Atravesamos juntos el
vasto jardín… caminamos con ocasionales roces en nuestras manos y discretas
miradas de complicidad que aumentaban la emoción de estar juntos. Caminamos
hasta lo más profundo de aquél selvático mundo, hasta que nos detuvimos para
descansar un poco… entonces lo observé con detenimiento, colocó su mano en mi
cuello y la mía en su pierna.
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