Aquella noche, una noche fresca y con una hermosa luna de octubre, ambos estaban sumamente felices de estar juntos. Tenían la certeza de que todo valió la pena.
Después de recorrer las calles, de alimentarse de esos pobres y desdichados humanos que tuvieron la fortuna de atravezarse en su camino, regresaron a aquél cementerio pagano a mitad del bosque. juntos, como seguían después de tantos siglos, se recostaron sobre las hojas secas de los árboles, sobre ramas quebradas y piedras, y sonrieron al brillo plateado dela luna. Su madre luna. Solían decir que era lo más hermoso que existía en el universo -después de ellos, naturalmente-, así que le brindaron el más solemne tributo: entrelazaron sus manos, desgarraron sus gargantas y bebieron el uno del otro ese delicioso néctar que ambos ofrecieron sin remordimientos.
Llenaron sus bocas como la jarrafa de vino llena las copas de plata. Saciaron su sed como el borracho el deseo de tomar.
Juntos, debajo de la luna, aquellos inmortales realizaron bailes y orgías con los seres que habitaban el bosque. Juntos, los vampiros, observaron con sus mágicos ojos el conejo que saluda desde la pálida superficie de la luna.
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Aquella noche estuvimos debajo de la luna. nos bañó su blanca luz y el calor de tu cuerpo junto al mío fue suficiente para perderme en la fantasía, la realidad y el deseo. La tranquilidad y la sencillez de nuestro improvisado lecho fue suficiente para mantener una sonrisa en mi rostro.
Hablando de lunas, hablando de lunas de octubre te dedico esta entrada. Hoy que hay luna llena...
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