La segunda parte de Mesa para tres, la historia de Alberto, Esteban y Roberto, se llama Seremos solo tú y yo. Se desarrolla en la Ciudad de México, días previos al festejo del día de muertos.
Los tres amigos se reúnen por una semana y experimentan emociones, confusiones, desilusiones; la cercanía de la pareja se ve mermada y Roberto se pregunta qué sucederá una vez que él regrese a San Francisco.
Los amarillos, naranjas y rojos del dos de noviembre no alcanzan a templar siquiera el corazón de Esteban, mientras Alberto observa a recelosa distancia lo que sucede con su relación, inmerso en dudas e incertidumbre.
Aquí unos fragmentos.
Entre los tres intercambiaron unas cuantas palabras y anécdotas más, hasta que guiaron la conversación a páramos presentes, por senderos de espinas eróticas tendenciales, que los invitaban a enloquecer....
La cama les representaba para ese entonces, a los tres, un escenario distinto, una oportunidad de comenzar de cero, una ocasión que todos podían aprovechar para olvidar promesas hechas y caminos desatendidos. Aquél vasto páramo prometía secretos y alianzas eternas, mágicas conexiones a través de rituales paganos que solamente servían para sus (egoístas) propósitos; sin embargo, ninguno esperaba que fuera también el último cuadro en el que aparecerían los tres protagonistas de esa maravillosa puesta en escena, intitulada Vida, mundo y desgracia.
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