Has pensado....
: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :
sábado, 31 de julio de 2010
Pasado
No aguarden en el pasado, usenlo para aprovechar el presente.
A.A.R
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jueves, 29 de julio de 2010
Arte
A.A.R.
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miércoles, 28 de julio de 2010
Favor
―¿Estás bien? ―preguntó Max cuando entró a la habitación donde estaba su mejor amigo preparándose para dormir.
Jaime estaba de paso por la ciudad por cuestiones de trabajo, y decidió visitar a su viejo amigo. Los dos chicos se conocían desde que tenían cinco y seis años, Max era el mayor.
―Sí... No pasa nada. Tú sabes, de pronto las citas no salen bien.
Jaime, además de llegar a la ciudad para abrir una extensión de su firma de abogados, tenía planeada una cita, no de negocios sino personal, después de su reunión laboral. Sin embargo, por caprichos del destino ―quizás―, esta segunda cita (con un supuesto doctor de mucho mundo), no funciono.
Termino encontrándose con un chiquillo inquieto recién egresado de la Facultad y, definitivamente no era lo que estaba buscando.
―Te noté muy serio en la cena ―dijo Max, recordando cómo se ponía su amigo cuando alguna relación sentimental no funcionaba. Pensó que, de alguna manera y a pesar de que eran ya adultos, Jaime se veía igual a aquellos días de universidad. Pero no supo decir si fue por la desilusión de esa cita, o por algo más. Acaba de abrir un despacho aquí, debería estar feliz, pensó mientras probaba el vino de su copa.
―Es por el trabajo, toda la presión de... ―era inútil, no podía mentirle a su amigo de toda la vida. Frente a él volvía a ser un joven de veintiún años, y tenía que decir la verdad―, fue todo, todo lo que pasó. Me desilusioné con este mocoso y me puse a pensar en... cuánto tiempo tardaré para ―Max presintió lo que Jaime iba a decir, pero fiel a su palabra de hacía años, no desvió su mirada, sino que, aún en la oscuridad, vio fijamente a su amigo―.
«Cuánto tiempo tardaré para poder olvidarte. Para poder entender que no eres para mí. Disculpa si te agobio con esto ahora, sé que no es oportuno que lo diga, porque ahora estas con Diana, y vaya me quedo en tu casa, con ella. Además, sé que realmente nunca sentirás lo mismo que yo… me doy cuenta de lo inapropiado de todo esto, pero... necesito sacarte de mi corazón Max.
Cuando los chicos tenían dieciséis años, bueno cuando Max tenía dieciséis, una tarde después de clases en la preparatoria, Jaime estaba particularmente serio.
Caminaron juntos, como lo hacían todos los días, y fue cuando Max le preguntó si algo le sucedía. Jaime no era una persona seria. Como respuesta, solamente le dijo que tenía que hablar con él. Se detuvieron en el parque que quedaba de paso y Jaime se confesó ante su mejor amigo como homosexual, y no solo eso sino que, además, estaba perdida y locamente enamorado de él, como solo un adolescente lo sabe hacer.
Como lo temió, ésa fue la peor semana para Jaime.
Max se alejo de él súbitamente, cambió de lugar en clases, y no se les vio juntos por algunos días.
Fue la primera vez que a Jaime le rompieron el corazón.
Hasta que el viernes de esa semana, ya rebasada por el tiempo y los años, con un tono serio pero sincero, Max le dijo a Jaime que respetaba lo que había dicho y todo lo que sentía. Le aseguró que definitivamente quería seguir siendo su amigo, pero que él no podría, nunca ―se aseguró en hacer énfasis en esta palabra―, sentir lo mismo por Jaime.
El chico acepto gustosamente la mano amiga de Max y desde entonces el incidente se quedó guardado en los rincones de sus mentes. No lo volvieron a comentar. A pesar de que Max conoció a los futuros novios de su amigo, jamás hablaron nuevamente al respecto.
Años después, en la graduación de Max, Jaime se acerco a él con un pequeño obsequio, y una confesión:
―Aun te amo... ―dijo en aquél entonces―, no he podido olvidarte. Sé que no sientes lo mismo que yo, pero solo quería decírtelo. No pienso comenzar a atormentarte y entiendo tu postura, en serio. Tranquilo… solo quería que lo supieras.
