Una historia previa

PRIMERA PARTE

UNA HISTORIA PREVIA

CAPÍTULO 5

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Si pudiera tener recuerdos más nítidos de qué fue lo que sucedió quizás lo podría explicar mejor, pero me resulta imposible evocar una secuencia lógica de los fragmentos que deambulan por mi mente. Borrosas escenas, como fotografías mal tomadas, flotan por mi mente sin que pueda estirar una mano, alcanzarlas y acomodarlas como es debido.

Recuerdo que el tronco raspaba mi espalda. La parte superior de mi cuerpo se encontraba descubierta, y el cuerpo insistente de Jacques estaba peligrosamente cerca mí. Sus insaciables manos, en lugar de tranquilizarme con sutiles y placenteras caricias, lastimaban mi conciencia como si fueran garras de algún tigre que corta mi piel sin misericordia. Sus besos no eran besos, sino tragos de veneno que depositaba bruscamente en mi boca. Era una persona completamente diferente. La manera de tocarme e intentar seducirme me lo dijo inmediatamente.

No. No. No. Quería gritar que se alejara de mí, que me dejara tranquilo. Que de una buena vez, dejara descansar mi mente y sanar mi corazón. Quería golpearlo. Matarlo en esos precisos momento y lugar. Deseaba reunir todas mis fuerzas y lanzarlo al otro lado del sendero, allá donde comenzaba un pequeño acantilado y al fondo corría un río que llevaba a la ciudad. Un río frío, a punto de congelarse, igual que mi cuerpo.

Probablemente, a causa del temor, mis fuerzas me fallaron. Me sujetó fuertemente de ambas muñecas y volteó mi cuerpo para colocarse detrás de mí. De pronto el frío se incrementó, sentí mi piel desnuda y el viento gélido que alcanzó mi cuerpo, sin que pudiera evitarlo.

No dejé de moverme por un rato, hasta que tomó mi cabello con su puño cerrado y golpeó mi cabeza contra el áspero y poderoso tronco de aquel pino. No perdí inmediatamente la conciencia, pero no pude permanecer de pie. Caí sobre el terreno con piedras y hojas secas de los árboles, por mi sien caían unas espesas gotas de sangre tibia que calentaba el camino por el que pasaban pero dejaban detrás de ellas un camino de miedo, dolor y frío.

Los últimos recuerdos que tengo de aquella nefasta noche, son las imágenes que quisiera no recordar jamás. Jacques se colocó sobre mi y comenzó a desabrochar su pantalón.

Después de eso, lo único que tengo en mi mente es que me volví a sentir vacío. El frío no desaparecía y encima de todo, un vacío en mi interior creció incontrolablemente. Se hizo sumamente fuerte, era una sensación de la cual no podía desprenderme. No sabía qué era, y por lo tanto no podía liberarme de sus garras opresoras. Pero lo que vi después hizo, por fin ―para bien o para mal―, que perdiera la conciencia.

Alcancé a ver la figura de un hombre. A lo lejos, una silueta oscura permanecía de pie, observándonos. De pronto, un viento helado llegó, se arremolinó a nuestro alrededor y Jacques cayó muerto a mi lado. Su cabeza tenía un ángulo imposible, como si le hubieran dado una vuelta entera a su cuello. Me observó en silencio con esos ojos desorbitados que alguna vez me encantaron y me robaron el aliento.

Ahora sus labios se veían secos, su piel era opaca, una escena imposible de describir. La presencia de la muerte, es imposible de describir. No lanzó siquiera un último aliento. Cayó a mi lado y no volvió a levantarse jamás. Con esta visión, cerré mis ojos y quise también caer muerto en ese momento.

Debo reconocer que quizá fue debido a la inconsciencia en la que caía rápidamente, o por la pérdida de sangre, la sombre que vi se acercó y como tal cubrió el cuerpo de Jacques y lo dejó muerto, sin aliento, sin esperanzas ni palabras. Vacío.