Reflexiones
y opiniones, para quien le interese.
Hacia
estos días, cada año, los medios de comunicación masiva —redes sociales y las cadenas
informativas digitales, televisivas o impresas— difunden (con mayor o menor
intensidad) las notas de eventos que se realizan alrededor del mundo con motivo
de las festividades de orgullo en la colectividad de personas lesbianas, gays,
bisexuales, transexuales, travestis e intersexuales (LGBTTTI).
Con
motivo histórico, a mediados de junio de cada año,[1]
se realizan marchas y desfiles con fines distintos; ya sea para conmemorar,
celebrar o expresar.
En
algunos lugares, se demanda mayor protección y respeto a la igualdad entre el
colectivo y el resto de las personas, reconocidas como heterosexuales; mientras
que en otras latitudes, la marcha tiende a identificarse en mayor medida con la
celebración de los logros alcanzados y de los avances en materia de protección
de derechos y prerrogativas (generalmente de naturaleza jurídica, de asistencia
social, condiciones laborales y de no discriminación).
Para
el 28 de junio de 1969, en Greenwich Village, Nueva York, el bar Stonewall Inn
fue el escenario de una serie de disturbios prolongados por cuatro días, dada
la oposición de la población civil contra fuerzas policiacas. A partir del
siguiente año, para 1970, el Frente de Liberación Homosexual se abandera con
mantas de protesta mostrando los símbolos de la sexualidad humana, entrelazados
entre ellos; hombres y mujeres tomados de las manos y envueltos en un abrazo
comunal, marchan con una (única) exigencia, respeto a la libertad y la
tolerancia.
En
estos días, cuarenta y seis años después, la lucha continúa, los logros se
alcanzan y algunas circunstancias cambian mientras otras permanecen igual. En
México, por decreto presidencial, se permite el matrimonio entre personas del
mismo sexo, ocasionando el revuelo y la protesta de grupos
conservadores-religiosos; en países europeos se alcanzan mejores condiciones
laborales y de salud reproductiva; en Estados Unidos, se logran avances en
protección de personas transgénero desde etapas escolares… y tiene lugar el ataque
contra civiles más sangriento en la historia de ese país.
Apenas
trece días atrás, el mundo despertaba con la trágica y lamentable noticia del
suceso; cincuenta seres humanos perdieron la vida al encontrarse ante el
pensamiento homofóbico llevado al extremo.
Dos
semanas después de tan retrógrada acto, se preparan marchas en ciudades de
Estados Unidos, de México y de demás países que buscan sumarse al respeto de la
dignidad de toda persona humana; sin embargo, a pesar de tan loables
intenciones, nos encontramos con posturas contradictorias en cuanto a las
marchas del orgullo, por querer comparar movimientos sociales suscitados casi
medio siglo atrás y dejar de lado la evolución cultural que naturalmente se
presenta en todas las sociedades actuales.
Para
los primeros años de manifestaciones del colectivo LGBTTTI, la aparición de transexuales
y travestis significó una enfrenta directa a las instituciones convencionales
establecidas a la fecha; que dos hombres o dos mujeres caminaran por las calles
tomados(as) de las manos era motivo de escándalo y asombro por otros sectores
de la sociedad —principalmente la occidental—; sin que ello significara una
degeneración conductual por quienes desfilaban por las calles.
En
la actualidad, la marcha del orgullo es cada vez más criticada por el
descontento de personas externas —e incluso propios miembros del colectivo—, al
calificarla de degenerada y falta de seriedad en la lucha de igualdad y tolerancia.
“Esto es una protesta, esto es una
burla”, refieren en imágenes comparativas de los primeros movimientos
de protesta y los actuales; los comentarios negativos se hacen patente en
diversas redes sociales, en donde hacen patente el desacuerdo respecto a la
manera en que las marchas del orgullo se desarrollan en la actualidad.