Afortunadamente, la madurez de Max le ayudó a aceptar lo que su amigo le dijo ese día. Él tenía razón, jamás iba a poder sentir algo por Jaime, además de una amistad casi tan fuerte como una hermandad.
De alguna manera ésa era la forma en que Max podía amar a Jaime.
«Necesito dejarte atrás. Necesito sacarte de mi mente como el chico que siempre amé, y dejar solo a Max: el amigo que siempre tendré ―dijo Jaime recostado en la cama que le habían asignado en el cuarto de visitas.
―Jaime, lamento que sigas batallando con esto, en serio. Han sido años-
―Han sido muchos años y muchos brazos Max, pero no he tenido éxito.
―Me siento mal... quisiera, no se... quisiera ser como-
―¿Cómo yo? No. No puedes ser gay Max, tienes un gusto terrible para la ropa.
Los dos amigos soltaron una risa discreta. Una pequeña broma nunca sale sobrando para calmar los ánimos.
―Quisiera poder hacer algo para ayudarte... lo que fuera. Quisiera-
―No importa... enserio. No tienes por qué cargar con esto ―Jaime giró en la cama y le dio la espalda a su amigo, quien estaba sentado en la orilla del colchón―. Buenas noches Max ―dijo Jaime―.
Max se levantó y caminó hacia la puerta del cuarto. Justo antes de que saliera, Jaime le pidió que aguardara un momento. Se incorporó sobre la cama y las cobijas revelaron su pecho desnudo. Estaba sentado, con los ojos fijos en la figura negra de su amigo que estaba frente a él.
―¿Qué dijiste?
―Que quisiera poder hacer algo para ayudarte. No me gusta verte así.
―Y, ¿qué podrías hacer? ―Max cerró de nuevo la puerta y regresó a su lugar―.
―Lo que fuera. Eres mí mejor y más viejo amigo. Hemos compartido tanto en todos estos años, que haría lo que fuera por alivianar un poco tu carga.
«¿Recuerdas aquél día, cuando éramos pequeños, que íbamos en nuestras bicicletas y de pronto perdí el control y me caí por el barranco? ―claro que la recordaba. Pensaba en aquella aventura, y en muchas otras, con bastante regularidad―.
Jaime se rió discretamente, recordando que no era un barranco sino una colina del rancho de su abuelo.
―A pesar de todo, siempre fuiste una nena para estar en el campo. Sí recuerdo, te caíste por la colina, rodaste como unos cinco metros y comenzaste a gritar.
―Llegaste inmediatamente y empezaste una maniobra de rescate. Te sentías el guardián. Ése día me ayudaste, me has ayudado mucho a lo largo de estos años Jaime, por eso… es por eso que quiero hacer algo.
Los dos amigos guardaron silencio, tan solo unos minutos.
―Hay algo que puedes hacer ―dijo al fin Jaime―.
―Dime...
―Podrías darme un beso.
El tono en que Jaime hizo la petición no denotaba broma alguna, todo era enserio. Así que Max solo respondió con su silencio.
―Olvídalo ―dijo Jaime acomodándose de nuevo en la cama, para intentar conciliar un sueño que, sabía perfectamente, tardaría mucho en llegar― no importa. Es una estupidez, olvida que te pedí eso. No sé ni qué estoy diciendo.
Max se iba a poner de nuevo de pie, pero Jaime lo tomo del brazo.
―Aunque, si te parece bien, me serviría de mucho un abrazo tuyo.
Max se acomodo frente a su amigo y extendió sus brazos hacia él. Con una sonrisa, Jaime entró en ellos y abrazó a Max.
De pronto, los dedos de Max acariciaron el hombro desnudo de su amigo, haciendo que éste comenzara a respirar con dificultad y que su piel diera una respuesta que no quería.
―Por favor, no hagas eso… ― dijo Jaime retirándose rápidamente― he soñado con esto toda mi vida, y después no sabría cómo interpretarlo.
«Gracias. Gracias por el abrazo.
