Gracias a la
pregunta de una persona —usuario de Twitter
y seguidor mío—, escribo ahora acerca de cómo fue que me enamoré de mi mejor
amigo. Me parece que ya había escrito algo al respecto, pero se escapa de mi
memoria lo que (si acaso) dije en aquel momento.
Tal seguidor
—de quien simplemente sé su nombre de usuario y dirección en la red social; y
que, a pesar de estos diminutos fragmentos de información acerca de su
identidad, mantendré en el anonimato— me abordó con la interrogante que titula
éste escrito.
¿Eres novio de tu mejor amigo?
Mi respuesta,
naturalmente, fue sí; al menos por
una parte, mi mejor amigo llegó a convertirse (y permanece así) en mi pareja
por casi siete años. Posteriormente, aquel usuario con Arroba Mayúscula, me
preguntó ¿cómo había sido? Pues no es algo
común.
En primer
término, me parece que esta realidad es más común de lo que alcanzamos a
percibir; y que, en muchas ocasiones, los mejores amigos son quienes terminan
juntos en un noviazgo o incluso unidos por el vínculo matrimonial.
La amistad es
ese motor que inicia y fortalece la relación entre pareja, de forma natural y
continua; la amistad, claro está, aviva las relaciones interpersonales, de
cualquier tipo y esencia, pero atendamos a la directriz de estas líneas y a su
idea central. El componente amistad, en
una relación de pareja, sentimental, amorosa, resulta preponderante en su éxito
o fracaso; aunque no afirmemos que es un elemento indispensable, sin el cual no
podría existir una relación afectuosa e
incluso amorosa, lo cierto es que desempeña un rol (¿decisivo?) en el
convivir de dos personas.
Sin intención
de abordar los temas que, acerca de la amistad, los griegos han analizado, me
atrevería a afirmar que ésta constituye un sincero vínculo entre dos personas,
quienes posteriormente podrán convertirse en amantes. Un vínculo de unión,
cohesión y estabilidad que les habrá de ayudar en los próximos días, años,
décadas.
Decía que
esta realidad puede ser más común de lo que creemos. En muchas ocasiones vemos
amigos convertirse en novios y después en esposos; a lo que, quizás, esta
persona se refería, era a una realidad poco perceptible dentro del mundo de la
homosexualidad. Cuestión que pudiera tener varios motivos o razones, principalmente
el evidente interés en las apariencias —tanto físicas como de estatus
sociocultural—; otro motivo, es la desmesurada inclinación en la búsqueda de
encuentros sexuales, con una mayor facilidad; un motivo más, atiende ya a
exigencias del mundo moderno en vivir en el carril de alta velocidad y no
disfrutar del panorama que rodea el avanzar de la vida. Razones (todas) que no resultan
exclusivas de personas homosexuales, sino que se presentan también en los
patrones de conducta de hombres y mujeres heterosexuales; sin embargo, las
ubico en la primera perspectiva, meramente por contar con una pronta y directa
referencia.
Estas razones
(y seguramente muchas más) traen como consecuencia relaciones cortas y
superficiales que, contrario a buscar una durabilidad y estabilidad, representan
fracasos sentimentales en los protagonistas de los enredos sentimentales
humanos. Lo que, en consecuencia, arrojará como resultado una percepción de que
quienes son amigos, difícilmente pueden llegar a mantener una relación sentimental
sólida, estable y confiable, pues no es esto lo que se busca desde un inicio.
Ahora bien,
la idea de formalizar una relación con un amigo es una decisión imprudente,
arriesgada e incluso peligrosa, atraviesa la mente de muchas personas, pues incluso
sucedió en mi experiencia.
¿Qué pasa si
no funciona? ¿Podremos seguir igual?
Quisiera
aclarar que nos encontramos en un punto crítico, en el que (de entrada)
intentamos prever un resultado, con base en interrogantes negativas; como si,
por defensa propia, estuviéramos predispuestos a una derrota y una separación entre
nosotros y nuestro amigo.
Si hablamos
de una amistad, una verdadera amistad, no tendríamos por qué hacernos este tipo
de preguntas; y, si tenemos dudas, no sería mejor preguntarnos ¿qué pasará si todo
funciona bien? ¿Podremos estar mejor que como estamos en este momento?
La cuestión
es que nos resulta difícil aceptar que algo en efecto salga bien o mejor a como
lo esperábamos (como ese mecanismo defensivo), para evitar una decepción
sumamente fuerte y dolorosa. Pero las cosas pueden sí salir bien.
La línea de
acción no está trazada y la pareja construye tanto su existencia como su
convivencia; de ellos depende —en gran medida, pues dentro de las relaciones
humanas en general, y de las relaciones sentimentales en particular, influyen
un sinfín de variables y elementos que llegan a generar una realidad distinta—
alcanzar los objetivos que en conjunto e individualmente se trazan.
Pero, una vez
sorteado ese momento de duda y miedo, seguros de la relación de amistad que ya
existe, previa a la romántica que se pretende iniciar, se puede avanzar de
forma tranquila y despreocupada mas no desinteresada, permítaseme la
aclaración.
Pero la
intención de este escrito no es el de realizar un estudio acerca de la amistad
y el amor, sino, decir cómo fue mi experiencia enamorándome de mi mejor amigo.
[...]
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