Las
imágenes a blanco y negro quedaron atrás y en su lugar circulan imágenes
cargadas de verdes, rojos, azules, amarillos, rojos… con banderas ondeantes y
pechos desnudos; encontramos hombres en trajes de piel o prácticamente desnudos
junto a los cuerpos cincelados de modelos y bailarines; mujeres con boas de
plumas de colores y tacones imposibles de altos; todo como parte de la muestra
de la diversidad del ser humano. El blanco y negro quedó atrás, sombra y luz con
las que muchos parecen observar (y aceptar) el mundo.
La
corbata y el saco seguramente sean para la oficina, la bata para los
hospitales, el traje sastre para la mujer de negocios en algún aeropuerto; los
uniformes para los estudiantes en las escuelas o los equipos deportivos… “¿Por qué no salir a marchar en… o en… o
en…?”
Preguntan
por qué salir a hacer el ridículo y pedir dignidad e igualdad, si nosotros mismos
rechazamos el trato digno; mas no se trata de lo anterior. No se consideran
acciones denigrantes ni degeneradas, sino una manera más (distinta) de expresar
libremente todo lo que implica el complejo mecanismo de la cultura. En razón a
lo anterior, son varios los motivos.
La
diversidad del ser humano se ha mantenido siempre oculta a la vista de los ojos
inquisitivos de las sociedades humanas; durante años, hemos mantenido nuestros
gustos, fetiches y fantasías, en la oscuridad de los sótanos de la
personalidad, sin posibilidades de que emerjan a contemplar la luz del día y
sientan el viento fresco que generalmente viene con la liberación del pensamiento.
Existen incontables diferencias entre hombres y mujeres (sin contar la
naturaleza sexual) que resultaría incomprensible enmascarar cada faceta con una
corbata y zapatos lustrosos.
Aunado
a esto, la expresión de distintos estilos de vida es uno de los pilares dentro
de la multiculturalidad que caracteriza a las sociedades modernas; resultaría
absurdo encauzar esfuerzos y recursos en homologar el pensamiento humano; las
muestras de sentimientos, la conducta y su propia manifestación, como si
estuviéramos ya en el mundo distópico de Orwell o en el feliz que describiera
Huxley.
Podrá
resultar contradictorio, para cientos de personas, aquellas exigencias “degeneradas”
de respeto e igualdad; cuando en realidad lo que resalta es la nota
característica de los grupos sociales actuales: la diversidad en todos los
aspectos del quehacer humano.
Ahora
bien, el reconocimiento de las distintas expresiones de ese quehacer (nos)
coloca en un peldaño distinto entre los mismos seres humanos; reconocer y
aceptar la existencia de las múltiples facetas de hombres y mujeres nos llevará
cada vez más cerca de la aceptación de esa diversidad cultural representada en
las banderas multicolores.
Por
último, un aspecto que llama poderosamente la atención. Se tiene la idea,
aunque no generalizada, que las manifestaciones que tenían lugar décadas atrás
demandaban un mayor respeto y sus objetivos eran más claros. Al respecto, nos
parecen lógicas tales apreciaciones, especialmente si tomamos en consideración
que se trataban de las primeras manifestaciones de estas ideas (igualdad,
dignidad, tolerancia, respeto). Sin embargo, esto nos merece un contraste
histórico para determinar que a aquellos primigenios ideales se les han sumado
distintos, propios de nuevas épocas y de años recientes.
Aquellas
manifestaciones demandaban, en primer término, el respeto a la libertad
personal y el cese de persecuciones estatales infundadas; en la actualidad, en
la mayoría de los países las prácticas y el reconocimiento homosexual ha dejado
de ser perseguido y penado por el Estado —a pesar de contar aún con
aproximadamente ochenta países en los que se prevén penas corporales, incluso
de muerte, para las personas homosexuales—; buscaban el reconocimiento a la
identidad y orientación sexual en un mundo hostil que apenas iniciaba a
adentrarse en esos temas y que, si bien esto no ha cambiado en su totalidad,
actualmente se reconocen importantes logros a favor de los intereses del
colectivo LGBTTTI.