Jaime estaba verdaderamente satisfecho por ese pequeño favor que su mejor amigo le había hecho, y justo cuando se acomodaba de nuevo para dormir, sintió las manos de Max tomar su rostro. Lo giró hacia donde estaba él y lo besó con delicadeza.
El corazón de Jaime saltó dentro de su pecho y se retorció de placer. Su cuerpo reaccionó con un leve temblor y unos cuantos rayos de electricidad que se colocaron justo en su entrepierna.
La textura de los labios de Max era mucho más firme y cálida de que como la había imaginado.
En esos escasos segundos, la boca de su amigo parecía ser todo lo que anhelaba y todo por lo que había estado buscando, con viajes de amantes en amantes, de uno en uno, hasta que la encontró. La paz.
Esos escasos segundos fueron maravillosos para Jaime. Después, abrió sus ojos cuando Max se separó, y comprendió que la larga espera por el beso de su amigo había valido la pena. La tortura y el suplicio, por fin, habían terminado.
―Un favor de amigo a amigo ―dijo Max mientras sostenía la puerta entreabierta de la habitación ―que descanses ―se despidió―.
Por primera vez, en mucho tiempo Jaime durmió sin soñar con Max.
De Regreso
Por fin estamos de regreso en la Ciudad de Salida, ya volvimos con pilas recargadas y, al menos por mi lado, con la cabeza despejada de tantas cosas. Con ideas nuevas -en el campo de la literatura- y objetivos que tengo que alcanzar (entre ellos comenzar a tomar cursos de fotografia).
Extrane demasiado a mi muy amado Thadeus, la verdad -y por mas cursi que suene- pense en el en cada momento que pase alla y en cada lugar que visitaba.
Amor, sentia que estabas a mi lado, e incuso me divertia pensando que ahí estabas... Tomandome de la mano mientras caminabamos por Downtown, o por el malecon, Sea Port Village, Coronado, La Jolla Shores, y otros tantos lugares. Seguramente me veia como un loco pero no me importo, en lo absoluto.
Me gustaba -tal vez para evitar el dolor y la tristeza de no tenerte conmigo-, cerrar mis ojos e imaginarte a mi lado, viendo o mismo que yo.
Pero bueno, fue un viaje productivo y muy divertido, pero sobre todo relajante; y aunque te extrane como loco, me diverti y pude disfrutar de un ambiente diferente y despejar mi cabeza, que de pronto se llena de cachibaches mentales.
Tome nota de a donde llevarte cuando hagamos ese viaje que llevamos anios planeando... Algunos lugares interesantes: para tomar el sol, ver museos y pistearle en la noche.
Estamos ya de regreso... Y continua la vida.
TE AMO
Saludos.
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sábado, 24 de julio de 2010
viernes, 23 de julio de 2010
Secretos
jueves, 22 de julio de 2010
Words
martes, 20 de julio de 2010
07.20
lunes, 19 de julio de 2010
07.19
domingo, 18 de julio de 2010
El peso de la distancia.
Con todo amor y cariño… para ti.
El chico estaba feliz, no lo podía negar ―ni disimular, aunque realmente no tenía caso hacerlo―; había pasado mucho tiempo desde la última vez que visitó ese lugar y había visto a sus familiares. En verdad era agradable alejarse del ajetreo diario, levantarse tarde fue una verdadera delicia, no tener que preocuparse por los pendientes que tenía que realizar, no tener que pensar en lo que le esperaba al día siguiente en su trabajo. En verdad era un tiempo de descanso y distracción bien merecido.
Sin embargo, no todo en esta vida es solamente felicidad, ¿cierto?; efectivamente, el chico estaba feliz, pero extrañaba profundamente al amor de su vida. Extrañaba su sonrisa, su voz, su conversación que podía extenderse por horas y horas y horas, o el silencio que de pronto crecía entre ellos dos dándoles tiempo para poder pensar y plantearse fantasías y deseos por cumplir.
Algo sucedió ese día en especial, algo que hizo se sintiera un tanto intranquilo y con deseos de tomarlo entre sus manos y con sus brazos. Caminaba por la engentada playa cuando, de pronto al girar la vista, se enfocó en una pareja de chicos que estaba sentada viendo el atardecer que por las nubes del frío día, no llegaría a observarse.
