Resulta propio de la naturaleza humana, observar con deseo, imaginar con soltura y anhelar con devoción.
Es tan exquisito, el pensamiento y sus formas, sus texturas; tan exquisito imaginar, pensar, soñar. Un anhelo reprimido en el corazón del hombre, una imagen y miles de aromas, guardados en la mente, para reproducirse en el tiempo de necesidad.
Así lo observaba, alejado de él, mientras intentaba concentrarse en sus tareas diarias, mientras hacía lo posible por no perder la postura, la decencia, y no acercarse y hablarle de frente; con ánimos, ganas, prudencia, y el aroma a...
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