Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

jueves, 1 de mayo de 2014

Ojalá que no llueva hoy.

—Ojalá que no llueva hoy —dijo el ángel más joven, mientras caminaba justo a mitad de la avenida, atestada de personas a pie y en bicicletas.
—¿Pero por qué? ¿Qué hay de malo con sentir la deliciosa lluvia?
El otro rostro del otro ángel demostraba una genuina confusión. Intentaba, en su mente, dilucidar el sentido del comentario de su bello acompañante.
—Nada de malo hay, definitivamente. Mas no quisiera que lloviera… —la noche era fresca, hacía viento y los frondosos árboles se movían conforme eran acariciados por invisibles manos; el cielo se pintaba de rojo, por la capa de nubes que se acomodaban en su lugar para soltar su húmeda carga, nada de malo había en que comenzara a llover, definitivamente.
El semblante de aquél ser era cada vez más humano, y su eterno compañero lo había comenzado a notar. Esto le preocupaba, significaba que llegaría el momento en que no podría identificar su mundo del humano, sus enormes alas de poco le servirían pues desaparecerían ante sus ojos. Su maravillosa fuerza se extinguiría.
«Simplemente, quisiera que no lloviera. Mis ropas pesan más cuando están mojadas, mis hombros se cansan con mayor facilidad y mi espalda parece vacilar. Mis pasos no son certeros, a pesar de llevar ya tiempo caminando sobre senderos imposibles. Mi piel se torna fría y la visión se me nubla.
«Cada gota incrementa mi dolor, y mi confusión. Siento todas y cada una de ellas, mas ninguna al mismo tiempo. Me abruma su salpiqueo sobre la piedra, su ruido.

A lo lejos unas venas blancas se encendían en el cielo, entre las nubes. Y después, para aumentar la tortura que resentía su ser, las primeras gotas tocaron su cabello, seguidas por otras que se impregnaron en sus ropas; para que, al cabo de ciertos momentos, los ángeles caminaran completamente mojados, con sus alas brillosas cual pelaje de animal.
En su mente estaba grabado su nombre, con vivas lenguas de fuego; entonces, el ángel abandonó la plegaria que había justificado anteriormente, pues en su lugar albergó un pensamiento distinto, un profundo agradecimiento.
Gracias porque llueve, pues así, mi llanto no se observa.


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