Los chicos estaban sonriendo, se reían y platicaban entre ellos sin percatarse de todo lo que sucedía a su alrededor: niños gritando, padres gritando, salvavidas pidiéndole a los surfistas se reubicaran más al norte de la bandera roja, a gritos; para ellos el mundo se limitaba a la voz de uno y la sonrisa del otro.
Entonces pensé en lo afortunados que eran en ese momento. No hacía falta verlos tomarse de las manos a escondidas, no hacía falta que se dieran un pequeño beso robado, para nada… no les hacía falta nada de eso. Solo bastaba con verlos sonreír y sentarse tan juntos (dejando todo un gran espacio vacío a sus lados), para entender que se amaban y que compartían la felicidad, la tranquilidad y el eterno amor, solo entre ellos dos.
Fue entonces cuando el chico sintió el frío peso de la nostalgia caer sobre él, tal y como el viendo del Pacífico acariciaba su rostro, sus brazos desnudos y sus piernas. Extrañó a su novio, extrañó estar en el parque, caminando con su perro al lado, contándose todo lo que habían hecho ese día.
Aunque por otro lado se sintió feliz, por también él tener a alguien con quien compartir este tipo de situaciones, probablemente no podrían decidir un día ―después de que él pasara por su novio a su casa― ir a la playa para platicar, probablemente después ir por una taza de café, caminar un rato por los muelles, y otras cosas; pero tenían muchas otras cosas que ambos disfrutaban y que querían hacer juntos. De hecho tenían ya una rutina de ciertas cosas que solo podían hacer ellos. Y nadie más.
El chico entonces sonrió y pensó por enésima vez en él. El chico que lo hacía sonreír, como los dos muchachos lo hacían en la playa, el chico que lo hacía emocionarse y ser totalmente feliz. Aunque lo extrañaba enormemente, su decisión fue clara… algún día, también ellos, estarían sentados en la playa con el viento en sus caras, viendo el océano frente a ellos, esperando por ese atardecer.
sábado, 17 de julio de 2010
Después del viaje
viernes, 16 de julio de 2010
Day 0
Voy saliendo de la ciudad y me dirigo a California. En los proximos dias estare escreibiendo desde la soleada costa oeste. Realmente no se pronostican grandes aventuras ni excursiones asombrosas, pero si dias de risas, divercion y encuentros con la familia, algo tranquilo, quiza con algunas cervezas y mucha comida.
Seguire escribiendo, y uno de mis planes para estas semanas es, primero, terminar la historia que tengo en proceso. Con lo que inicie este espacio fue la historia de Jordan y Axel en The Wolve's Howl.
Despues de haber completado ese trabajo y por insistencia de mi amado Thadeus, comence con la segunda parte que -lo siento al respecto- va ahora en su noveno capitulo. Asi que lo que pretendo es concuirla con al menos tres capitulos mas.
Espero completar este trabajo y ademas continuar con mi tesis para la segunda semana.
A mi querido Thadeus:
Te amo tanto y (cursimente) ya te extrano un monton. Te mando millones de besos y un abrazo bien grande, aunque mejor te lo doy cuando regrese.
Le das unas jaladotas de orejas al pups y juega mucho cn el, es un cahorrote enorme, pro no deja d ser bb. Te amo.
Me despido, y sigo publikando...
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miércoles, 7 de julio de 2010
Tedio, aburrimiento y trabajo
Mi trabajo de titulación está detenido por cuestiones de flojera del autor (osea yo...) y debido a las revisiones que aun están en proceso.
Es increíble como una encomienda como esta (elaborar una tesis) puede ser tan desgastante, agotador, desesperante y aburrido, como sorprendentemente interesante y enriquecedor. Esperemos pronto poder contar con el trabajo terminado, al menos en su parte de redacción... aunque no voy muy atrasado, dos de tres capítulos ya están listos y con un total de 148 cuartillas.
Por lo pronto quise recorrer el ciber espacio y ver qué ha sucedido en estas últimas horas (no mucho la verdad).
