A diez minutos de que termine este día, a estas horas de la noche, tengo un solo pensamiento y lo dedico ahora, a Hector, amigo, amante, compañero de vida y viaje.
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Compartir sudor, cuerpo, alma y sábanas, siempre ha sido algo mágico que nos mantiene unidos. La maravilla de sentirte, de saberte mío y saberme tuyo, es como la luna llena en un cielo despejado y oscuro: imposible de ver y no maravillarse por ella.
He compartido este camino contigo desde hace diez años; la belleza de dos cuerpos desnudos es imposible de negar.
Cuando dos se muestran como son, es entonces que la sinceridad abarca cada centímetro de piel. De regresar en el tiempo y comenzar de nuevo nuestro viaje, no dejaría de hacerlo debajo de las sábanas donde te conocí; no cambiaría nuestro inicio ni por las citas más románticas, de vino y cenas lujosas.
Nuestras citas fueron debajo de las sábanas, entre susurros y secretos, mas fueron esas veces en que me sentí seguro, protegido, adorado; gracias por este tiempo, gracias por esta maravilla de experiencias, gracias por la calidad de lo compartido.
Gracias por ser el amigo y el amante, desde aquel febrero de 2006.
Arturo.