Estupideces.

[...]

Mientras, hablamos de tantas cosas, como siempre lo hacíamos. Fumamos y reímos juntos, era delicioso, sentir el ligero efecto del tabaco en nuestros organismos, como para cerrar los ojos al mundo y desaparecer inevitablemente de esta existencia; convertirnos en algo más, en seres iluminados, en budas, en luces infinitas…

—Tienes un gran talento para decir estupideces, Daniel —me decía Jaim, siempre que hablaba del brillo y la luz de las personas—, por eso eres único.

—¿Soy único porque digo estupideces?

—Eres único, porque nadie dice estupideces como tú.

Desnudar la mente

¿Cómo puedo lograr desprenderme de mis pensamientos?
¿Cómo me separo de esas ideas interminables, eternas?

Quisiera desnudar mi mente, como si le quitara la ropa a mi cuerpo; primero el saco, la camisa, el pantalón.
Quisiera guardar en algún frasco de cristal todos mis pensamientos, dudas, inquietudes, anhelos, desilusiones; dejarlos ahí, en la mesa de noche, junto con las llaves, el teléfono celular y cartera, para dormir tranquilamente, sin sueños agotadores, sin pesadillas o sin preocupaciones.

¿Cómo puedo deshacerme de mis pensamientos, cuando son tantos y mi mente tan pequeña?