Necesito algo de azucar porque de plano el sueño me esta ganando.
martes, 6 de julio de 2010
viernes, 2 de julio de 2010
En fin...
¿El siempre sexy y seductor vampiro...
La total transformación de este muchacho definitivamente atrajo el ojo de muchas personas.
Entre un eclipse y el deseo de contemplar el sol
jueves, 1 de julio de 2010
Tranquilo, no fue a ella
Fue una situación sumamente hilarante, ridícula incluso, la que le sucedió a Jerry esa noche.
No llevaba mucho tiempo de haber empezado su agitada vida de estudiante universitario. Jerry sabía que todo sería magnífico cuando las clases arrancaran, sabía que se la pasaría muy bien y sobre todo estaba sumamente seguro que sus experiencias serian mejores al lado de todos esos chicos ―cuya belleza y físico no era para nada como los que le gustaba contemplar en internet.
Pasó un buen día, en que simplemente se cansó de caras talladas por ángeles, músculos inflados por montones de pastillas y sonrisas totalmente falsas; se canso de todo eso y comenzó a admirar al "hombre natural", como él lo llamaba.
La sonrisa natural, el musculo normal (algunos trabajados y otros no tanto), y el rostro de un universitario promedio, como cualquier otro. Del montón pero único entre todos.
Igual pero irrepetible.
Fue así que esa tarde, mientras salía de la facultad y se dirigía a la alberca, se encontró con un chico atractivo: delgado, alto, con los brazos firmes y una barba seductora que crecía en el rostro del joven. Traía un pantalón de mezclilla roto de una de las piernas, lo que dejaba ver los vellos de su cuerpo y el color de su piel. Una playera roja un tanto ajustada ―el joven no estaba sumamente marcado, más bien era firme, aunque en sus brazos se veía el trazo del musculo realizado con una sutileza indudablemente seductora―, y unas sandalias blancas que mostraban sus pies.
A Jerry siempre le parecieron atractivos los pies de los hombres (bueno, aquellos que eran estéticamente apreciables).
Él camino hacia la alberca del campus, entró y mostró su credencial. Avanzó directamente hacia los vestidores y comenzó a quitarse la ropa. Algunos chicos voltearon a verlo, uno incluso mantuvo la mirada. A Jerry no le importó, realmente ni cuenta se dio que estaba siendo cuidadosa y minuciosamente estudiado por el otro chico, y es que la realidad es que Jerry tiene un cuerpo fino y marcado. No es un modelo de Calvin Klein, pero es capaz de hacer voltear a algunas chicas y algún que otro muchacho.
Cuando estaba a mitad de la rutina que traía programada para esa tarde, Jerry descansaba en un extremo de la alberca cuando, a través de la puerta de cristal con el logotipo arenado de la Universidad, entró el chico de playera roja y pantalón rasgado.
―Vaya ―pensó Jerry viendo que entraba tomado de la mano de una chica―, y yo que pensé que podría ir a decirte algo.
Se rio para sí mismo, tomo aire y se sumergió, se impulsó y comenzó a nadar.
Alcanzo a llegar a la otra orilla antes que la tierna pareja, y Jerry fijo su mirada en la barba del muchacho, era sexy.
―Guapo... ―susurró y pensó que un Profesor que nadaba enseguida de él lo había escuchado. Para evitar cualquier malentendido o situación bochornosa, dio otra vuelta.
Unos cuantos minutos después, el chico salió de los vestidores con un traje de baño blanco con dos franjas negras a los lados, traía la toalla sobre su hombro y lo demás ―gorra y lentes― en la mano izquierda. Jerry enfoco su mirada desde lo lejos y observo el pecho cubierto muy sutilmente con vello y un abdomen un poco relleno, no era gordo, para nada, sino que le faltaba un poco de ejercicio para marcarlo.
Le pareció sumamente atractivo, aunque su rostro ―su barba más bien― no quedaba bien con el resto de su cuerpo. No tenía el mismo efecto que tuvo cuando traía la playera puesta.
Después, la chica salió y le rodeo el cuello con sus pequeños brazos para besarlo, pero lo hizo con demasiada dulzura ―se podía asegurar que era alguien muy melosa―.
