—¿Me amas?
—¿Qué clase de pregunta es esa? No seas ridículo.
—Es solamente una pregunta. ¿Me amas?
—¿Estás bien? ¿Por qué me preguntas eso?
—Solo quiero saber, ¿me amas?
—¿A caso no lo sabes?
—Lo que sé es que yo te amo, pero te he hecho la
misma pregunta tres veces y no has contestado.
—Tu sabes la respuesta.
—Ya no sé qué es lo que sé. Tan solo que encontré
la carta.
—¿Cuál carta?
—La carta. Sabes cuál carta.
—Dime... ¿Cuál carta?
—No seas imbécil. Qué descaro. No vales mi tiempo.
—De nuevo, dime ¿Cuál maldita carta?
—La que escondes en tu cajón, maldito cobarde. No
entiendo siquiera por qué estoy aquí. ¿Es mejor que yo? ¿Te da mejores cosas
que yo?
—Déjame explicarte-
—Claro, explicarme.
No tienes que hacerlo, está bastante claro.
—No, no lo está. Déjame explicarte.
«Antes de mudarme a esta ciudad, mi mejor amigo y
yo comenzamos a escribir una novela. La historia era a cerca de dos muchachos,
sumamente unidos, que comenzaron una relación; de la manera más natural
posible.
«Ellos no tuvieron que pasar por el proceso de
conquista y seducción, su amistad ya les había trazado el camino.
—Y eso qué demonios-
—Déjame continuar. Es importante.
«Estos grandes amigos, amantes naturales,
decidieron emprender el viaje de sus vidas. Juntos. Quisieron ir por todo el
mundo y conocer todos los lugares. Enamorarse cada noche, el uno del otro.
Francia, Italia, Grecia. Egipto, India, China.
«Sin embargo, una semana antes de comenzar la mayor
aventura de todas, una terrible tragedia azotó el corazón de uno de los
personajes; el amor de su vida, su gran amigo y compañero en este mundo, murió dado
un accidente automovilístico.
«Los ánimos del muchacho se destrozaron y cayeron al
suelo. Las ilusiones y los sueños explotaron en un mar de llanto, cada lagrima
que derramó (sin importarle si lo hizo en silencio o en pleno grito) sobre el
ataúd de madera y cristal era un te amo ahogado por el dolor y la
desesperación.
«El joven duró una semana sin levantarse de su
cama. Las maletas (suyas y de su amante) se mantenían pacientes y olvidadas en
un rincón de la oscura habitación. Hasta que decidió salir al mundo, hacer el
viaje que habían planeado con tanto esmero.
«Así que voló hacia su primer destino, aún con el
corazón desgarrado. Recorrió varios lugares, probó la comida y la bebida, hasta
que poco a poco el mundo comenzó a sanar las heridas de su alma mutilada. Poco
a poco, la grandeza de la humanidad y su interminable cultura hicieron que
nuestro héroe recuperara la tranquilidad en las noches, y dejara cubierto el
recuerdo de su amado con una fina tela de oro, dentro de su corazón enmendado.
«Entonces llegó a Londres. Ciudad de magia y
discreción. El lugar perfecto para guardar un secreto. A los pocos días,
dispuesto a encontrar a alguien, se permitió la oportunidad de conocer a un
joven caballero, delgado, de buena estatura y buena complexión.
«La conexión fue mágica, prácticamente instantánea. Los muchachos encontraron en los abrazos del otro una seguridad deliciosa y altamente deseada desde ya hacía mucho tiempo. Sin embargo, el recuerdo de aquél gran compañero, del amor que tuvo al lado de su mejor amigo, seguían vivos en el fondo de su alma. El recuerdo de su amigo, y su trágica muerte, no le permitía disfrutar y ser feliz en esa nueva relación.
«La conexión fue mágica, prácticamente instantánea. Los muchachos encontraron en los abrazos del otro una seguridad deliciosa y altamente deseada desde ya hacía mucho tiempo. Sin embargo, el recuerdo de aquél gran compañero, del amor que tuvo al lado de su mejor amigo, seguían vivos en el fondo de su alma. El recuerdo de su amigo, y su trágica muerte, no le permitía disfrutar y ser feliz en esa nueva relación.
«No es que no amara al nuevo chico; al contrario,
no negaba los sentimientos que comenzaban a crecer en su corazón, pero los
recuerdos fueron mucho más fuertes. Por lo que decidió escribir entonces esa
carta, la carta en la que se despedía de su gran amor, le decía que todo había
sido una maravillosa aventura y que todo quedaría guardado en su corazón. Le
agradeció por todas las maravillosas noches que vivieron juntos, todas esas
veces en el teatro, en el cine, a la hora de la cena. La compañía era
simplemente inigualable.
«Le dijo que lo extrañaba y lo recordaba con
alegría. Fue así que todo quedó reducido a un objeto. Los recuerdos, los sentimientos,
la tristeza y la cordura, quedaron plasmados en palabras y frases. Promesas.
Pensó que aquello sería suficiente para liberarse del recuerdo del amor de su
vida, pero algo así jamás es posible.
«Después de haber escrito la carta, no pudo
enviarla; por lo que el joven jamás será libre para amar a otra persona.
«Tu mirada, preocupada e intensa, me dice que sabes
a lo que me refiero; y te das cuenta, ahora que la presencia del conocimiento
iluminó tus ojos, que esa carta no es lo que piensas.
—Entonces, ¿es solo parte de una novela?
—Entonces, ¿es solo parte de una novela?
—Un último intento abrazar la fantasía. Solo era
una novela, lo que ellos quisieron hacer. Pero la carta está íntimamente ligada
a mí, mucho más que eso.
—¿A qué te refieres?
—A que jamás seré completamente libre para amarte.
2 comentarios:
Excelente narración, conmovedora a los ojos del lector. El corazón se me hizo molleja al leer la última linea... de hecho estaba pensando en eso... supongamos que amas mucho a alguien y la veda te lo arrebata... jamás volverás a amar? ¿se queda el corazón mutilado y aunque pasen los años jamás recuperas "esa" pieza que te hace volver a querer? sería muy trágico, no lo crees?
Me imagino que sería de las cosas más difíciles por las que un ser humano podría atravesar...
No es que ya no lo/la ames, no es que se haya ido; es que te la/lo quitan, irremediablemente. En un pestañeo te quedas solo...
Pero el punto de la narración es que no puedes continuar igual, creo yo.
No lo sé, afortunadamente no lo sé.
Saludos.
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