de dieciocho años.
Estuvieron en una pequeña escuela ubicada
en la ciudad natal de ambos; en aquellos días eran dos pequeños juguetones, dos
niños que no tenían idea de lo que significaba la vida, el destino, el amor (y que
quizás, tanto tiempo después, los dos “adultos” tampoco sepan en realidad el
significado de todas estas cuestiones).
Eran dos alegres niños que dedicaban sus
días a jugar, ir a la escuela, seguir con el juego, regresar a sus casas, hacer
tareas y, claro, seguir jugando. El tiempo pasó y aquellos niños, amigos desde la
infancia, creyeron conquistar una parte importante de su vida al momento en que
dejan la primaria y entran a la escuela secundaria.
WOW! No puede ser.
Ya no eran niños, ya no festejarían el
treinta de abril sino que ahora irían a las tardeadas del día del estudiante. Eran
dos pequeños hombrecitos que estaban a punto de entrar a la adolescencia de la
vida. Quedaron, pues, maravillados con aquellos cambios que se presentaban a
todo su alrededor.
Sus caminos se separaron y cada uno siguió
adelante para recibir, resistir y superar esa nueva etapa que se avecinaba en
sus vidas y en sus corazones. Continuaron adelante, cada uno por su propio
camino, hasta que tres años pasaron y alcanzaron un nuevo escalón.
Ya eran adolescentes, a punto de
convertirse en adultos, por lo que no eran igual que los muchachos de
secundaria y claro que no eran como los niños de la primaria. A éstos ya los
tenían que cuidar, incluso HZ permaneció al lado de su pequeña hermana.
Los caminos de estos dos jóvenes se
encontraron de nuevo en la preparatoria, aunque distantes ya se habían juntado
nuevamente para continuar —sin que ninguno de los dos lo supiera— al lado uno
del otro hasta el fin de los tiempos.
Tres años llegaron y se fueron, cada uno
inmerso en sus intereses y actividades; cada uno, HZ y Xander, sumamente diferentes.
La preparatoria terminó y llegó la universidad.
Quizás la mejor etapa de la vida de una
persona, pero debemos esperar doce años para poderla alcanzar… no es un camino
fácil.
De nuevo, los dos enamorados, retomaron sus
caminos y ahora sí se juntaron para recorrerlos al mismo tiempo.
Vivieron problemas, felicidades,
desgracias, llantos, alegrías, risas, ilusiones, desilusiones, amoríos,
desamores, tantas y tantas cosas que justamente es eso, toda esa experiencia,
lo que los mantiene unidos, como dos gotas de agua que se quedan en el fondo de
un vaso.
De pronto, como si fuera lo más natural del
mundo, entrelazaron sus vidas en la madrugada del dos de diciembre de dos mil
seis. Formalizaron su viaje, se reconocieron mutuamente como compañeros del
otro y, con las manos entrelazadas, comenzaron a caminar a través de un camino
que no era amarillo, ni rojo, ni azul ni verde, sino que era uno creado por ellos
mismos, de colores cambiantes y de tonalidades diferentes.
No es un camino liso y estable, es un sendero
caprichoso que de pronto se empeña en hacerles la subida más difícil. No es una
vereda en medio de un enorme campo, es un camino escabroso que atraviesa
montañas y bosques, oscuros y fríos.
Pero conforme ambos se enfrentan a las
adversidades, descubren que su determinación se hace más fuerte; conforme los
problemas se presentan, simplemente toman aire, aprietan sus manos, para
sostener a la otra, y caminan adelante. Dan el siguiente paso, poco a poco,
avanzan en búsqueda de un ideal que siempre está grabado en sus mentes y en sus
corazones: llegar hasta la siguiente parada del camino para poder disfrutarlo
juntos, como amantes, amigos.
Seis años se cumplen desde aquella
madrugada fría.
Seis años a tu lado y junto a ti. Gracias
por el maravilloso y mágico viaje, gracias por tu compañía, gracias por tus
palabras, por tus abrazos, por tus apretones de hombros, por tus palmadas en la
espalda. Gracias por tu presencia, por tus bachones, por tus cosquillas, por
tus besos. Gracias, mil veces gracias, por tus anhelos, por tus sueños, tus
lágrimas, por tu sonrisa.
Gracias por tu corazón, por tus
pensamientos, por tus ideas, tus caricias, por las noches, por los días, por el
frío y el calor que compartimos.
Gracias.
Gracias.
Gracias por amarme, por permitirme amarte.
Gracias por tu cuerpo, por tus manos, por tus piernas. Gracias por tu esencia…
gracias por tu presencia.
Seis años pasan de aquella madrugada, pero
aún la recuerdo como si hubiera sido la semana pasada… Eres mi luz, mi guía, mi
inspiración, mi alegría. Eres parte de mi ser, de mi alma.
Estamos en semana de aniversario, y lo que
puedo decirte en este momento es que TE AMO.
AARG.
La magia de estar a tu lado... |
... donde los sueños se vuelven realidad. |
2 comentarios:
Me encanta la manera en que escribes las cosas. Una reseña que resalta los principales detalles que nos unen a fin de cuentas. Una emoción tremenda me invadió cuando leía el post y (como has de saber) no pude evitar sonreír. Estoy tan agradecido de formar parte de algo tan importante contigo, de estar a tu lado y caminar juntos como desde hace seis años.
¿Qué más te puedo decir que no lo sepas ya?
Eres un encanto peque. Aun fascinado con este post. Te amo.
También te amo, eres mi luz, mi norte... y me encanta verte sonreír... me encantas.
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