Dejó de enfocarse tanto en el chico y se concentró en completar su rutina, tenía que terminar a la hora que se había fijado.
Dio unas cuantas vueltas más y de pronto sintió la necesidad de detenerse un momento. Se impulsó desde dentro de la alberca y salió para sentarse en la orilla. Estaba respirando rápidamente, sus piernas estaban dentro de la alberca. Levantó la vista y fue cuando vio la espalda del muchacho estarse cubriendo por la transparente capa de agua. El brillo de la piel mojada le pareció sumamente seductora y no apartó la vista de él. No quería dejar de verlo, después de todo por ver a alguien nunca ha pasado nada malo.
El chico nadaba al lado de su novia y juntos estaban riéndose y besándose incluso debajo de la superficie. Jerry pensó que le gustaría hacer eso, no sabía con quien, pero pensó que sería estupendo llegar tomado de la mano de algún chico a cualquier lugar. Salir corriendo de los vestidores para poder abrazarlo y besarlo, y que a él lo tomaran de la cintura con fuerza y firmeza. Un amor entre hombres debía ser fuerte, y firme.
Se adentró tanto en sus pensamientos que no se percató que el chico le estaba regresando la mirada. Desde el otro lado de la alberca podía sentir el golpe frío de la mirada del muchacho. Jerry entonces se sonrojó y volvió a entrar al agua.
Para cuando salió de la alberca ―poco antes que la pareja― se arregló y caminó hacia la puerta de salida. Justo entonces, la novia del muchacho estaba saliendo de la alberca, con la ayuda de éste y Jerry aprovechó para echar una buena ojeada al trasero del chico. Pero de nuevo él captó la mirada perdida de Jerry.
Antes de llegar a su auto, Jerry sintió que alguien lo seguía, no le prestó mucha importancia al sentimiento así que se dedicó a abrir su cajuela, hecho la maleta dentro y caminó hacia la puerta del conductor. Fue cuando entonces, escuchó que alguien lo estaba llamando.
―¡Hey tú! ―gritó el chico de playera roja y pantalón rasgado.
Jerry volteó instintivamente y se fijó de nuevo en su rostro, definitivamente la barba le caía bien mientras tuviera ropa puesta.
El chico traía abrazada a su novia por la cintura pero tenía cara de pocos amigos. La chica, por otro lado, mostró sorpresa e intentó inmediatamente callar a su acompañante.
―¿Por qué demonios no dejas de verla? ¿Qué te pasa? ¿No ves que viene conmigo?
A Jerry le pareció graciosa la situación, así que comenzó a caminar hacia ellos ―seguramente al chico le pareció una señal de alarma porque soltó a la chica y se encaminó con pasos decididos hacia él.
―Tranquilo ―dijo Jerry levantando las manos para pedirle que se detuviera, el rostro del chico era de enojo.
«Tranquilo, no pasa nada… realmente no quería molestarlos, ni a ti ni a tu novia.
―Te vi desde antes que entraras a la alberca, no le quitas los ojos de encima.
―Por favor, déjalo… ―dijo la chica.
―Solo quiero decirte, primero una disculpa por el malentendido. Verdaderamente fue un malentendido.
―¿Malentendido? ¿Que no la dejes de ver? Eso no es un malentendido.
―No, efectivamente. El malentendido es que no la estaba viendo a ella.
Para ese momento la chica se acercó a su novio, quien estaba justo frente a Jerry con las cejas enmarcadas con un rostro de duda y coraje.
«Realmente no la estaba viendo a ella… ―guardó silencio y entonces volteó a ver a la chica, seguramente ella ayudaría a que se calmaran los ánimos de su novio― en serio, no te estaba viendo a ti, estaba viendo a tu novio. Es muy guapo por cierto».
Jerry le cerró el ojo a la chica y se dio la media vuelta. El muchacho se quedó de pie y su novia escondió su rostro en el brazo del chico, seguramente para poder reírse. El rostro del muchacho no tenía explicación y no puede ser descrito.
En su auto, Jerry pensó en la situación sumamente hilarante, ridícula incluso, que le sucedió esa noche.