El anciano habia estado hablando con el joven alumno que tenia sentado frente a el.
El muchacho lo observaba fijamente, tenia sus ojos fijos en los de su maestro. Siempre lo considero uno de los hombrs mas brillantes que haya conocido, con sentido humanitario y una elocuencia que gran falta le hacia a los politicos que gobiernan las naciones.
sin embargo, en ese justo momento, el chico tuvo que aceptar que su maestro de toda la vida, filosofo comprometido con la ensenanza, estaba lejos de poseer la verdad.
No hablo de la confianza, maestro; hablo de la desconfianza.
El ser humano, por naturaleza, tiende a desconfiar de sus semeantes. Ironicamente, si pudiera agregar, puesto que todos somos humanos. Pero ya sea por que son muy pequenos, o muy grandes, con poca madurez, o con demasiada, siempre desconfiamos.
El maestro miro a su pupilo y sonrio... Le gustaba que lo debatiera abiertamente, eso demostraba inteligencia en el muchacho, pero entonces volvio a hablar:
Querido muchacho, cierto es que todos desconfiamos... Lo interesante es saber en que medida lo haces.
A. Wolf
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