Como
se dijo, medio siglo atrás resultaba denigrante, escandaloso y repugnante, la
presencia de travestis en las primeras marchas de reconocimiento; en la
actualidad lo que escandaliza son los cuerpos desnudos y los arneses de piel, los
trajes de baño que poco dejan a la imaginación o la presencia de parejas con
una considerable diferencia de edades y demás tópicos que denotan cierta “degeneración”
en el actuar de la comunidad.
Y
es que las manifestaciones del pensamiento y la cultura evolucionan con los
años.
Para
1950 la mujer debía portar faldas por debajo de las rodillas; para 1970 fue necesaria
una revolución del pensamiento para superar el “descaro” de mostrarse con
minifaldas; para el inicio del siglo XXI es un tema ya olvidado, enterrado en
el baúl de los recuerdos de cuando “se rasgaron las vestiduras”.
Esto
nos lleva a preguntarnos, ¿qué diferencia hay con las marchas del orgullo
actuales y el carnaval de Río de Janeiro, en Brasil? ¿Son ambos espectáculos
que incitan a la degeneración y al repudio? No. Son acontecimientos distintos,
con distintos objetivos y propósitos.
Con
una clara influencia europea y de una corriente principalmente católica —igual
que la festividad Mardi Gras en Nueva Orleans— el carnaval marca el inicio de
la cuaresma, en preparación para el llegado de la Pascua. En otro ejemplo, días
previos a la marcha del orgullo, se realiza la marcha mundial ciclista (al
desnudo), que lleva ya diez ediciones en nuestro país y se mantiene con
estándares de protesta pacífica en contra de la dependencia de los productos
petroquímicos, “el uso indiscriminado del automóvil” así como para “exigir una
mayor cultura de convivencia hacia los ciclistas y peatones, pues así nos
sentimos: ¡Desnudos ante el tráfico!”[2].
Con
facilidad de palabra, descalificamos este tipo de manifestaciones con
argumentos enfáticos en la degeneración y la indecencia, mas las sociedades
tienden a aceptar otras como algo cómico y sumamente llamativo… y justamente
esto es lo que se busca en las marchas del orgullo, llamar a los presentes,
llamar a los ajenos, llamar a los externos y a quienes no están involucrados.
El
exceso y degenere en las marchas. Los abusos en las congregaciones humanas
tienden a suceder. Esto no podemos negarlo, suceden excesos y ocurren actos que
tergiversan los motivos de las manifestaciones o conmemoraciones.
Hace
unos días fuimos testigo de ello, en esta misma ciudad; mas no por ello habremos
de llegar al ridículo supuesto de desacreditar todos los actos de manifestación
pacífica debido a personas que propician la desorganización y el descontrol en las
organizaciones. Debemos saber distinguir entre actos individuales y del
colectivo para poder establecer cuándo son responsables unos y cuando todos.
Las
formas en que manifestamos nuestro pensamiento ha evolucionado a través de los
años, esta es una realidad imposible de desconocer; desde la manera en que
hablamos hasta el cómo convivimos; la aparición de las redes sociales y la
expansión de los medios de comunicación masiva han contribuido al aceleramiento
del cambio de tales prácticas, que se presentan de manera natural a través de
todos los años.
Confío en que después
dejemos enterrado el debate de impudencia y degeneración con el que se pretende
atacar y denigrar las marchas del orgullo, tal y como dejamos ya de lado el
hablar de las “escandalosas” minifaldas femeninas.
[1] En conmemoración al
28 de junio de 1969, en Nueva York, Estados Unidos, respecto a los disturbios
ocurridos en las inmediaciones del bar Stonewall Inn, que marcan el inicio de
los movimientos de liberación homosexual y luchar por la tolerancia e igualdad.
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