Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

jueves, 3 de diciembre de 2015

Mesa para tres, fragmentos


Mi nuevo trabajo, hecho para una convocatoria que se presentó para mayo o junio de este año, y hasta este mes lo concluyo.

Inspirado en pláticas, anécdotas y fantasías, el narrador impersonal cuenta la historia de Esteban y Alberto; una pareja que celebran un aniversario más en su relación, de forma distinta a la mayoría. Hay un viaje, una ciudad nueva, caminatas por banquetas ajenas, mezclados e independientes del resto de las personas.

La historia, romántica y erótica, avanza conforme ambos llegan al aeropuerto internacional de San Francisco, visitan el área de la bahía y llegan a Castro, donde los cuerpos se muestran y desean; desde el museo de la Legión de Honor hasta el Palacio de Bellas Artes, a través de una imponente finca en las colinas alejadas de la ciudad, con vista al océano.

Semejante acuerdo solamente puede lograrse en una pareja como Esteban y Alberto, quienes han compartido tantas cosas, maravillas y emociones, en sus años de compañía mutua; semejante acuerdo, explorar los rincones de la ciudad y la cama con compañía extra, únicamente ellos pudieron establecer los límites de la confianza y la seguridad de caminar de la mano de Roberto, bailarín, ansioso de explorar caminos diferentes a los establecidos por el colectivo, de nuevas ideas, frescas y de altos límites.

Mesa para tres es la primera parte de una historia que pretende estudiar nuevos horizontes, como Esteban, Alberto y Roberto; preguntarse ¿por qué no? y si podemos amar a más de una persona.

Dejo unos fragmentos. Pronto podrán leerla en novelistik, @arturo_rubio.

Las exclamaciones de Esteban resonaban en el interior de Alberto y Roberto, como un himno dedicado a lo más puro de este mundo, a la magia, a la música, a esa maravilla erótica que corona al hombre [...]
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Ese pequeño (gran) acontecimiento les sirvió de guía para entender que nada en este mundo es tan simple como decir sí o no; estar o no estar, ser o no. Vivir con una sola persona o enamorarte del mundo entero.
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Así, expuesto como estaba, se sabía objeto del deseo y la adoración; una representación tangible de la satisfacción sexual y el camino para alcanzar la magia del placer del cuerpo. Ser capaz de excitar a Alberto, quien se masturbaba con su mano derecha y de incitar a Roberto, con una pierna sobre su hombro, envuelto en un frenesí ocasionado por los vaivenes de su poderosa cadera, era a su vez un culto a su propio desenvolvimiento y una forma de aferrarse la realidad en aquel plano erótico.
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Esteban disfrutó de la compañía de Roberto de una manera que no había anticipado. El verlo desnudo mientras nadaban en la alberca, hacía apenas unos minutos, había hecho que su interior se precipitara sin reticencia hacia un vacío atemporal, su cuerpo era perfecto, como ya lo adivinaba desde que lo observó en Desire, bañado de luz, envuelto en sensualidad y seducción; lo imaginó desde que Alberto ingresó con él a la cabina privada, representó su pecho y su abdomen, su miembro, las grandes piernas y sus poderosos brazos, incluso, mientras Alberto le hacía el amor en la habitación de hotel.