No alcanza el tiempo.
Pero el reloj, suspendido en la pared, simplemente les replica, con cada uno de los pasos que da a lo largo de un día (tan solo para comenzar de nuevo al día siguiente), si yo no soy más que un reloj, no corro ni voy despacio, avanzo a mi ritmo, que es tu ritmo, y lo mismo hago hoy, como lo hice ayer y lo haré mañana.
No alcanza el tiempo.
¡Basta! No más segundos; ya es suficiente de tantos tic-tac.
El reloj observa a los indecisos y temerosos, y parece que se burla de ellos (tic) cuando pretenden ajustar su actuar al paso ineludible (tac) de los segundos, acumulados en minutos y éstos en horas; desean avanzar, hacer, decir... (tic-tac) pero el reloj, suspendido en la pared, se burla de su desesperación, de forma paciente, tranquila y pasada, en pequeños y deliciosos tic-tac...
Su broma persiste, se prolonga en el tiempo, su tiempo; mientras todos lo observan con derrota en sus rostros, porque no hay tiempo.
Pero si solo soy un reloj...